Daniel está subido a una pequeña torre de madera, una especie de mini atalaya desde donde se ven miles de carpas, unas pegadas con otras, con pasillos angostos que apenas alcanzan para entrar y salir del terreno. Los hombres y mujeres, algunas con niños en brazos, hacen fila para registrarse. Daniel, que trabaja como chofer de ómnibus, ofrece un pedazo de pan que saca de una bolsa y señala desde acá los autos abandonados, hechos chatarra. 

“Todo esto era mata, un despoblado, no había nada”, dice Daniel, militante del Movimiento de Trabajadores Sin Techo, el MTST. 

El terreno, unos 136 mil metros cuadrados, está tomado desde el 2 de junio –diez días antes del inicio del Mundial– por 5000 familias, que viven en lo que acá llaman barracas, carpas construidas con maderas y envueltas en un nylon negro. El asentamiento tiene nombre, se llama Copa do Povo, y está pegado al Parque do Carmo, frente a un planetario y a unos cuatro kilómetros del Itaquerao, el estadio donde la Argentina jugó con Suiza. Queda en el este de San Pablo, la zona pobre de la ciudad más grande de Latinoamérica. 

Los medios tradicionales la llaman invasão, pero ellos se encargan de aclarar que se trata de una ocupação. El terreno, dicen, estaba desocupado y hace 20 años que quienes ahora reclaman su propiedad no pagan los impuestos. La mayoría son habitantes del barrio de Itaquera. De ahí viene el nombre del estadio que la FIFA llama Arena Corinthians y que costó unos 450 millones de dólares. El barrio, donde viven más de 200 mil personas, atraviesa un boom inmobiliario a partir de su construcción, pegado al shopping y a la estación del metro. Joaquín Gómes Santiago, hincha del Palmeiras, 32 años, dice que gracias al Itaquerao el barrio creció. “Hay obras, más trabajo y va a hacer que vivamos mejor”, cuenta. Pero Katja, 40 años, aclara que eso también significó un aumento de los alquileres. Los 400 reales (unos 2000 pesos) que le cobraban por un departamento de dos cuartos, una sala y una cocina, se convirtieron en 750 reales. Katja es ayudante de cocina y está desempleada.Vive de la pensión que recibe por sus hijos.Pero eso no alcanza. 

Joaquín trabaja en una empresa de gastronomía, en donde ve los partidos del Mundial. Otros habitantes de Copa do Povo se van a la casa de familiares. En el asentamiento hay un sólo televisor de 20 pulgadas. Pero ahí no se ve fútbol, sólo las noticias para los más grandes o los dibujos animados para los más chicos. El día del partido inaugural entre Brasil y Croacia, que también se jugó en el Itaquerao, hubo fútbol entre los habitantes del asentamiento, de espaldas al mundo FIFA, como forma de protesta. Ese día hubo insultos contra Dilma, que no volvió a los partidos. Aunque los estadios, como indicó una encuesta de Datafolha, es el lugar dominado por la élite blancas. “Toda Copa tinha que ser do povo”, dice una de las paredes del asentamiento. En el campamento aclaran que no están en contra de que se juegue el Mundial en Brasil, en contra del fútbol, que ese es un gran malentendido. Sí, en todo caso, contra la FIFA y los gastos de la organización. 

“Si hay estadios ‘patrón FIFA’, queremos escuelas, hospitales y trabajo ‘patrón FIFA’”, dice Daniel, el chofer de ómnibus. Unos días después de iniciada la toma –y poco antes del inicio del Mundial– la presidenta Dilma Rousseff recibió a Guilherme Boulos, un joven de 31 años, formado en Derecho por la Universidad de San Pablo y referente de los Sin Techo. Dilma se comprometió a dar respuesta a las demandas.El MTST, que tiene una gran capacidad de movilización, dio una tregua cuando empezó el torneo. Fernando Haddad, alcalde de San Pablo, también del PT como Roussef, aseguró que se aprobaría el Plan Director, por el cual en los terrenos se podrían construir viviendas sociales. “Es lo que queremos, pagar nuestra casa con nuestro salario y eso ahora es imposible”, sostiene Daniel, hincha de San Pablo, que gana 30 reales por día en su trabajo como motorista, sólo un poco por arriba del sueldo mínimo de 800 reales. El alquiler de un ambiente en Itaquera, según dice, hoy no baja de los 500 reales.

El Plan Director, un programa de urbanismo para los próximos 16 años, se aprobó el lunes pasado en la cámara municipal paulista por 44 votos a favor y ocho en contra. Unas 5000 personas se movilizaron desde Copa do Povo hasta el centro para generar presión. Boulos estuvo ahí.En el MTST aseguran que no intervienen en la política partidaria. Boulos se saca fotos con Dilma y también con el alcalde Haddad. Tienen un buen diálogo. Hace 13 años, Boulos dejó su casa paterna en un barrio de clase media acomodada y se dedicó a apoyar las ocupaciones. Vive en un asentamiento de Taboâo da Serra junto a su pareja, también una militante del MTST. El referente de los Sin Techo sostiene que la ocupación fue el producto de la especulación inmobiliaria en la zona. “No fue la Copa lo que causó este proceso, pero lo agravó”, dijo en una entrevista con la revista Carta Política. La obra del Itaquerao se la otorgaron a Odebrecht, uno de los consorcios más beneficiados por el Mundial: también le dieron el Maracaná en Río de Janeiro, el Arena Fonte Nova de Salvador, y el Arena Pernambuco de Recife. 

“El MTST es un movimiento pacífico muy bien organizado, que cuida mucho la seguridad de su gente, pero sin armas. Un modelo de acción”, asegura Marciano Kappaun, un antropólogo de la Universidad de San Pablo. 

Unas 1000 familias están en lista de espera para poder ingresar a la ocupación con su carpa.Todos se ayudan entre todos para levantarlas. En la cocina comunitaria se hacen macarrones y arroz. Diez baños están dispuestos para todos los habitantes del asentamiento. Sólo hay energía eléctrica en la parte de adelante del terreno. Dentro del asentamiento no hay luz y está prohibido hacer fogatas o prender velas.Cada tarde, cuando cae el día, se hacen las asambleas para decidir los pasos a seguir.Los oradores se suben a la tarima donde ahora está Daniel, que quiere a Brasil campeón del mundo. El día en que la Selección le ganó al borde del infarto a Suiza hubo festejos en Copa do Povo. No fue por el triunfo del equipo argentino, sino por la aprobación del Plan Director. Aunque Marciano, el antropólogo de la Universidad de San Pablo, jura que si buscamos podemos encontrar muchas camisetas celestes y blancas. Y tantos fanáticos de Messi como de Neymar. A sus espaldas, se lee una bandera que no necesita traducción: “O povo quer casa”.