A pesar de que nunca se mostró interesado por encontrar inspiración o trazar conexiones entre su literatura y la música, como ocurrió con otras disciplinas, la obra de Jorge Luis Borges, de cuya muerte hoy se cumplen 35 años, fue centro de atracción de grandes figuras de la música popular argentina como Astor Piazzolla, Jairo, Aníbal Troilo, Eduardo Falú, Edmundo Rivero, Juan «Tata» Cedrón y Pedro Aznar, quienes decidieron ponerle música a sus poemas, hacerlos canción o cantarlos. Si bien a largo de sus 86 años de vida, el autor de «Ficciones» mantuvo una relación conflictiva con un período de la música de Buenos Aires y mostró cierto desinterés por este arte en general -en varias oportunidades dijo que entendía poco de música-, lo cierto es que los versos de su libro «Milonga para las seis cuerdas» (1965) y de sus poesías inspiraron a muchos artistas de distintos géneros a crear un gran repertorio que hoy sigue vigente.

Fueron muchas las canciones creadas a partir de su invención, entre ellas se cuentan «Milonga de dos hermanos», de Carlos Guastavino; «La Milonga de Jacinto Chiclana» y «A Don Nicanor Paredes», de Piazzolla; «Milonga de Albornoz», de José Basso; y «Fundación mítica de Buenos Aires», de Juan «Tata» Cedrón. También fueron varios los cantores que se dedicaron a interpretarla. En la lista se destacan Jairo, Edmundo Rivero, Carlos Varela y el mismo Cedrón.

La milonga y el tango tienen una fuerte presencia en la obra de Borges. Son géneros musicales que constituyen el lugar de convivencia de los personajes orilleros tan entrañables para el escritor, quien siempre afirmó que prefería la milonga al tango y no dudó en criticar a Carlos Gardel, nueve años mayor que él. Lo acusó de convertir al tango en un cantar «quejoso y llorón». «Gardel tomó la letra del tango y la convirtió en una breve escena dramática», expresó en una serie de conferencias que dictó durante cuatro lunes de octubre de 1965 en Constitución, un ciclo que fue rescatado en 2016 en un libro llamado «El Tango. Cuatro conferencias».

En ese sentido, el poeta e historiador Horacio Salas, autor del libro «Lecturas de la memoria», que incluye el capítulo «Borges y el tango», dijo a Télam en 2016: «Se ha dicho que Borges detestaba al tango, en general basándose en boutades para desubicar al interlocutor, método al que era propenso. Cuando lo interrogaban sobre Gardel, respondía que siempre lo había detestado porque tenía la misma sonrisa de Perón». Sin embargo, en aquella charla Salas rescató a este Borges que «fue el primero en sostener en los años 20 desde las páginas de la revista ‘Martín Fierro’ que ‘el tango es la realización argentina más divulgada, la que con insolencia ha prodigado el nombre argentino sobre el haz de la tierra'».

Su amor por las milongas lo llevó a escribir en 1965 «Para las seis cuerdas», en cuyo prólogo Borges afirma: «En el modesto caso de mis milongas, el lector debe suplir la música ausente, por la imagen de un hombre que canturrea, en el umbral de su zaguán o en un almacén, acompañándose con la guitarra. La mano se demora en las cuerdas y las palabras cuentan menos que los acordes». Ese mismo año, varias de esas milongas fueron musicalizadas por Astor Piazzolla, dando lugar a la unión de dos de los más importantes artistas del siglo XX, que quedó registrada en el disco «El tango», interpretado por el Quinteto Nuevo Tango, que cuenta con las voces de Luis Medina Castro en los recitados, Edmundo Rivero como cantante y una orquesta armada por el compositor marplantense para la ocasión. El disco incluye «Hombre de la esquina rosada», una suite para canto, recitado y 12 instrumentos.

A pesar de sus nombres, en el trato tuvieron varios choques y desacuerdos. Dijo Borges en una entrevista en el diario La Razón: «Contra mi voluntad, estoy escribiendo mucha poesía y letras para tangos y milongas…» En ese tiempo Piazzolla respondió: «Le dije que había compuesto toda la música a la manera del 900, menos la ‘Oda íntima a Buenos Aires’. Borges me contestó que él de música no sabía nada, ni siquiera diferenciar entre Beethoven y Juan de Dios Filiberto. No sabía quién era quién, y además no le interesaba. Después salió opinando como un gran experto. Creo que era un mago. Yo nunca he leído poemas más bellos que los que escribió Borges, pero en materia de música era sordo».

El escritor Bioy Casares en «Memorias», donde cita sus diálogos con Borges, cuenta que éste último llegó a apodar a Piazzolla como «Astor Pianola», a quien además acusó de no sentir lo criollo. Sin embargo aquel trabajo dejó obras maravillosas como «La Milonga de Jacinto Chiclana», «El títere» y «A Don Nicanor paredes». Otro encuentro con un enorme del tango se dio en 1969 cuando el autor de «El Aleph» escribió junto a su amigo Bioy Casares el guion de la película «Invasión», que filmó Hugo Santiago. Allí aparece la figura del bandoneonista Aníbal Troilo, quien puso melodías a su poema «Milonga de Manuel Flores». De ese cruce quedó una charla sobre el origen del género en la que Borges sostuvo que «el tango nació en el centro, no en los arrabales, y que lo impusieron los ‘niños bien» contrariando al músico.

Otro artista que hurgó en la obra de Borges fue el reconocido Jairo, quien en 1977 grabó «Jairo canta a Borges», un trabajo registrado en Madrid con textos del escritor musicalizados por Eduardo Falú, Astor Piazzolla, «Cuchi» Leguizamón, Facundo Cabral, Horacio Malvicino, Julián Plaza, Carlos Guastavino, Alberto Cortez, Daniel Piazzola, Eladia Blázquez, Rodolfo Mederos y el propio Jairo. El disco tuvo una gran resonancia y el cantante quien mantuvo una relación fluida con el escritor en Europa, lo volvió a presentar 40 años después en el Centro Cultural Kirchner. También llegó al universo borgeano otro de los referentes de la historia del tango, Sebastián Piana, quien le puso música a la conocida «Milonga del muerto» –cantada por Eduardo Falú, Cuarteto Zupay y Teresa Parodi, entre otros-, y al poema «Milonga del Infiel».

Por su parte, el director y pianista José Basso compuso «Para los orientales» y «Milonga de Albornoz», esta última registrada por el Cuarteto Cedrón, cuya figura Juan Cedrón musicalizó luego el «Poema de los dones» y «Fundación mítica de Buenos Aires», aquella donde el escritor también menciona a su barrio, Palermo: «Una manzana entera pero en mitá del campo / presenciada de auroras y lluvias y sudestadas. / La manzana pareja que persiste en mi barrio: / Guatemala, Serrano, Paraguay, Gurruchaga».

Otro trabajo musical sobre textos de Borges lo realizó el cantante Carlos Varela en 1993, por el que recibió un premio del Consejo Argentino de la Música y fue declarado de Interés Cultural por la Secretaría de Cultura de la Nación. Pedro Aznar también se acercó a su obra y grabó «Caja de música» (2000), el primer álbum en vivo del músico argentino, grabado en el Teatro Colón, junto a invitados como Mercedes Sosa, Víctor Heredia, Lito Vitale, Jairo y Rubén Juárez. La relación de Borges con la música también quedó plasmada en su poema «A Johannes Brahms» (del libro «La moneda de hierro», 1976) y en el relato «Deutsches Requiem» (del libro «El Aleph», 1949) dedicados al compositor de música clásica Johannes Brahms.

Esteban Peicovich en su libro «Borges, el palabrista», hace referencia a una anécdota contada por el escritor: «Yo estaba en el centro del país. Había dos o tres profesores que habían dado una conferencia y me pidieron que fuese a un concierto con ellos. Les dije: ´Bueno miren, iré con ustedes porque me gusta la compañía, pero no creo que disfrute con la música porque soy un ignorante´. Y dijeron: ´Bueno, no importa, te vas, no tienes por qué aguantarlo´. Entonces fui y de repente sentí una especie de vértigo y de felicidad que descendía sobre mí, y al salir todos nos sentíamos muy, muy amigos y nos dábamos golpecitos en la espalda y nos reíamos sin razón alguna. La culpa era de Stravinsky».