La edición del Festival Internacional de Literatura de Buenos Aires (Filba), que culminó el 19 de junio eligió como sede La pampa, por lo que fueron homenajeados poetas pampeanos, entre ellos Juan Carlos Bustriazo Ortiz (1929-2010). Para la ocasión el escritor, periodista y editor Cristian Aliaga, titular de la editorial patagónica Espacio Hudson,  preparó una selección de poemas de Bustriazo en razón de ser un conocedor de su obra, dado que publicó hace unos años en su editorial Herejía bermeja,un libro con poemas del poeta pampeano que va por su tercera edición que en este momento está ampliando con el aporte del  textos críticos y con nuevos poemas encontrados que se llamará Hasta mañana lengua. Los años iluminados.

En la entrevista Aliaga se refirió a la dificultad que supuso rescatar material del poeta: “Es una historia difícil de descifrar. Él designa albacea a una poeta y profesora de Letras de La Pampa que se llama Dora Battiston. Ella recibe esa obra casi simultáneamente con el ingreso de él al psiquiátrico, la mantiene guardada durante mucho tiempo, pero no la publica, la retiene. Cuando Bustriazo sale del psiquiátrico –y esto se puede ver en un video que está en las redes que es conmovedor-  l desde su casita muy humilde, donde no tenía un solo libro, dice “yo quiero que me devuelvan mi obra”. Nosotros publicamos su libro en 2008, pero el proyecto de publicarlo venía de mucho antes, lo que pasa es que no lográbamos acceder a los materiales, salvo a los que él me había mandado personalmente que eran cinco o seis libros. Todos están fotocopiados y anillados y tienen una suerte de carta larguísima en las páginas preliminares, donde habla de muchos temas, por ejemplo, de qué está leyendo. Cuando decidimos publicar su obra, él me remite a la profesora que mencioné y ahí entramos en una zona que nunca pudimos decodificar, nunca supimos bien qué pasó. Yo estoy indagando en función de la biografía que estoy escribiendo, pero es algo muy difícil de comprender.”

Y agrega: – “Mi objetivo no es demonizar a la persona que la tenía. Con las jornadas que hicimos en La Pampa comenzó un tira y afloje y pasó mucho tiempo hasta que ella se la entrega. Yo llegué a verla una vez. Era algo con lo que en Alemania o en cualquier país central hubieran hecho una edición facsimilar. Estaban todos los libros que él había descripto y adentro había todo tipo de pequeños materiales, como hojas, piedritas…”

La profesora Dora Battiston se puso en contacto con Tiempo Argentino y ejerce su derecho a réplica.

-¿Cuáles son las palabras de Cristian Aliaga que considera que no son ciertas?

-Para contestar esta pregunta tengo que hacer una breve historia. Mi esposo, Pedro Jaquez, músico, compositor, cantante, quien falleció en 2006, tuvimos una intensa amistad con Juan Carlos Bustriazo Ortiz, casi diría una familiaridad. Convivió con nosotros muchos tiempo tanto en lo amistoso como en lo poético y fue el padrino de mi hijo. Lo conocí  en 1975 y esta relación duró hasta que contrajo matrimonio con Lidia, en 1998. Yo estaba en Buenos Aires y me radiqué en La Pampa por esos años, por lo que nada tengo que ver con la alusión que hace Aliaga a los años 60. Lo primero que quise hacer cuando lo conocí fue publicar algo de él y de Edgar Morisoli, el otro gran poeta pampeano. Mi maestra Helena Huber y yo intentamos publicar en el viejo suplemento Cultural algunos poemas de Morisoli y de Bustriazo por considerarlos los mejores de La Pampa. Eso se frustró porque llegó el Proceso y Albino Gómez, que era el director de Cultura y Nación no siguió al frente de la publicación.  Es decir que nuestra historia con Bustriazo comenzó por el deseo de publicarlo. Luego tuvimos esa gran amistad. Mi marido musicalizó gran parte de su obra, sobre todo del Cancionero. Cuando en los año 90 tuvo una internación en psiquiatría –tuvo varias, en realidad, por problemas de su personalidad-, como eso generaba un torbellino en su vida personal, él decidió darnos en custodia a mi esposo y a mí su obra completa, que estaba manuscrita. Eran más de 70 libros escritos en rollos. Confiaba tanto en mi marido como musicalizador y en mí como estudiosa de su obra, que ya nos había dejado antes una parte. Lo que nos entregó era su obra completa, que no tenía copia y era una joya. Para preservarla nos dio varias pautas.

-¿Cuáles fueron?

– La primera fue que no se prestara a nadie, que no saliera nada de nuestra casa. La segunda fue que no se la entregara a ningún gobierno para que no se hiciera ningún uso político, por lo que la obra tenía que permanecer con nosotros. La tercera era que si existiera la posibilidad de publicarla, que estuviéramos al frente de esa publicación mi marido y yo. Nosotros quisimos publicarla, pero eran circunstancias muy difíciles. Como las dos personas de condición media que éramos,  no teníamos la posibilidad de publicar esa obra completa. La provincia se interesó, pero exigían la entrega de la obra, cosa a la que Bustriazo se negó. Incluso tuvo dos intentos de suicidio por terror de que su obra saliera, quedara dispersa o en manos de alguien que él no quería. A nosotros en realidad tener esa obra nos complicaba, por lo que le sugerimos entregarla a una escribanía.

-¿Y eso se llevó a cabo?

-Sí, con el escribano que él puso y los testigos que él eligió. En un acta quedó documentada la cesión en custodia de su obra a mi marido y a mí con la indicación de que cualquier intento de publicación nos tuviera al frente.

-¿Y qué pasó después?

-Seguimos al frente de la custodia. Pero cuando llegó el momento en que se casó con Lidia, dejé de verlo porque Juan Carlos dejó de visitar a sus amigos de siempre. Comenzó allí una especie de rumor de que Bustriazo y su esposa querían la obra y nosotros no se las dábamos. Fuimos entonces a su propia casa donde vivía con su esposa a decirle que queríamos entregarle la obra pero que esa entrega también se hiciera ante escribano público, del mismo modo que él nos la había entregado. Nosotros éramos responsables de hasta la última página de esa obra que no tenía copia. Él nunca nos pidió la obra personalmente, sino que eran reclamos que llegaban a través de terceros. Realmente a esa altura tener esa obra nos perjudicaba y quería que volviera a Juan Carlos. Intenté hacer el trámite ante escribano y la cosa se dilató. Hasta que un día, cuando él  ya estaba con Aliaga, y otra gente de Santa Rosa, Juan Carlos grabó un video a través del que nos pidió que le entregáramos la obra, hoja por hoja y papel por papel. Hablé con mi abogado y decidió mandarle una carta documento y publicarla en el diario La arena para que se supiera que siempre nuestra intención había sido entregar esa obra, pero bajo escribano público. Yo quería que quedara registrado que se la entregábamos en las mismas o mejores condiciones en que la habíamos recibido en custodia: curada, ordenada e inventariada. Fuimos entonces a la escribanía, la escribana quien hizo un acta donde quedaba registrada esa entrega de esa obra y de otros papeles que él nos había dado. Preferimos hacerlo a través de la escribana porque el encuentro personal hubiera sido complicado.

-¿Y él recibió su obra?

– Si, al día siguiente recibió su obra y firmó un acta en que decía que la recibía en las condiciones en que dije antes. En ese momento sentí un gran alivio porque nunca hice nada con esa obra más que custodiarla de acuerdo a los mandatos del poeta. Por otro lado, también sentí un gran disgusto porque lo que había sido un gran cariño y prácticamente una vida familiar en común quedaba de algún modo degradado por todo lo que se dijo. Me pareció muy bien que se publicara Elegía bermeja y lo que se está publicando ahora por Cultura. Antes de perder la tenencia en custodia de  la obra de Juan Carlos, publiqué con un grupo de amigos el primer tomo para que se continuara publicando de acuerdo a lo que él decidiera. Ese primer tomo se debió a la enorme generosidad del editor  que ya no está con nosotros Ricardo Di Nápoli, yo solo hice la introducción, una corrección y las notas. Fue prologado por el inmenso poeta Edgar Morisoli. Reitero que me parece muy bien que se siga publicando la obra, lo que no quiero es que quede una sombra sobre mi nombre, sobre el de mi esposo y de mis hijos que han quedado muy disgustados. No puedo aceptar esa difamación cuando yo solo tuve un gran amor y fidelidad con los mandatos del poeta.