Escritor, periodista, traductor y amante del rock, Eduardo Berti es, además, un explorador curioso y apasionado de los mecanismos de la literatura y un trabajador incansable. En lo que va del año ha publicado Faster (Impedimenta) y Por (Gourmet Musical). Ambos libros lo trajeron a Buenos Aires, lugar en el que nació, aunque desde hace tiempo reside en Francia. A esto hay que agregar que Berti es uno de los dos únicos integrantes latinoamericanos de la OuLiPo (acrónimo en francés de Taller de Literatura Potencial), un grupo fundado en 1960 por el escritor Raymond Queneau y el matemático Francois Le Lionnais y que integraron entre muchos otros, Georg Perec e Ítalo Calvino.

En Por, tal como lo indica el subtítulo Lecturas y reescrituras de una canción de Luis Alberto Spinetta, Berti saca a relucir su espíritu lúdico jugando con esa canción de 47 palabras sueltas: las pone en orden alfabético, las divide en masculinas y femeninas, las ordena por agudas y monosilábicas… Las escribe en espiral, las traduce al japonés y las somete a muchos otros juegos que revelan sentidos inesperados. La canción fue compuesta por Spinetta junto a su pareja, Patricia Salazar, en 1973 e integró el disco Artaud de Pescado Rabioso.


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En Faster parte de un hecho cierto: la entrevista que él y su amigo le hicieron a Juan Manuel Fangio cuando tenían 13 o 14 años. La nota era para una revista escolar que fundaron en 1978. A los dos amigos que recién entraban en la adolescencia los unía también el amor por The Beatles, en especial por George Harrison, autor del tema «Faster». El resto lo harán la memoria verdadera, si es que tal cosa existe, y la memoria falsa pero auténtica de la literatura.

Quien lea Faster podría pensar que se trata de una autobiografía, pero sospecho que no lo es. ¿Qué es?

–No es una autobiografía. Hay cosas que son ciertas, otras que son inventadas y entre los dos extremos hay cosas que han sido modificadas en beneficio de la ficción y otras que han sido modificadas por el tiempo y el olvido. Esto último para mí no era un problema, sino todo lo contrario, una herramienta más de la ficción. La memoria se mueve en círculos y hay anécdotas que conté tantas veces que yo mismo no sé qué es verdad y qué no. Los círculos que dibuja la memoria tienen que ver con la forma del libro. Pensé en un libro con ritornelos, que se moviera con giros como la memoria, como los giros de los coches en una carrera, como los giros de los discos. Hay ritornelos que son reales y otros que son ficticios, pero no voy a decir cuál es cuál. En todo caso, el yo es sólo un punto de partida.

–En Faster volvés una y otra vez sobre una nota periodística, es decir, partís de un texto.

–Sí, pensé que la había perdido. La entrevista es cierta, la hicimos de verdad. Empecé a escribir el libro sin tenerla. Ya casi estaba empezando a inventarla cuando hice un viaje a Buenos Aires y la encontré. Lo que ocurrió fue muy extraño. El libro habla de la amistad, pero también de los inicios y juro que no recordada que en esa entrevista Fangio había dicho «con ustedes solamente voy a hablar de los inicios». Cuando me encontré esa frase no lo podía creer. Esa entrevista está en el libro, está tocada y hay una serie de motivos que se repiten: la literatura, el periodismo, la relación entre ambos amigos, los géneros, la lentitud y la velocidad, la música… La amistad con Fernán me permite llamar a Fangio, porque de otra manera no lo hubiera hecho.

–A esa edad uno hace cosas que no haría con 20 años de experiencia.

–Sí, es una edad en que uno no tiene nada que perder y encontrar cómplices en esa etapa te hace sentir que podés hacerlo todo. No es casual que sea en esa etapa cuando se forman muchos grupos de rock. La historia de la entrevista a Fangio corresponde a la prehistoria del periodismo, pero más tarde hice periodismo y en ese ámbito me animé a hacer cosas que habitualmente los tímidos no nos animamos a hacer. En esa experiencia temprana hubo algo que me marcó. Siempre me pregunto qué hubiera pasado si Fangio no nos hubiera atendido, si nos hubiera tratado mal o si nos hubiera mandado a freír churros. No creo exagerar cuando digo que fue un hecho decisivo en mi vida. Cuando casi diez años más tarde tuve la inconciencia de llamar a Spinetta para hacer Spinetta, crónica e iluminaciones, aunque en el momento no me di cuenta, estaba volviendo a llamar a Fangio. Es una historia que vuelve todo el tiempo a mí. Creo que fue mucho más importante de lo que pude darme cuenta en el momento en que sucedió. Ya el simple hecho de tomar un colectivo y atravesar la ciudad hasta el Riachuelo para chicos de 13 o 14 años de clase media acomodada era una aventura. No teníamos idea de lo que era eso. Claro, lo demás es literatura y la literatura permite exagerar y condensar muchas cosas, pero de ese día y de esa anécdota me acuerdo siempre. Mi hijo tiene ahora más o menos la edad que tenía yo cuando le hicimos la entrevista a Fangio y eso hace que reviva esa experiencia. Tuvimos una charla hace un tiempo y me descubrí contándole como un viejo choto por enésima vez la historia de Fangio. Creo que en la Argentina de Videla, tener con un amigo esa especie de contraseña que eran los Beatles nos empujaba a investigar más, a dejarnos llevar por la curiosidad. Fue mi curiosidad lo que me hizo periodista. Y mi parte más soñadora, más lúdica, más disconforme con la realidad, más rebelde frente al concepto de «lo normal» lo que me llevó a la literatura.

–Ser periodista es tener piedra libre para preguntar cuando uno ya pasó la edad de los por qué.

–Totalmente. Uno es un privilegiado. Es cierta esa frase que dice que un periodista es alguien que se educa en público. No creo en la división entre periodismo y literatura porque cada vez creo menos en los géneros. La verdad es qué no sé qué es mi novela y  la verdad es que no me importa.

–Mencionás un par de veces a Perec en Faster.

–Sí. Descubrí que Fangio no sólo aparece en Je me souviens de Perec, sino también en Tintín. Un amigo francés fanático de este personaje me envió la imagen de un cuadrito en el que Tintín le grita ¡Fangio! a un personaje que iba corriendo en un auto.

¿Por qué de Artaud elegiste analizar el tema «Por»? ¿Quizá porque es el ombligo del disco por su originalidad?

–Me gusta la idea de que por sea una especie de ombligo del disco. Siempre me gustó Spinetta y Artaud me deslumbró desde siempre. Pero con «Por» me sucedió algo muy particular, ya que su letra siempre me pareció un misterio. Es una canción original, de una belleza absoluta. Con el tiempo fui sabiendo más cosas acerca de ella como, por ejemplo, que la letra la había escrito con su mujer, Patricia Salazar, que en ese entonces recién era su novia. O sea que prácticamente fue de las primeras cosas que hicieron juntos para conocerse más. A medida que fui leyendo más sobre Artaud me daba cuenta de otros secretos de la letra. Siento que «Por» es una canción que a medida que pasaba el tiempo iba creciendo más en mí. Y un día me puse a jugar con sus palabras, no con la intención de que ese juego terminara en un libro, sino para hacer algo para mí.

–¿De qué manera encaraste el trabajo?

–La canción está compuesta por 47 palabras sueltas. Me puse a jugar con ellas y me di cuenta de que tenían infinidad de posibilidades de combinación. Jugar con las palabras es un modo distinto de leer «Por». Lo que propongo en el libro son lecturas y, por lo tanto, reescrituras nuevas. Por ejemplo, hacer la lista de las palabras femeninas y masculinas también es una forma de leer la letra. Así fui encontrando nuevos elementos y nuevas riquezas en el texto. Cuando empecé a trabajar sobre los múltiples significados de por me sorprendió la idea de pensar la palabra como signo de multiplicación. Y cuando hice la reescritura en forma de espiral me di cuenta de que la palabra fin estaba en el medio.

–¿Lo que le proponés al lector es que participe de un juego?

–Sí. Incluso en un momento surgió la idea de hacer un mazo con las 47 palabras para que el lector las pueda combinar como le parezca. Algunas de las reescrituras de la letra tienen fuerza propia como texto, pero no son cantables y otras sí. Por eso se me ocurrió invitarlos a Rodolfo García y Emilio Del Guercio, que fueron parte de Artaud, a participar del juego.


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–¿Traducir las palabras al japonés fue una vuelta de tuerca del juego?

–Así es. Y la versión en japonés se podría cantar, aunque tendríamos que conseguir a algún cantante que se animara a hacerlo.

–La propuesta no es explicar o teorizar sobre la letra.

–No, sería ir contra la naturaleza de la canción. La palabra por es absolutamente polisémica. Por eso es que siempre sentí la letra de esta canción como una invitación a seguir buscando cosas en ella. Y no pretendo cerrar esta invitación. Hice reescrituras en varios sentidos, pero hay miles de otras reescrituras posbles.

Descubriste muchas cosas jugando con la letra, ¿cuáles te sorprendieron más?

–Varias. Por ejemplo, descubrí que las letras que componen los nombres de Luis Alberto Spinetta, Patricia Salazar y Antonin Artaud suman 47, la misma cantidad de palabras que componen «Por».

–¿Qué creés que tienen en común los dos libros?

–Los une mi pasión por la música y los dos tienen títulos de canciones: «Por» de Spinetta y «Faster» de George Harrison, mi Beatle favorito. «