En coincidencia con la conmemoración de los 30 años de la muerte de Jorge Luis Borges, Carlos Gamerro acaba de publicar Borges y los clásicos, un libro basado en cuatro conferencias que dictó en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (MALBA) en 2012. En él indaga sobre la manera en que Borges ha cambiado la forma de leer a Homero, a Dante, a Shakespeare y a Cervantes. Además hay un capítulo dedicado a su relación con el Ulises de Joyce, del que admiraba su magnitud, su aspiración de «libro total».
Cuando parece estar todo dicho sobre el autor de El Aleph, Gamerro logra hacerlo bajar del pedestal de bronce donde lo colocó la crítica y demostrar que la lectura y la escritura pueden ser experiencias vitales del mismo rango de intensidad que el resto de las experiencias de la vida. No es poco mérito sacudirle el polvo de la solemnidad a un autor cuya sacralización a veces se interpone entre el lector y sus textos.
–En Borges y los clásicos afirmás que quizá Borges no haya sido el lector más importante del siglo XX pero sí el lector más interesante e intenso de ese siglo. ¿Por qué? 

–Es un autor que te estimula a leer. Esto es evidente en los ensayos, pero también su poesía muchas veces está dedicada a un texto literario o a un autor. Además, muchos de sus cuentos son variaciones sobre las historias o los escritos de otros autores, lo que te lleva a querer leer esos autores de los que habla. Tiene un poder muy grande de «contagio» de sus lecturas. Por otra parte, modera la forma en que vas a leer a esos autores. Si te acercás a Dante luego de haber leído los Nueve ensayos dantescos, ya leés la Divina Comedia de otra forma.

–Vos señalás que esta forma de leer de Borges tiene incluso consecuencias políticas. ¿Cuáles son?
–Hay muchos autores latinoamericanos que han tenido una influencia en la literatura mundial, como es el caso de García Márquez. Pero su influencia se dio a través de su novelística, que logró salir del realismo y de cierto localismo, pero la mayoría de los autores latinoamericanos son escuchados en la medida en que hablan de su país, de su realidad o de la historia política de Latinoamérica. Un autor tan renombrado como Julio Cortázar escribió un libro sobre John Keats, pero no creo que la crítica inglesa se sienta obligada a leerlo.
–Sin embargo, me parece un libro muy valioso.
–Tu opinión refuerza lo que estoy diciendo porque, a pesar de eso, la crítica inglesa no se siente obligada a leerlo, del mismo modo que no me consta que la crítica francesa se sienta obligada a leer el libro de Vargas Llosa sobre Madame Bovary. Ahora, cuando Borges escribe sobre literatura francesa, los franceses se sienten en la obligación de leerlo y cuando escribe sobre literatura inglesa, los ingleses sienten que les está haciendo un aporte a su propia tradición crítica. Y ni hablar de los italianos con la Divina Comedia, los españoles con Cervantes, Góngora, Quevedo. En este sentido lo que logra es único porque de alguna manera invierte la relación países centrales-países periféricos. Podría decirse que algunos escritores como Joyce han logrado algo parecido. Pero creo que Borges es superior porque es un lector muy generoso, no lee únicamente en función de lo que quiere escribir. Joyce, en ese sentido, es muy egoísta: cuando escribe su Ulises sólo lee lo que le va servir en función de eso, la Odisea, algunas obras de Shakespeare. En cambio, cuando Borges se entrega a la lectura de un autor, procede al revés, deja que ese autor o esa obra lo lleven a donde sea y genere escrituras: cuentos, ensayos, poemas. Su campo de lecturas es amplísimo y es amplísima su producción textual a partir de estas lecturas que no abarcan sólo la tradición occidental sino también, en buena medida, la oriental, como la china y la india, como la poesía persa y muchas más.
–Decís que Borges es el inventor del género cuento-ensayo. Es curioso que haya alcanzado el lugar que alcanzó un autor tan incómodo por lo inclasificable y con una erudición que es a la vez verdadera y falsa.  Además, cultivó un género como el cuento, que según los editores, no se vende. ¿Cómo se explica esto? 
–Son varias preguntas juntas. Pero hay antecedentes de esta mezcla de géneros en la literatura argentina. Quizá el primero sea el Facundo, que el mismo Sarmiento lo caracteriza como inclasificable. Creo que Borges hace una buena lectura de lo que lo precede en la literatura argentina y es algo que vuelca en su famosísimo y trillado ensayo El escritor argentino y la tradición. No sólo dice que nuestra tradición es la tradición occidental, sino que podemos acercarnos a ella con irreverencia, sin el respeto que tienen los escritores de los lugares donde se forjó. Entre muchas dimensiones a las que se puede aplicar esto, está la cuestión genérica. El que trabaja desde una literatura nueva que no tiene tradición propia, que al mismo tiempo está adentro y afuera de la tradición occidental puede jugar con esta divisiones genéricas consideradas a veces como obligatorias o hasta naturales e inevitables. Si bien lo que hace Borges con lo que llamo cuento-ensayo lo podemos encontrar también en Oscar Wilde, Borges le da una centralidad a esta fusión, la lleva al máximo desarrollo que ha tenido hasta ahora. En cuanto a los cuentos en relación al mercado editorial, lo primero que me sale decir es qué saben los editores de literatura (risas), pero no es cierto, saben y mucho. Pero a veces no pueden poner ese saber en práctica por las demandas, los prejuicios y los mitos del mercado editorial. En la tradición argentina siempre ha tenido más fuerza la tradición cuentística que la novelística. De entrada está Horacio Quiroga y luego hay autores como Borges, como Silvina Ocampo, como Cortázar, que siempre me parecerá mucho mejor cuentista que novelista. Sus novelas envejecen.Ya Rayuela es una novela de época, en cambio sus cuentos se leen hoy como si acabara de escribirlos. Walsh es cuentista. Las novelas de Bioy Casares son cuentos extendidos. Creo que esto empieza a cambiar después de Borges porque los autores comienzan a buscar por otro lado ya que él puso la vara muy alta. Puig, por ejemplo, se dedica a la novela, al teatro, al guión, ni se le ocurre escribir cuento. Saer escribe cuentos pero es fundamentalmente un novelista. El que más lucha con esto es Walsh, que busca su diferenciación con Borges desde lo político y también desde la no ficción. Por otra parte, no sé si cuando Borges escribía había un mercado editorial que manejara tanto dinero y que dijera qué géneros hay que publicar.
–Borges como Flaubert, según señalás, odiaba las ideas preestablecidas. ¿Cuáles eran estas ideas?
–A boca de jarro puedo decir que está contra la idea de que siempre es más deseable leer en la lengua original que en traducción. Otra de las ideas que rechaza es que la creación artística proviene de una plenitud vital y experiencial del autor que este luego vuelca sobre la página. Si esa tesis fuera cierta, Borges mismo estaría sonado ya que dice en un poema «vida y muerte han faltado a mi vida». Su experiencia vital más intensa ha sido la lectura. Creo que él percibe que se crea más bien a partir de un vacío experiencial. Además, como Wilde, también el rechazó la idea mimética de que los textos se juzgan por la fidelidad con que reflejan una realidad determinada. Ambos coinciden en que es al revés, que los textos que crean una propia realidad ficcional poderosa se imponen porque luego la realidad se rinde ante ellos. También pensaba que el realismo no determina el valor del poema. Por eso polemiza con Rojas y Lugones porque para ellos el valor del Martín Fierro está en lo bien que refleja la vida del gaucho. Borges dice que esas son pamplinas, que los gauchos comenzaron a hablar en gauchesco luego de leer el Martín Fierro. «

Tres textos, un mismo hilo conductor

Autor prolífico, Carlos Gamerro no sólo ha publicado este año Borges y los clásicos (Eterna Cadencia), sino también Cardenio (Edhasa), una novela que conjetura cómo fue el proceso de escritura de esa pieza perdida de Shakespeare. John Fletcher quiere escribir una obra tomada de una historia del Quijote y, abandonado por su compañero habitual de trabajo Francis Beaumont, decide concretar su proyecto con el autor de Hamlet. De alguna manera, Gamerro utiliza un procedimiento borgeano, convirtiéndose en una suerte de Pierre Menard sui generis. «Borges -explica- dice que un libro no es el  texto sino  el encuentro entre el libro y el lector. Es decir, el libro es la lectura y una traducción es el registro de una lectura.  Cardenio hace de la traducción uno de sus temas y procedimientos. Por un lado, trata de la «traducción», de la adaptación de una novela al teatro, pero también de la traducción del Quijote al inglés y del hecho de que en ese momento tienen mucha importancia las lecturas y adaptaciones de unas literaturas a otras. Curiosamente, los ingleses leen a los españoles, pero no sucede lo mismo a la inversa. Shakespeare conoce a Cervantes y trabaja con el Quijote, mientras es probable que Cervantes no hay oído hablar de Shakespeare en su vida. Yo trabajo en la novela con traducciones y a la vez, traduzco. Mi punto de partida es precisamente una traducción, la que hizo Thomas Shelton del Quijote en 1912.  Además, la primera versión de la novela la escribí en inglés y luego la reescribí en español».

Este año Gamerro ganó el Premio de la Crítica (Feria del Libro de Buenos Aires) por Facundo o Martín Fierro. Los libros que inventaron la Argentina (Sudamericana), basado en la idea de Oscar Wilde retomada por Borges -a quien le dedica allítres capítulos-de que «la vida imita al arte».