El Filbita que comenzó ayer en Buenos Aires y que culmina hoy, convocó a diferente figuras nacionales e internacionales ligadas al libro infantil. Una de ellas es la joven ilustradora y autora portuguesa Catarina Sobral creadora de dos libros editados por Limonero: Mi abuelo y Achimpa. Sus dibujos que parecen realizados con técnicas de xilografía, tienen una preponderancia tal que narran con la misma intensidad que la palabra.

En diálogo con Tiempo Argentino contó cómo logra contar historias con letras, formas y colores. Hizo la carrera de diseño y luego una maestría en ilustración. Luego, se lanzó a crear libros en que las imágenes convocan a las palabras para armar historias para chicos que también fascinan a los adultos.

-Vos sos escritora y dibujante de tus libros. ¿Partís de la palabra o de la imagen para hacerlos?

-Pienso el libro álbum como un todo porque este tipo de libro es muy diferente de una novela o de cualquier otro tipo de texto. La comunicación se hace a través del peso y el tamaño del libro, el tipo de papel y la tipografía y, sobre todo, a través de la relación texto-imagen, los vacíos que el texto deja para la imagen y también lo que se produce cuando texto e imagen “hablan” al mismo tiempo, porque cuando los dos están en la misma página, uno necesariamente cambia el significado del otro. Eso es lo que más me gusta del libro-álbum.

-¿Qué es exactamente “libro-álbum”?

-Un libro que tiene más ilustración que texto. Los libros ilustrados son  fundamentalmente textos  que en algunas páginas tienen ilustraciones. El libro-álbum tiene ilustraciones en todas las páginas. Lo que hago cuando me pongo a trabajar es pensar en el concepto de libro como un todo. Generalmente la estructura está dada por un primer boceto de texto antes de empezar a ilustrar. Pero una vez hice un libro por encargo y pensé entonces que me gustaría más dibujar y luego, a través de las imágenes, llegar al texto. Me puse a dibujar sombreros y así nació la historia sobre un sombrerero. En un libro como Achimpa, en cambio, la idea es totalmente verbal y en Mi abuelo los textos se entrecruzan y no es posible leer el libro si no ves la imagen, entonces el modo de trabajo cambia, pero la idea, en principio, es siempre una idea de conjunto.

Uno está más acostumbrado a ver libros ilustrados en el sentido más tradicional. Las ilustraciones, que pueden ser muy hermosas, siempre están supeditadas al texto. ¿Cuándo surge el concepto de libro álbum en que hay una paridad entre dibujo y escritura?

-Es un concepto bastante nuevo. Cuando yo era niña no había libros-álbum o había muy pocos. En el siglo XX este tipo de libro ya existía en ,pero ahora está empezando a aparecer en más países, por ejemplo, en Francia o en Irán donde hay una tradición del libro ilustrado que es increíble, y en muchos más. El libro-álbum crece y además se está hablando más sobre él aunque en mi país, Portugal, no hay una palabra específica para nombrarlo por lo que lo llamamos álbum ilustrado. En francés es album; en inglés, picture-book. Todavía no es un concepto definido en todas las lenguas, no hay una teoría explícita que lo defina.

-¿No retoma un poco una tradición del siglo XIX? Te lo pregunto porque son muy típicos de ese momento los libros en que la imagen tiene mucho protagonismo, los libros troquelados que ofrecen incluso una forma de mover y transformar la imágenes.

-El inicio fue en realidad en el siglo XVII y XVIII donde nace el libro ilustrado con una intención pedagógica. El primero del que se habla es el Orbis sensualium pictus, (El mundo sensible en imágenes), uno libr que muestra los animales a través de grabados y textos. Es un libro de definiciones. En el siglo XX, en los años 60 y 70 hubo muchos experimentos con la materialidad del libro en los países europeos del Este. Se utilizaba acetato con una técnica que tiene que ver con la animación con la que es posible lograr la ilusión del movimiento de las imágenes. Son muchas las cosas que influyeron en el surgimiento del libro-álbum.

-¿Qué técnicas utilizas?

-Muchas diferentes. Me gustan los materiales que “rascan” la página como los lápices y los crayones más que los pinceles. También utilizo el collage.

¿Las imágenes destinadas a los chicos tienen características específicas como, por ejemplo, los colores brillantes o sólo se trata de prejuicios?

-Creo que es una cuestión de libreros (risas). No saben dónde poner los libros. Tienen estantes para libros para adultos y para niños y los ilustrados los ponen en ese estante. Pero cuando yo dibujo no pienso sólo en los niños. Pero, además, si un libro no es bueno para adultos tampoco puede ser bueno para un niño. También a los adultos nos gusta un lindo cuento oral porque no da la sensación de escuchar una historia de infancia. Los libros destinados a los chicos son muy catárticos y creo que en ese sentido, son para todos. Siempre intento hacer un libro que a mí me gustaría tener.

-¿Cómo nacieron Achimpa y Mi abuelo?

-Todavía estaba haciendo la maestría y había escogido como tema de tesis la gramática en el libro-álbum. Me interesaba entender si era posible comunicar a través de la imagen conceptos que son tan exclusivos del lenguaje. Buscando una idea encontré muchos relatos sobre objetos que van cambiando de dueño a lo largo de la historia. Cada vez que cambian de dueño, hay una peripecia. Entonces pensé por qué no hacerlo con una palabra que cambia no de dueño pero sí de sentido y de clase. En el Mi abuelo, lo que me interesó es plantear a través de la imagen un concepto tan abstracto como el tiempo, sobre todo después de leer un capítulo de Los Cuadernos Malte Laurids Brigge de Reiner María Rilke, en el que un hombre decide cambiar todo el tiempo que tenía por delante por minutos y segundos para que ese tiempo sea más rico. Nunca había hecho un libro que incluyera un niño como personaje y transformar al nieto en narrador quecontara lo que hacía el abuelo me dejaba la posibilidad de hacer una relación de contrapunto entre texto e imagen porque si el lector no mira lo que hace el vecino, no entiende el texto.

Hay quien piensa que los libros para chicos necesariamente deben estar ligados a lo pedagógico. ¿Hay alguna intención pedagógica en los tuyos?

-No, decididamente no la hay. Para mí los libros sirven para divertir y para huir un poco de la realidad. Los hago para que quien los lea pueda escaparse un poco a otro lado.