Año a año decenas de poetas llegan desde diversos puntos del país a la terminal de Santa Fe Capital y toman un colectivo que en veinte o treinta minutos los acerca a Arroyo Leyes. Muchos de ellos cargan bolsas repletas de sachets y cartones de lácteos que se convertirán en tapas de libros tras pasar por las manos de Alejandra “Pipi” Bosch, poeta, novelista, artesana y responsable de Ediciones Arroyo, el único sello del país que reutiliza envases plásticos para la publicación de libros de poesía. Es un proyecto que la editora lleva a cabo junto a su hijo, el ilustrador Julián Bosch. Con un catálogo que supera los 90 títulos, de autores como Liliana Ancalao, Gustavo Yuste, Elena Annibali o Rodolfo Edwards, y el reciclaje como bandera, la gestora asegura que “hay una militancia que se cruza con lo ecológico y se potencia”

-En 2016 nace Ediciones Arroyo, el sello artesanal que dirigís.  ¿Cómo aparece la idea de hacer libros reutilizando plástico destinado a la basura y luego el agregado de cartones de leche?

– Surgió como consecuencia de años de trabajar dando talleres de reciclado de la basura domiciliaria en los barrios del cordón oeste de la ciudad de Santa Fe. Presenté un proyecto para dar talleres a niños y adultos mayores enseñando a tejer, particularmente plástico. Así fue que durante ocho años di clases y organicé grupos de recicladores. En esa experiencia surgió la idea de la editorial y las tapas. Yo estaba todo el tiempo en contacto con basura y trabajando con ella, así que creo que las ediciones y sus peculiares materiales son una consecuencia lógica. En 2016, cuando presentamos la primera serie de libros, el trabajo con las tapas de plástico fue mucho más artístico, con técnicas de costura y bordado. Hoy ya es un trabajo sistematizado, que sigue siendo artesanal en su totalidad, pero sin tanta costura.

¿Qué implicancia tiene para vos el hecho de convertir desechos en bienes culturales, en libros de poesía, en ejemplares únicos?

– La transformación de los materiales que llamamos “basura”- y somos nosotros mismos los que la producimos, por el alto nivel de consumo capitalista-, es una tarea necesaria en arte y también una postura política. Las personas hoy en día creen que solo importa lo que ocurre dentro de sus familias y dentro del espacio de sus casas. Esa idea de la construcción de espacios privados cueste lo que cueste, es equivocada. Los seres humanos hacemos movimientos negativos todo el tiempo para construir esas burbujas de consumo, limpieza y belleza. Pero esa es una posibilidad que solo tienen algunas personas que poseen casas en lugares agradables y reciben algunos beneficios de los estados, como el agua potable y la recolección de los residuos domiciliarios. Pero la mayoría de las personas en Santa fe, por ejemplo, vive en barrios sin cloacas, ni agua segura, rodeados de pequeños o grandes basurales. Las personas que son “privilegiadas” no saben ni quieren saber qué pasa con los restos plásticos que sacan a la vereda todos los días. Pienso que el trabajo que realizo me aleja de esa postura de no querer saber o de desligarme de la basura que yo misma produzco, porque todo viene dentro de algún envase plástico. Puedo decir que hacer libros con tapas de sachets y cartón de cajas de lácteos, es la idea más inteligente que se me cruzó por la cabeza. Hago un movimiento personal o familiar, que involucra además a otras personas, vecinas o amigas y hace que cierta cantidad -mínima, lo sé- de plástico no termine en basurales porque se transformará en libros. Libros que por muchos años estarán adentro de las casas de ciertas personas. Ya no son basura, son un objeto que significa mucho para los argentinos, un bien cultural que un sector muy grande desea tener, desea cuidar. Ahí es donde radica la belleza de la idea.

– ¿Considerás que esta integración entre la gestión de arte y la sustentabilidad podría o debería trasladarse a otras industrias culturales, incluso a otras escalas?

– Hoy existen muchas industrias que se especializan en moda que usan elementos de descarte para fabricar carteras, zapatos, ropa. Pienso que deberíamos educar a todos para que podamos trabajar con esos desperdicios a diario, formemos parte de la clase social que sea. Tengo varios proyectos pendientes que desearía poder enseñar y desarrollar, pero me falta tiempo histórico.

-¿Cuáles son esos proyectos?

-Una fábrica de juguetes, de escobas, una marca de pilotines y mochilas para niños, una línea de portacelulares y tarjetas Sube. En fin, falta juntarse, eso es lo más difícil, es el gran problema sin solución. Falta que las personas vean este bien común y actúen en consecuencia. Espero que la desgracia de la pandemia ponga a pensar a las personas en la urgencia de actuar con hechos concretos. Vamos atrás de los acontecimientos, pero imagino posible armar grupos de artistas recicladores por todo el país.

-Tenés un catálogo de casi cien autores. Entre ellos, hay voces consagradas como las de Claudia Masin, Andi Nachón, Fernando Noy o Tom Maver y diversos poetas de la Argentina ¿con qué criterio editorial conformaste esta nómina a lo largo de cuatro años?

– El catálogo de Ediciones Arroyo crece y se conforma con el deseo de los poetas, trato de ofrecer los grandes nombres de la poesía argentina, pero también jóvenes que desean publicar y ser reconocidos, ese es el motor, el deseo. En estos días, terminé de hacer libros para Gustavo Tissoco y Julieta Lopérgolo, María Sánchez, poeta y editora uruguaya, Gabriel Macao, poeta brasilero y el año pasado, para Valeska Torres, también carioca. Estoy por empezar con los libros de la poeta chilena, Nadia Prado. Hice libros para Juan Vitulli, poeta y docente argentino que vive en Estados Unidos. También somos una editorial de primeros libros para muchos poetas argentinos, intentamos ser federales e inclusivos. Muchos poetas jóvenes que trabajaron su escritura en los talleres literarios de poetas consagrados, publicaron sus primeros poemas con Ediciones Arroyo. Cuando llevamos los libros a los festivales internacionales o nacionales, a las grandes capitales, esos poetas están allí con las mismas posibilidades de los grandes nombres. Eso es bueno y nos gusta que así sea. Es el caso de Will. B, Washinton Atencio, Haydé A. Robledo, Zolo, entre otros tantos.  Publicar nombres reconocidos en el mundo de la poesía argentina nos permitió mostrar el proyecto integralmente, el festival de poesía que opera como una familia alternativa y la reserva que pretende dejar una materialidad en nuestro pueblo. Todo está pensado como una gran celebración.

Tienen además una colección bilingüe de autores de Brasil.

-Ediciones Arroyo es una gran familia de personas conscientes de la necesidad de activar el cuidado del ambiente. Viví en Espíritu Santo, Brasil, algunos años, allí conocí a mujeres que activaron la cooperativa de trabajo “Manos Mineras”, unos militantes por el trabajo y la recuperación de ciudades pequeñas que se morían porque las grandes empresas, cuando no les convenía seguir allí, se mudaban dejando el tendal de hombres sin trabajo. Yo vi cómo hombres aprendían a coser a máquina y aprendían de sus compañeras para hacer artesanías y formar cooperativas. Pasé por varios intentos de reproducir esas experiencias con amigas que deseaban viajar y aprendían de mí a tejer y armábamos emprendimientos con vecinas que tejían y yo salía a vender esos producto con alumnas en los barrios. Siempre que enseñé en las comunidades pobres, lo hice pensando en armar algo que pudiera ser el sustento económico de otras personas.

-¿Dónde viste por primera vez el reciclado de plástico industrial?

-En San Pablo, en los ochenta. Muchos hombres tomaron ese trabajo como la única opción que el sistema capitalista les ofrecía. Trabajaban en las veredas o en las plazas, compraban toneladas de basura y la transformaban para que otras máquinas las usaran para producir objetos. Me acuerdo mucho de cómo me miraban, me decían “gringa” y “hippie”, aprendí mucho. La semilla de otra manera de ver la basura se plantó en mi cabeza allí. Pasaron muchos años antes de llegar a la idea de sacar la basura de los basurales y de la producción industrial y levarla a mi terreno. Produzco desde 2016, libros con plástico que es considerado basura, para mí es como tener lana o hilos en las manos, hago un objeto artístico, un libro. Ese objeto maravilloso quedará dentro de una biblioteca muchos años. Me aseguro así de que no sea parte de los basurales a cielo abierto nunca.

-¿Cuáles son las raíces de Ediciones Arroyo?

– La literatura, la poesía contemporánea, pero la parte que dice, reciclemos, seamos responsables con la basura que nos pertenece. Amo la poesía brasileña y también su narrativa, traducir a los poetas cariocas o paulistas que están emergiendo y publicando hoy es algo hermoso y me hace muy feliz, es un ciclo que se alimenta y crece “desde el pie”. Apenas podamos viajaremos con mi hijo a presentar nuestros libros a Río y San Pablo, también a Uruguay, donde estoy trabajando con poetas.

Existe también una reserva poética, una biblioteca y un festival de poesía de Arroyo Leyes. Allí además de leer, se trabaja con talleres de reciclado. ¿Considerás que debemos transmitir ese saber ecológico, como un aporte a la salud del planeta, desde una mirada holística tal vez?

-Arroyo Leyes es una pequeña comuna costera, en ella viven y crecen hoy muchos proyectos que militan la preservación del ambiente. Creo que estas pequeñas expresiones que se van alimentando entre sí son un pequeño ejemplo de cómo lo pequeño es lo que va a “cambiar al mundo” hoy. Creo que existe en todos nosotros una idea de sumarnos y transformar a ese todo enfermo. Cuando veo que hay vecinos que salen a limpiar las calles y las playitas de arena, se juntan en cadena humana con baldes para apagar los incendios, se reúnen para hacer huertas en los patios y enseñar a plantar nuestro alimento, es cuando me doy cuenta de que mi proyecto está asentado en la vida de la comunidad donde vivo y que poco a poco se conoce en otras partes del país. El festival, la reserva poética, la biblioteca de poesía contemporánea, todo es parte de un gran proyecto de difusión, de un trabajo sistemático, firme y responsable. Espero poder seguir adelante con este proyecto familiar, llevar los libros a Uruguay, Brasil y Chile. También seguir con los envíos a Estados Unidos, a las universidades, es algo que nos encanta y nos compromete día a día. Empezó como un pequeño proyecto y crece y se bifurca sin que necesitemos direccionarlo, porque es el deseo de los poetas el que dirige este barco hoy en día.