Quizá pocos autores tengan el talento humorístico de Eduardo Mendoza, quien ha sido galardonado con el Premio Cervantes, considerado el Nobel de las letras hispánicas y que fue entregado hoy.  Ayer, Mendoza, autor de libros como La verdad del caso Savolta y El laberinto de las aceitunas, fue homenajeado por el rey Felipe VI quien destacó, precisamente, el carácter humorístico y “cervantino” de su obra. «Con su manera singular de expresarse y de narrar historias, Mendoza se convirtió en autor de éxito dentro y fuera de nuestras fronteras, obsequiándonos horas y horas de entretenimiento y diversión», dijo el monarca en un almuerzo con un centenar de representantes del mundo de las letras en el Palacio Real de Madrid. 

El rey se refirió, además, a su “capacidad extraordinaria para atrapar al lector con una mirada que es, al mismo tiempo, ilustrada y humorística, inherentemente cervantina.» 

Mendoza recibió el premio en el Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares, la ciudad natal del autor del «Quijote». Curiosamente, uno de los mayores representantes de la literatura escrita en lengua castellana como lo es Mendoza, reside en Londres.  El diario La vanguardia de España considera que su alocución fue «graciosa, dulce y fácil». 

Según lo consigna el periódico, Mendoza no nació cervantino, sino que se hizo cervantino con el correr de los años. Le costó acceder al Quijote porque era más afecto a los cómicas del Coyote y porque, según sus palabras, el libro de Cervantes «estaba secuestrado por la retórica oficial».  

Pero luego, se produjo una gran identificación con el alocado héroe cervantino, ya que como él, también Mendoza sentía deseos de recorrer el mundo, vivir amores y deshacer entuertos.  Se identificó, además, con su humor que el autor premiado definió como «un humor que no está en las situaciones ni en los diálogos, sino en la forma de mirar el mundo.»