“No creo en Dios desde hace treinta años. Para ser precisa, debería decir que hace treinta años me atreví a confesarlo. Tal vez no creía desde tiempo antes. No se abandona «la fe» de un día para otro. Al menos no fue así para mí. Aparecieron algunas señales, síntomas menores, detalles que, al principio, preferí ignorar. Como si estuviera germinando dentro de mí una semilla que, tarde o temprano, reventaría y abriría la tierra para salir a la superficie como un tallo verde, tierno, débil aún, pero decidido a crecer y gritar a quien quisiera oírlo: «No creo en Dios».”

Así comienza la última novela de Claudia Piñeiro, Catedrales, que los primeros días de marzo estará en todas las librerías. La autora asegura que se trata de un policial, pero también de algo más, porque la novela no se agota en el crimen realizado hace 30 años y en el cuerpo despedazado que se encontró, sino que atrás de él hay algo aun peor. Ese cuerpo mutilado es la punta del ovillo que desentraña otra trama siniestra.

Piñeiro, que se ha puesto a la cabeza del reclamo por el aborto legal, seguro y gratuito, un tema candente y que divide aguas en nuestro país, también se refiere a él en esta novela que ella resume como una “novela de los mandatos”. Esos mandatos establecen, entre otras cosas, cómo debe ser una mujer, de qué modo debe comportarse, cuáles son las acciones que le están permitidas y cuáles le son negadas por su condición femenina. 

“Escribí esta novela en tiempos de la militancia –le dice la autora a Tiempo Argentino– pero no todos los temas que aparecen en ella tienen que ver con esa militancia y creo que más que con el tema del aborto, tiene que ver con cierta hipocresía de determinados sectores de la sociedad a los cuales, en algún momento, también pertenecí yo. Probablemente ciertos temas se hicieron más patentes durante la militancia, pero yo venía pensando acerca de eso hace tiempo. La novela trabaja, concretamente, sobre una familia católica en la que una de las tres hijas aparece descuartizada en un descampado. La vida transcurre durante 30 años sin saber lo que pasó. En ese lapso, una de las hermanas se hace cada vez más católica, mientras que otra se hace completamente atea. La novela muestra de qué manera a veces la hipocresía de algunas instituciones, no de todas, gobierna nuestros actos.” 

En Catedrales, un padre se pregunta cuál es la responsabilidad que le cupo en el hecho de que su hija no pudiera expresarse y decir lo que le pasaba. De esta forma la autora explicita toda la cadena de silencios y complicidades inconscientes o conscientes que hay detrás del hecho de que la sociedad no le permita a una mujer decidir sobre su propio cuerpo, ponerle fin a un embarazo no deseado.

La religión aparece como uno de los condicionantes del pensamiento respecto de la mujer. Y, en este sentido, cualquier parecido con la realidad no parece mera coincidencia. Si alguna institución ha influido fuertemente para que el aborto haya sido y siga siendo punible en nuestra sociedad en pleno siglo XXI es la Iglesia. “Trato de no pensar en aquel día –dice un personaje femenino de Catedrales-. Trato de que mi hermana Ana siga siendo, en mi recuerdo, la que se metía en mi cama a contarme secretos. Deposité todas mis preguntas en la fe o en la falta de fe. Desde que me negué a rezar junto a su ataúd cerrado, cuestiono cualquier relato, de la religión que sea, con el que se siga transmitiendo, aún en el siglo XXI, una construcción ficcional como si fuera la verdad. Me inquieta no poder descifrar qué hace que tantas personas, miles de años después, sigan creyendo en historias que no resisten la prueba de verosimilitud que le exigimos a cualquier ficción menor.”

Respecto de su propia relación con la religión, la autora dice: “No puedo negar que todas las reflexiones que aparecen en la novela son reflexiones que yo misma me he hecho. La religión es algo que me cuestiono y sobre la que tomé una decisión a los 26 años. Yo pertenezco a una familia de tradición católica, pero a los 26 años decidí que yo no creía en eso que me habían inculcado. Es decir que vengo pensando en esto desde hace mucho. No tanto en la fe porque la fe es algo personal, uno cree o no cree, pero sí sobre el tema de cómo  se manipula esa fe para influir en la vida tanto de los que creen como de los que no creen.”

En casi todas las ficciones de Piñeiro los conflictos sociales irrumpen con fuerza. Baste recordar, para citar sólo un ejemplo, Las viudas de los jueves, la novela que ganó el Premio Clarín y con la que la autora saltó a la fama. Los personajes que desfilan por ella pertenecen a la clase que floreció económicamente en la década de los 90 y que constituyó su identidad, precisamente, en función de la riqueza que logró acumular en esos años. Cuando sobreviene la inevitable crisis del 2001, esos personajes que encarnaron el viejo refrán que dice “tanto tienes, tanto vales”, ven comprometida no solo su situación social privilegiada, sino su identidad misma, razón por la cual deciden tomar una determinación drástica. Los cadáveres que se encuentran en la pileta en una casa del country donde viven, remiten más que a un policial clásico, a una trama social compleja que atravesó de una manera u otra y desde diferentes lugares, a todos los argentinos que vivieron esa época.

Del mismo modo, el tema del aborto a que remite Catedrales nos interpela a todos de una forma u otra, ya sea como supuestos defensores a ultranza de “la vida” o como denunciantes de una prohibición injusta que condena a las mujeres de menores recursos a poner en peligro su propia vida para ponerle fin a un embarazo no deseado.

“Quizá porque quise estudiar Sociología y no pude –explica la autora- me interesa mucho lo sociológico. Mis novelas son novelas de personajes, estos personajes son fundantes en mis ficciones. Los personajes me interesan más que ninguna otra cosa.  Pero esos personajes son lo que son porque viven en la sociedad en que viven. A mí me resulta muy difícil separar una cosa de otra. Excepto en Un comunista en calzoncillos. En el resto de las novelas vas a encontrar siempre un correlato entre lo que les pasa a los personajes y lo que pasa en la sociedad de ese momento.”

Los primeros días de marzo, Catedrales hablará por sí misma y, seguramente, nos interpelará a todos no sólo sobre las creencias que manifestamos ante los otros, sino también sobre la honestidad de que somos o no somos capaces cuando expresamos nuestras opiniones.