Este martes, mientras el presidente Mauricio Macri les contaba a las autoridades de India que Rabindranath Tagore había estado en Buenos Aires alojado en la casa de Victoria Ocampo donde él mismo había vivido un tiempo, en Buenos Aires cerraba sus puertas Clásica y Moderna, una librería emblemática con 80 años de trayectoria que, ubicada en la calle Callao 892, se convirtió en un rasgo de identidad de la ciudad. Fundada en 1938 por Francisco Poblet y su esposa Rosa, muy pronto se transformó en un espacio en el que se dieron cita artistas, intelectuales y políticos. 

El dueño del espacio ganó el juicio por una deuda de alquiler superior a los 500.000 pesos y ayer intervino la justicia desalojando el local que permanecerá con custodia judicial durante 30 días. Hay razones suficientes para creer que la legendaria librería puede desaparecer del mapa cultural como desaparecieron tantas otras no sólo en Buenos Aires, sino también en muchos otros puntos del país.

Mientras tanto,  el ministro de Cultura de la Ciudad Enrique Avogadro se reunió con el administrador del local Fernando Monod, hermano de Alejandro Monod, quien estaba a cargo de la librería hasta que sus problemas cardíacos le impidieron continuar. Alejandro estaba casado con Natu Poblet, un ícono de la cultura argentina que falleció en 2017 y que era quizá la cara más visible de ese espacio cultural.

Avogadro expresó la voluntad del gobierno de la Ciudad de rescatar la librería y, hacia el final del día de ayer, los actores culturales expresaron una cierta confianza en que el cierre no sea definitivo. Mientras tanto, los diez empleados de Clásica y Moderna fueron despedidos y el dueño cambió la llave del local. Esta miércoles, en Google figuraba como abierta e indicaba que el horario de cierre era a la una de la mañana. Sin embargo, ninguna voz respondía el teléfono. Es probable que haya que esperar los 30 días que dura la custodia judicial para conocer el destino de la librería que fue declarada de interés cultural por la Legislatura de la Ciudad.

En 2008, en un libro referido editado por el escritor Álvaro Abós con dirección de Natu Poblet, en conmemoración de los 70 años de vida de Clásica y Moderna, el periodista cultural Ernesto Schoo escribía en el prólogo: “Es el sitio de los encuentros y las confidencias. El sitio de la amistad. Un sitio de verdad, no virtual: en Clásica y Moderna nos miramos cara a cara, nos encontramos en la realidad concreta, no en el espacio cibernético, propicio a las imposturas. Un foro de convivencia. También de discusión, a veces, por qué no, de discusión civilizada. Un intercambio de opiniones, un vaivén de ideas, una danza de ocurrencias y proyectos que a menudo se concretan.”

En el mismo libro Carlos Ulanovsky la definía como “una zona segura en este mundo inestable en que nos toca vivir.”

Además de una pérdida cultural irreparable, el cierre definitivo constituiría un  hito muy desafortunado, amenazante y ejemplificador: si cierra un espacio como ése todo puede pasar sin que otros cierres produzcan sorpresa y reacción. Agotar la capacidad de asombro es una estrategia que hasta el momento parece bastante eficaz. 

Entre las posibles soluciones para su reapertura, Modot evaluó la posibilidad de que pase a ser un patrimonio público.

Desde su cuenta de Twitter Avogadro, uno de los funcionarios de la ciudad con mejor imagen, expresó su voluntad de encontrar una solución en el mediano o largo plazo.

Es muy probable que la muerte de Natu Poblet, como se señaló en diversos medios, haya precipitado los problemas que enfrenta la librería, pero es necesario entender su cierre no como un conflicto particular, sino como la expresión flagrante de la crisis generalizada del país. Por Clásica y Moderna pasaron figuras como Jorge Luis Borges, Manuel Mujica Láinez y muchas otras, tiene una larguísima trayectoria y es un emblema cultural por lo que su reapertura sería una muy buena noticia en medio de una situación en que las buenas noticias escasean tanto como el dinero en los bolsillos de los trabajadores.

Sin embargo, de realizarse el salvataje que sumaría algún punto al gobierno de Horacio Larreta y a la gestión de Avogadro, no dejaría de ser un parche minúsculo en la debacle cultural (y de todo tipo) generada por el macrismo.

Varias fueron las librerías ubicadas sobre la avenida Corrientes y alrededores que bajaron sus persianas acosadas por la baja de las ventas y el aumento de las tarifas y el alquiler. Todas ellas también contribuyeron a darle a la ciudad una fisonomía característica que producía la admiración de los turistas. Ni siquiera lograron salvarse algunas de libros usados que suelen ser las más visitadas en tiempos de crisis. El fenómeno no es privativo de Buenos Aires, sino de diversas ciudades del país. Algunos libreros dejaron en las vidrieras un cartel ingenioso agradeciéndole al macrismo la gestión que los obligaba a cerrar las puertas de sus locales.

Que Clásica y Moderna volviera a levantar sus persianas sería, por supuesto, un hecho para celebrar, pero no dejaría de ser algo excepcional. Un enfermo en estado grave no puede salvarse con una aspirina. Los libreros necesitan compradores y en la Argentina de hoy, también los libros se han transformado en un artículo suntuario.