La crisis económica generada por la pandemia tanto en la Argentina como en el resto de los países afectados por el coronavirus es generalizada. Los más afectados son los trabajadores informales que viven del trabajo que realizan diariamente. Suele citarse como ejemplo de este problema tanto a quienes tienen un oficio específico hasta a quienes se sustentan con changas. Pero existen sectores que, por las características mismas de su trabajo, no tienen visibilidad social y, por lo tanto, además de dejar de percibir sus ingresos, están excluidos de los beneficios con los que el gobierno trata de paliar la situación crítica por la que atravesamos.

Tal es el caso de los Profesorxs Independientes de Teatro (PIT) que no están sindicalizados, no tienen una entidad que los represente y que, por lo tanto, no son escuchados ni aplican para recibir ningún tipo de beneficio. PIT nació, precisamente, de esta situación de emergencia económica y se trata de una agrupación de hecho que no tiene todavía ningún tipo de validación formal.

El delegado de una de las comisiones en que está organizada la agrupación, Nano Zyssholtz, le cuenta a Tiempo Argentino cuáles son los problemas específicos que atraviesa el sector y de qué forma nació PIT.

“A partir de mediados de marzo de este año -dice-, cuando se decretó el aislamiento social preventivo y obligatorio, nos reunimos un grupo de profesores independientes de teatro porque no dimos cuenta de que no íbamos a poder desarrollar nuestra actividad. Comenzamos a comunicarnos entre nosotros y por primera vez nuestro sector comenzó a reunirse forzado por la situación de la pandemia, cosa que no había hecho antes de eso.”

Y agrega: “Los profesores independientes de teatro no trabajamos dentro de una institución, sino por nuestra propia cuenta. Algunos no son totalmente independientes porque tienen actividad, pero nuestros ingresos principales provienen del trabajo que hacemos en nuestros talleres. De modo que, con el aislamiento, nuestros ingresos se cortaron. Nuestra primera medida, luego de agruparnos, fue censarnos para saber cuántos éramos realmente en el AMBA, que es nuestro entorno más cercano y también el área más comprometida por la pandemia. Una vez censados, nos reunimos en una primera asamblea y decidimos hacer un manifiesto y elaborar un protocolo, porque pensamos que no tenía sentido ir a pedir algo a las autoridades sin llevar una propuesta. Comenzamos entonces a solicitar reuniones con las autoridades de la Ciudad. Después de insistir bastante nos reunimos con el ministro de Cultura de la Ciudad Enrique Avogadro que nos dijo que nosotros tenemos la posibilidad de dar clases virtuales. En este momento estamos en una mesa de trabajo que no avanza con la rapidez que necesita el sector. Tenemos compañeros en situación de extrema vulnerabilidad.”

El protocolo elaborado destaca el hecho de que, por lo menos los talleristas que trabajan con adultos, lo hacen en los horarios en que hay menos circulación en la ciudad.  Además, el censo les permite saber quiénes dan clases en cada comuna y redistribuir a los alumnos en función de eso. El resto de las medidas son similares a las de cualquier otro rubro: mantener la distancia establecida, declaración jurada para entrar, tomar la temperatura, no tener contacto físico, turnos reducidos y limpieza entre clase y clase.  La única particularidad es el uso de barbijo. “Por nuestra tarea –explica Zyssholtz- no podemos usar barbijo debido a que es muy importante la expresión, por lo que sugerimos usar esas mascarillas que tienen una vincha que sostiene un plástico aislante.  Nos respondieron que íbamos a volver a trabajar cuando volvieran a hacerlo los docentes en las escuelas, pero no es lo mismo. Nosotros no estamos amparados por ningún estatuto docente.”

El trabajo de enseñanza en el rubro teatral presenta muchas dificultades para poder realizarse de manera virtual y una de ellas es que la presencia es constitutiva del teatro. A esto se suma la cantidad de gente que abarca, mucha de la cual no cuenta con los medios para para poder acceder al dictado o recepción de clases virtuales.   “Algunos –dice Zyssholtz- podemos implementar clases online o tener algún ahorro para hacerle frente a la situación, pero gran parte de los compañeros no tiene nada. Nuestra tarea, por definición, tiene que ver con la presencia. Entendemos que podemos apoyarnos en la virtualidad como un paliativo pero el tema es que no estamos preparados para eso. Tenemos problemas de equipamiento. No todos los profesores tienen la computadora y la conexión que necesitan y mucho menos cuentan con esos elementos los alumnos. Además de presentarle un protocolo, una de las cosas que le pedimos al gobierno de la Ciudad es una ayuda en este sentido, que equipe a los profesores que lo necesiten, que les paguen una conexión a Internet.”

La apertura de algunos comercios demostró que no bastaba con subir las persianas para que accedieran compradores como sucedía antes de la pandemia, por lo que es lógico preguntarse si, a partir de su reapertura, los talleres teatrales volverían a contar con alumnos. Ante esta pregunta Zyssholtz responde: “A diferencia de un local comercial donde uno puede comprar o no hacerlo de acuerdo a la necesidad que tenga de un producto, nosotros formamos una comunidad y aunque seguramente la presencia de alumnos en nuestros talleres no sería igual que antes de la pandemia, creemos que es una instancia superadora del trabajo virtual y del hecho de no poder trabajar como les sucede a tantos compañeros. Nuestro censo dio como resultado que en CABA hay 800 profesores y 25.000 alumnos. Lo que hacemos nosotros no está ligado sólo a la educación, sino que somos un pulmón cultural. Formamos actores que luego van a trabajar en obras de teatro, en películas, en la televisión, en los comerciales. Además, según nos fuimos enterando a partir de las respuestas de los alumnos, nuestros espacios de enseñanza son también espacios de contención psico-social. Si teníamos un grupo de 20 personas sabemos que en este momento no van a volver las 20, pero con que vuelvan 10 ya va a estar pasando algo. Creemos que vamos a tener una respuesta positiva de los alumnos.”

Respecto de los problemas específicos que padecen quienes enseñan teatro en sus propios talleres, dijo: “Nuestro sector quedó, además, fuera de todo, porque puede pasar, por ejemplo, que un profesor, por dar dos horas de cátedra en la Universidad Nacional de las Artes (UNA) o en la Escuela Municipal de Arte Dramático (EMAD) no pueda acceder al IFE, cuando estamos hablando de una persona que percibe sólo unos 4000 pesos por sus horas de cátedra. Como nuestra estructura laboral es tan irregular si, por ejemplo, nos salió un trabajo actoral en enero tampoco podemos acceder al IFE ni a un crédito a tasa cero. Nuestro reclamo mayor es ser tomados como trabajadores de la cultura. Creo que ese es el reclamo madre porque significaría poder acceder a los mismos beneficios que el Estado está dando a otros sectores. Entre nosotros hay muchos monotributistas pero hay muchos también que trabajan de forma totalmente informal porque no tienen ni siquiera la posibilidad de acceder a ese régimen, entonces trabajan en negro. La única ayuda que ofrece el gobierno tiene que ver con el Plan Podestá o con el Fondo Metropolitano de las Artes a los que es muy difícil acceder porque exigen mucho papeleo, y en este momento es más difícil todavía.”

Por último, destaca: “Queremos visibilizar nuestro sector que comenzó por abarcar CABA, luego AMBA y que de a poquito va estableciendo lazos con el resto del país. Si bien no tenemos ninguna representación que nos ampare, estamos en formación y tratando de construir una agrupación que sea lo más horizontal posible.”