Si algo demuestra la escritura del autor y artista visual puertorriqueño Eduardo Lalo, que recientemente visitó la Argentina, es que la palabra tiene carácter performativo: decir es hacer.

Su último libro, Intervenciones (Editorial Corregidor), es quizá el ejemplo más contundente de que decir es intervenir el mundo en un sentido estético y, a la vez, es intervenir en el mundo, en un sentido activamente político.

El mismo está conformado por textos diversos: conferencias, columnas, cartas, alegatos y discursos, desde el que dio al recibir el Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos en 2013, hasta el que leyó en el funeral del escritor Ángel Darío Carrero. El material está ordenado en tres bloques: El Caribe gris, El «desto» y Huracanópolis. Incluye, además, algunos trabajos plásticos del autor.

«Ninguno de estos textos se hubiera redactado –dice Lalo en la Nota inicial– si alguien no lo hubiera solicitado.» Y agrega: «Por muchos años fui un escritor de estudio, pero esto que el lector recibe ahora es escritura en vivo, performance, texto de cantautor.»

En su excelente prólogo, César A. Salgado analiza las diferentes acepciones de la palabra intervención cuyo plural da título al libro de Lalo. El propio autor, por su parte, habla de performance. ¿Pero cuáles son las acciones que realiza Lalo a través de su escritura y que se condensan en el libro en cuestión, aunque están presentes en toda su literatura?

«Vengo de Puerto Rico, frontera extrema de América Latina –dice el autor en «El hermoso hoy», texto de aceptación del Rómulo Gallegos–, el único país latinoamericano conquistado dos veces. El país al que la administración colonial española le negó la imprenta hasta comienzos del siglo XIX, al que no le permitió crear una universidad por más de cuatro siglos, al que entregó como botín de guerra, como si fuera una hacienda o un cargamento de azúcar, a un nuevo dominador. Soy de ese lugar que vivió la globalización aun antes que cualquier otra sociedad, de que existiera el término y el conocimiento tanto de sus consecuencias como también de las formas de oponerla (…)».

El breve fragmento da cuenta de que una de las acciones fundamentales de la escritura de Lalo es realizar una cartografía de Puerto Rico tanto en sentido literal como en el sentido histórico-político. Simone, para citar sólo un ejemplo de la novelística del autor, es una novela cartográfica que traza obsesivamente las coordenadas de la ciudad de San Juan.

De este modo la escritura intenta hacer visible lo que la historia se ha empeñado en invisibilizar. Decir «vengo de Puerto Rico» es a la vez un acto de afirmación y de negación ya que quiere decir también «no provengo de los Estados Unidos y, tengo el derecho a mi propia identidad por lo que mi país debe ser liberado del colonialismo que padece por segunda vez», aunque haya quien se confunda con la contradictoria clasificación del país natal de Lalo como Estado Libre Asociado.

«El escritor marca la superficie del mundo con el paso de su sombra», dice Lalo en el mencionado discurso. Y él lo hace a conciencia tratando de fijar en la escritura un territorio geográfico y cultural que tiene existencia propia más allá de las prepotencias políticas imperialistas.

Lo geográfico y lo político aparecen en él íntimamente relacionados, ya que Puerto Rico tiene un doble carácter insultar. No sólo es un espacio rodeado por el mar, sino también por «el peso de un gentilicio que difícilmente se asocia a la grandeza y a la victoria».

El desbaratamiento de los lugares comunes que a fuerza de repetirse se han naturalizado como verdades indiscutibles es otra de las acciones de la escritura de Lalo.

Lejos de la concepción de la literatura como un inocuo y prestigioso producto artesanal nacido de la imaginativa mente del escritor, él la concibe como sublevación, lucha, resistencia. Esta actitud, que es una característica distintiva de toda su obra, aparece explicitada en la conferencia «El cuerpo de los signos» (San Juan, Puerto Rico, 2016). «Al escritor –afirma– se lo reduce a ser un productor de historias que ha claudicado, olvidado o, acaso nunca ha estado consciente, de las posibilidades de la página (…) La página de papel (o si se quiere la página iluminada de un aparato electrónico)  es un espacio. Es decir, un lugar de acción: un ruedo, un foro, una arena de combate (…) Sobre ella se da la lucha de un corredor de fondo».

A partir de su carácter fragmentario, Intervenciones sugiere una forma de abordarlo. No es un libro para leer de un tirón. La concentración conceptual y poética de cada texto invita a saborearlo lentamente, a dejarse impregnar por él, a metabolizarlo y a retomarlo con la seguridad de que cualquiera de los textos interpelará al lector como si le tocara el hombro para llamar su atención y de que en cada uno de ellos se encontrará las sorpresas de un hallazgo. «