El huerto de Emerson

Luis Landero

Tusquets

Colección Andanzas

Memorias

234 páginas

De Luis Landero (Alburquerque, España, 1948) dice su compatriota Fernando Aramburu, conocido en Argentina por su novela Patria, que leería hasta la lista de las compras. Gran parte de sus lectores haría lo mismo porque Landero posee el don de narrar el pasado, de encontrar en sus recuerdos el mejor material para hacer literatura, de escribir autobiografías que al hablar de él incluyen también al lector. En 2014 se refirió a su propia vida en El balcón en invierno (también publicada por Tusquets) y varios años después, en 2021 continúa devanando sus recuerdos en El huerto de Emerson. El autor se encuentra en “Tiempo de vendimia” (ese es el título del primer capítulo), de recoger los frutos que ha sembrado, de hacer balance, de repasar los tiempos idos y revisitar al niño y que fue y del que siempre trató de mantener viva su esencia, de recorrer su experiencia entendiendo que los libros leídos también forman parte de ella, que no son algo separado de la vida, sino que son parte de ella. En él no hay referencias académicas a la literatura, sino referencias vivenciales. Se refiere a la lectura y a la escritura con la misma naturalidad que si estuviera realizando cualquier tarea de campesino y con una enorme hondura. Los libros leídos son experiencia acumulada que corre por su torrente sanguíneo. Quizá no sea una casualidad que él mismo haya recorrido varios oficios. Entre otras cosas fue guitarrista flamenco, un arte que quizá aprendió con su primo Paco, a quien en 2006 le dedica un artículo en El País al cumplirse un año de su muerte.

Landero  habla con un lenguaje campesino que remite a su infancia y que deja entrever su relación con la naturaleza, la que le dio una sorprendente sutileza para describirla. Basta con leer la descripción de cómo llega la noche en el campo, para entender que las múltiples variaciones de la luz y de los sonidos que la anuncian y,  finalmente, la  instalan pasan inadvertidas para quien vive en la ciudad.

Si la vida se presenta ante él como algo asombroso –lo que no quiere decir carente de dolores- es porque no abandonó nunca el asombro infantil, sino que lo cultivó como una planta imprescindible para sostener su equilibrio ecológico interno.

Mucho se ha hablado de comienzos memorables para un libro, desde “Yo tenía una casa en África” de Memorias de África, novela de Isak Dinesen (seudónimo literario de la escritora danesa Karen Blixen) a “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo”  de la novela emblemática de Gabriel García Márquez Cien años de soledad.

Quizá también el comienzo de El huerto de Emerson merecería figurar entre los mejores comienzos de la ficción. El hecho de que se trate de una autobiografía no la exime de ser ficcional. “Tengo un cuaderno nuevo –dice Landero- y no sé en qué gastarlo. Es invierno, hace mucho frío y afuera resuena el temporal.” En esa frase es posible reconocer al niño que el autor fue alguna vez. Pero, paralelamente, es posible reconocer también a los niños que todos fuimos algunas vez, ese gozoso temor de comenzar un cuaderno de clase que se proyecta hasta nuestra vida de adultos y que transforma en ritual el simple hecho de comenzar a escribir en un cuaderno o una libreta nuevos.

Catálogo descriptivo de la obra de Emeterio Cerro

César Aira

Blatt & Ríos

Biblioteca César Aira

Catálogo

133 páginas

“Este libro –dice César Aira en la introducción- consiste en un listado, tan completo como lo permite mi biblioteca, de los libros de Emeterio Cerro. De cada uno hago una somera descripción y reproduzco algún pasaje como ejemplo. Publicados casi todos en editoriales de poesía que desaparecieron, no reeditados, mi colección deber ser de las más completas (me faltan dos), y el objeto de este trabajo es presentarla a los lectores, en parte como ejercicio de gozosa evocación, también como preliminar a la iluminación y vindicación de una obra impar. No hago crítica ni interpretación. Tampoco hice rastreo biográfico o bibliográfico; me limité a la relectura de los libros que compré o recibí de manos de mi amigo, y conservé durante muchos años.”

Aira aclara que la obra consignada en su libro constituye solo la mitad de la obra de Cerro, su producción  poética y narrativa (novelas y relatos)  La otra mitad, de la que no se ocupa, está integrada por su dramaturgia.

Emeterio Cerro es el seudónimo literario de Héctor Medina, nacido en 1952 en Balcarce y fallecido en Buenos Aires en 1996. Se lo considera un poeta neobarroco entre los que se cuentan también Néstor Perlongher, Tamara Kamenzain y Osvaldo Lamborghini.

El libro de Aira constituye un documento valioso para fijar la memoria de un creador cuya obra parece destinada a la dispersión y quizá sea un primer paso para su reedición.

El viaje de invierno

&sus continuaciones

Georges Perec & Oulipo

Compendio de narraciones

Eterna Cadencia

468 páginas

Con el valor agregado de haber sido traducido por Eduardo Berti, este libro es totalmente oulipiano en el sentido de que es un intento lúdico de agotar las posibilidades de una narración. Cabe recordar que los Talleres de Literatura Potencial (Oulipo por sus siglas en francés) fueros fundados por Raymond Queneau, escritor, y Francois Lionnais, matemático.  No se trata de un movimiento literario, sino que su objetivo, desde su fundación en 1960 a hoy, es la creación de formas y estructuras que permitan la producción de obras originales, lo que implica, entre otras cosas, la aplicación de las matemáticas a la producción de textos. También se dedica al análisis, o restricciones (contraintes) que pudieran servir para la producción de nuevas obras. Quizá un caso paradigmático de la restricción oulipiana sea la novela de Georges Perec, La disparition, que en su largo texto no incluye la nota e, la más frecuente en francés. Instituido como caja de útiles para la escritura, Oulipo se proclamó siempre como el anti-azar.

En 1976 Perec publicó El viaje de invierno, un relato breve en el que cuenta la historia de un joven profesor de literatura que descubre un libro atrapante que se llama, precisamente, El viaje de invierno. Su ignoto autor se llama Hugo Vernier.

Unos años después, Jacques Roubaud escribe El viaje de ayer, una deriva del relato de Perec. Paulatinamente se van sumando otros autores de la Oulipo, cada uno de los cuales escribe una narración emparentada con el relato original a través de un título que en francés suena parecido al del relato original.

Es así que al relato de Perec se suman otros 21. Todos ellos conforman el magnífico libro El viaje de Invierno y sus continuaciones.

Un ejercicio humorístico-literario que vale la pena leer, ya sea para sorprenderse por primera vez con los inventos literarios de Oulipo y el talento de Perec o para seguir sorprendiéndose con ambas cosas, si ya se las conoce.

Borges y yo

Jay Parini

Emecé

Novela

333 páginas

El autor de este libro conoció a Borges de manera casual cuando era un joven estudiante de literatura. En 1971 se encontraba en Escocia profundizando sus estudios y tratando de eludir la inminente convocatoria a la guerra de Vietnam. Uno de sus profesores le pide como favor que se ocupe de un escritor latinoamericano que estaba de visita. Ese escritor, a quien Parini, quien falleció en 2015,  casi no conocía, era Borges. Su deslumbramiento fue inmediato. El impacto que le produjo su frecuentación le hizo decir : “Después de conocer a Borges, tuve la certeza de que mi manera de estar en el mundo nunca sería la misma”.

Este libro, en el que se mezclan la ficción y la historia y que próximamente será llevado al cine,  no se enmarca dentro del género autobiográfico, sino que es un retrato, un perfil “en vivo” de Borges y de la honda impresión que causó en quien entonces era un joven estudiante de literatura. Pero es también un retrato de época en el que sobresale el rechazo del autor a la guerra de Vietnam y su decisión de no engrosar las filas de soldados estadounidenses que partían hacia ese país para combatir.

Ian McEwan lo calificó como una “joya” y remarcó su sentido del humor y también la enorme vitalidad de Borges.

A caballo entre la ficción y la realidad, Parini logra un libro que disfrutarán los asiduos  lectores de Borges y los que sienten por él cierto temor reverencial debido más a la distancia solemne que genera cierta crítica académica que los textos del autor.