Que Cristina Peri Rossi haya sido galardonada con la máxima distinción literaria que se otorga en lengua hispana no solo es un acto de reconocimiento hacia su obra, sino también un intento de reparación. Desde que el Premio fue creado en el año 1976, sólo lo habían ganado cinco mujeres. Ellas fueron María Zambrano (1988), Dulce María Lynaz (1992), Ana María Matute (2010), Elena Poniatowska (2013) e Ida Vitale (2018).

Quizá por esta razón, en esta oportunidad, las apuestas se centraron sobre ellas. En efecto,  la uruguaya Cristina Peri Rossi sonaba de manera insistente como una de las favoritas, aunque  no parecía demasiado posible que dos mujeres uruguayas lo ganaran con tan poco intervalo de tiempo. Pero lo que parecía imposible, sucedió.  Además de ella, sonaban también otros nombres femeninos: el de la poeta cubana Fina García (La Habana, 1923), la nicaragüense Gioconda Belli (Managua, 1948), las españolas María Victoria Atencia (Málaga, 1931),  Julia Uceda (Sevilla, 1925) y la mexicana Margo Glantz (Ciudad de México, 1930).  Entre los escritores varones el favorito era el español Luis Mateo Diez,

El diario El País de España consigna en la nota que informa la noticia, que hace cuatro años,  en una entrevista para ese medio,  se le preguntó a Peri Rossi a quién le daría ella el Premio Cervantes y, premonitoriamente, contestó: “A Cristina Peri Rossi, para que siga escribiendo”, cosa que siguió haciendo sin necesidad del Cervantes, desde entonces. Quienes otorgan el Premio, sin embargo, parecen haber tomado en cuenta su deseo.

Los dos ejes de su obra son el amor y el exilio –desde 1972, fecha en que se exilió en Barcelona-, sigue viviendo allí.

El ministro de Cultura Miguel Iceta dijo al anunciar el fallo que el trabajo de la escritora se ha centrado, sobre todo, “en la mujer y en la sexualidad” y que en sus años de exiliada ha sabido trazar una conexión entre su país natal y su país de adopción, por lo que su obra es “un recordatorio perpetuo del exilio.”

Su experiencia con la dictadura militar uruguaya fue sumamente traumática. Alojó en su casa a una alumna, Ana Luisa Valdés, que estaba en peligro con el nuevo régimen. El primer día en el que Valdés salió a la calle, desapareció. La escritora cobró entonces dimensión de la gravedad de la situación,  renunció a su  puesto en la universidad y huyó de Montevideo. Salió de su país a bordo del  Giulio Cesare, que tenía como fin de su viaje a  a Génova pero que antes se detenía  en Barcelona. Ese viaje angustioso quedó plasmado en  La nave de los locos. Barcelona sería su destino.

En mayo de este año, fue entrevistada en el blog de Eterna Cadencia. Ante la pregunta por la utilidad de la poesía en la actualidad, dijo: “La poesía es una pasión subjetiva y no cumple actualmente ninguna función social salvo en aquellos grupos en los cuales es una forma de resistencia contra el totalitarismo de la imagen y de los grandes monopolios de la comunicación. La función que puede cumplir es sacar a la luz la obra, tanto en arte como en ciencia, de todas las mujeres que han sido víctimas de la tiranía del patriarcado.” Aunque niegue su utilidad, no le atribuye a la poesía funciones sin importancia, sino todo lo contrario.

Nacida en 1941, en Montevideo, la escritora comenzó a publicar en 1963 y ya desde el principio fue muy bien recibida por la crítica. Su obra se compone de casi 20 libros de poesía, unos 15 relatos  , y cinco novelas.  La última es Todo lo que no te pude decir (2017). Pero su libro más reciente es La insumisa, de 2020, donde despliega una serie de recuerdos de infancia y de sus años de formación como escritora.  

En 1968 ganó en su país el Premio de los Jóvenes de Arca. Desde entonces ha cosechado otros importante galardones como  el Premio Internacional de poesía Rafael Alberti (2000), el Premio Don Quijote de Poesía o el Premio Iberoamericano de Letras José Donoso (2019), y ahora el Premio Cervantes a quien vulgarmente se llama el Nobel de la Lengua Hispana.

El jurado del Premio Cervantes estuvo  integrado por José Manuel Sánchez Ron, a propuesta de la Real Academia; Cristina Maya, por la Academia Colombiana de la Lengua; José Francisco Asís Montero, por la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE). También, a propuesta de la Unión de Universidades de América Latina (UDUAL), por Ana Rosa Domenella; por el Instituto Cervantes, Ignacio Peyró Jiménez; por la Dirección General del Libro y Fomento de la Lectura, Elvira Lindo; por la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE), Laura Revuelta; por la Federación Latinoamericana de Periodistas (FELAP), Ciro Francisco Bianchi Ross, y por la Asociación Internacional de Hispanistas, Maja Zovko.

El galardón, el máximo en lengua castellana, está dotado de 125.000 euros y se entrega por reconocimiento a la totalidad de  una obra y no por un libro en particular.

La flamante ganadora lo recibirá, como es tradición, el 23 de abril, día de la muerte de Miguel de Cervantes Saavedra,  en una ceremonia presidida por los reyes en la Universidad de Alcalá de Henares.

En los dos últimos años, sin embargo, esta ceremonia no se ha llevado a cabo a causa de la pandemia y por el estado de salud de quien fuera el último galardonado, el escritor Francisco Brines, fallecido en mayo de 2020 a los 89 años.

Desde su instauración en 1976, solo lo ganaron cuatro argentinos: Jorge Luis Borges (que lo compartió con Gerardo Diego, en 1979), Ernesto Sábato (1984), Adolfo Bioy Casares (1990) y Juan Gelman (2007). En ese sentido, el vientito de la buena suerte parece soplar hacia la otra orilla.