El Teatro Colón fue una de las cartas que Mauricio Macri se guardó en la manga. Cerrado en 2006, su reapertura,  restauración y puesta en valor serían la evidencia de la eficacia de su gestión. Sin embargo, tal como nos tiene acostumbrados el actual presidente, el discurso sobre las virtudes de la restauración poco y nada tuvo que ver con la realidad. Tiempo Argentino mostró en su momento cómo el patrimonio mueble era literalmente arrasado sin clasificación y colocado en contenedores a la intemperie para hacer espacio para la reforma del teatro. 

El valor histórico y cultural de esos elementos poco importó al entonces jefe de gobierno de la Ciudad. Partituras y radiadores del teatro aparecieron a la venta por internet, desaparecieron valiosos objetos como si se hubieran disuelto en el aire. El Colón sufrió, además, modificaciones estructurales que perjudicaron su famosa acústica aunque el gobierno se empeñe en decir lo contrario. Los talleres que eran el sello del teatro-fábrica fueron desguazados y trasladados y el cambio del piso del escenario por otro más duro resultó catastrófico para los bailarines.

En 2009 cinco trabajadores del Colón encabezados por Máximo Parpagnoli, fotógrafo del teatro desde hace 33 años, en representación de un colectivo de casi 400 personas presentaron un recurso de amparo. Luego de ocho años salió la sentencia de fondo.

-¿Qué era concretamente lo que ustedes denunciaban?

– Que se estaba dañando el patrimonio edilicio y el patrimonio histórico.

-¿De qué forma se lo dañaba, con qué acciones?

-Con intervenciones que estaban absolutamente desaconsejadas por los organismos internacionales que previamente habían establecido un diagnóstico sobre lo que había y lo que no había que hacer con el edificio, con la fachada, con las paredes, los estucos, los textiles…Por otro ladotambién denunciamos la mala acción del gobierno respecto de la preservación del patrimonio mueble, es decir todo el contenido que tenía el teatro como cuadros, jarrones, muebles, archivos históricos, trajes históricos, biblioteca, esculturas...

-En ese momento Tiempo Argentino mostró ese patrimonio puesto de cualquier manera en contenedores a la intemperie. 

-Exactamente, me refiero a eso. Esa situación devino en varias inspecciones oculares por parte del Juzgado de la Cámara.

– ¿Cuál fue el resultado del  recurso de amparo presentado por los trabajadores?

-La sentencia de Seidel, del juez del Juzgado N° 13, si bien no nos concede lo referido a la parte edilicia porque considera que allí intervino la Comisión Nacional de Paseos y Monumentos, sí nos concede lo referido a la parte mueble. Lo que dice claramente el fallo es que sí hubo un daño al patrimonio mueble, un perjuicio al patrimonio histórico del teatro y que las autoridades nunca presentaron lo que él demandó no sólo en las cautelares sino en audiencias anteriores, es decir, el famoso inventario. Sin él no se puede saber a ciencia cierta qué es lo que se perdió de todo lo que había. Lo que pedía Seidel era el inventario patrimonial del Teatro Colón y que se le informara, dentro de ese inventario patrimonial, qué era patrimonio histórico y qué no . Por ejemplo, las mesas y las sillas de comedor no son patrimonio histórico, pero pertenecen al inventario del teatro. El traje de María Callas que usó en Turandot pertenece al inventario del teatro y, a su vez, es patrimonio histórico. Esta diferenciación que pedía el juez, nunca se presentó porque no se hizo. Las veces que se prometió hacerlo la promesa no fue cumplida. Esto indica que hay un proceder negligente del Gobierno. Ha habido, de acuerdo a las pruebas presentadas, radiadores que se vendieron en Internet, partituras que aparecieron en Amazon.com, pérdida de documentación muy valiosa que el Estado mismo pudo ver en el momento en que estaba almacenado el patrimonio mueble del teatro tanto en el predio de exposiciones como en los talleres Lavardén. Hubo daño y eso está tipificado y claro. Si hay daño histórico es bueno saber que esto le puede competer a la autoridad federal porque al ser patrimonio de todos está comprendido dentro ese fuero.

 -¿Qué consecuencias concretas tiene ese fallo?

-A partir de aquí se abren diversas instancias que veremos cómo se llevarán a cabo, pero hay una primera instancia que demuestra que los trabajadores allá por 2009 teníamos razón, que no fuimos ni somos talibanes de la cultura como nos calificaron Mauricio Macri y Pablo García Caffi, no somos terroristas culturales y ciertamente no merecíamos el agravio, el perjuicio y la ofensiva terrible que tuvo el gobierno de la Ciudad en tiempos de Macri contra los trabajadores del Teatro Colón. Entre otras cosas, dejaró cesantías, descuentos salariales, una delegada muerta que fue Patricia Pérez.

-¿En qué circunstancias murió Patricia Pérez?

-En la parte más caliente de la ofensiva del Gobierno a ella se le declara una enfermedad autoinmune y García Caffi, estando ella en coma y agonizando, seguía haciéndole descuentos salariales por un lado y, por otro, mandándole notificaciones de cesantía a su casa que las recibía su madre. No tuvieron ninguna compasión ni clemencia. Finalmente, en noviembre de 2011, el Día de la Música, Patricia muere. Era delegada de Ate y formaba parte de la Junta Interna del teatro. Luego intentaron hacernos un juicio de 66 millones de pesos declarando que la acción de los trabajadores había provocado un lucro cesante al Estado, como si la función del Estado fuera lucrar con la cultura. Fue un delirio a la cabeza del cual se pusieron tanto Macri como García Caffi y otra serie de funcionarios como el señor Marcos Peña, actual jefe de gabinete, el señor Andrés Ibarra de Modernización del Estado, en fin, la cría que hoy está en el gobierno nacional. Vale la pena hacer una reflexión porque el Teatro Colón fue el laboratorio de Mauricio Macri para ensayar lo que está haciendo en el país. El proceder es el mismo: “hago lo que quiero, no me importan las regulaciones, no me importan las normas establecidas, yo hago y destruyo y no doy explicaciones y cuando me contradicen utilizo todo el poder del Estado, incluso abuso del poder para acallar las voces disonantes y para llevar por delante a todo aquel que se oponga.” Esto fue exactamente lo que pasó en el teatro, ni más ni menos. 

-¿Mejoró en algo el Teatro Colón? 

-Sería bueno que todos los ciudadanos hicieran un balance al respecto, que se preguntaran en qué mejoró el teatro y cuáles de las promesas hechas por Sonia Terreno y sus colaboradores que tuvieron a su cargo el Master Plan, Macri, García Caffi etcétera, fueron cumplidas, cuáles fueron los beneficios de la monstruosa intervención que se hizo. ¿El Teatro Colón produce más que en 2006 cuando se cerró? No. En ese año estábamos con una media de entre diez y once títulos líricos y por lo menos cinco ballets por año, había más conciertos. Hoy, luego de su reapertura, el teatro no puede hacer más de siete títulos por año y no más de tres ballets . ¿La eficiencia de la producción aumentó? No, porque al sacar los talleres afuera no sólo entorpecieron los tiempos de producción que ahora son mucho más largos, sino que los encarecieron significativamente porque a la producción ahora hay que sumarle millones y millones de pesos de flete porque los decorados y elementos escenográficos tienen que viajar desde La Nube, el predio en Chacarita donde se encuentran alojados los talleres de producción pesada como escenografía, maquinaria, escultura, herrería artística y utilería, al teatro un sinnúmero de veces por arreglos y modificaciones. ¿Se acercó más público al teatro que en 2006? Tampoco. El precio de las entradas prácticamente se triplicó o cuadriplicó. Hoy la media para un abono de una ópera no baja de 2000 o 2500 pesos la platea. Eso pone de manifiesto cuál es la valla que pone esta gestión al ingreso al teatro porque las entradas a ese precio segregan a la mayoría de la población que debería poder disfrutarlo. Uno podría pensar que con un cambio de gestión y un cambio de política se podría revertir la cuestión productiva. Pero el tema es que hay un límite físico muy importante porque cuando hicieron el cambio del piso del escenario y pusieron el nuevo puso que es durísimo, luego de todo un litigio judicial en cuyo transcurso los bailarines fueron amenazados y perseguidos, la modificación provocó que cuando usan el escenario haya que colocar lo que se llama un piso de arlequino que es un piso especial. Hubo que comprar dos uno para la sala de ensayo y otro para el escenario. La colocación y permanencia de este piso hace que, a diferencia de lo que ocurría antes de la modificación, no puedan coexistir un ballet y una ópera en el escenario porque no soporta el tráfico escenográfico pesado, se rompe. Con el piso anterior, asentado por lo años y de madera estacionada, se ponía solamente un tapete y la gente podía bailar. Retirar un tapete es algo que lleva a lo sumo una hora. Poner un piso de arlequino y sacarlo lleva muchísimo más tiempo. Es decir que trabaron todo el sistema productivo del teatro, no lo mejoraron, no acercaron nuevo público, encarecieron las entradas. Luego de 150 millones de dólares invertidos en la supuesta puesta en valor, cabe preguntarse para qué se hizo, cuál fue el sentido. Nosotros siempre afirmamos que había que había que hacer una intervención, sobre todo en la parte de servicios, en todo lo que es cañerías, infraestructura eléctrica. Sobre eso nadie puede tener una opinión contraria igual que sobre las cubiertas y las grietas. Pero de ahí a intervenir los 48.000 metros cuadrados del Colón hay una distancia muy grande y la intervención que se hizo fue absolutamente descuidada y ha tenido consecuencias funcionales muy graves, ha costado una millonada y ha excluido a mucha gente de la posibilidad de disfrutar de ese teatro que es público impidiendo la multiplicación del rédito social. Si el teatro no cumple esa función, no está cumpliendo su principal objetivo.

 -Volviendo al tema del fallo, ¿qué va a pasar de ahora en más? 

-Por supuesto, el gobierno apeló. Su apelación es curiosamente corta. El fallo tiene 54 páginas y el gobierno contestó en cinco carillas. En resumen, lo que dice es que no va a cumplir esta sentencia hasta tanto no quede firme.  Es lo que están haciendo con todo. Nosotros apelamos la parte del edificio porque consideramos que hay elementos suficientes para hacerlo. Ahora todo pasa a Cámara de Apelaciones que creo que tiene 30 días para expedirse y luego hay otra instancia que es el Tribunal Superior de la Ciudad y después, la Corte. Estamos viendo estrategias para que llegue lo antes posible a la corte que suele involucrarse en estos temas ya sea a favor o en contra. Nosotros solicitamos que se haga una audiencia pública porque al ser una causa federal cualquier ciudadano tiene derecho a intervenir y a que se le den explicaciones porque en realidad el patrimonio del teatro es de todos. Fijate la contradicción: por un lado, el Gobierno apela porque niega que el contenido del teatro sea patrimonio histórico. Por otro, en la gestión anterior, Darío Lopérfido hizo trámites para que la UNESCO declare al teatro y su contenido patrimonio universal.

 -¿Cómo está hoy la situación de los trabajadores? 

-El daño más objetivo que tenemos hoy es la continuidad de la cesantía de Pastor Mora, contrabajista de la Orquesta Estable, quien era delegado de la Junta Interna de Ate. El suyo fue el único de los juicios por exclusión de tutela que salió favorable al gobierno. Lamentablemente fue el primero. Los otros 11, el mío incluido, le salieron en contra. Macri necesitaba ese resultado porque le alcanzaba para sembrar el terror. A Pastor se le adeudan cuatro años de salario. Si hay una mínima decencia en el gobierno actual, cosa que dudo, e intentara por lo menos hacer un gesto para reparar en parte el enorme daño que le ha hecho a los trabajadores, sería muy bueno que con una firma en un solo acto administrativo, ya que la Justicia ha dicho que tenemos razón, tanto María Victoria Alcaraz como Ángel Mahler y Horacio Rodríguez Larreta firmaran la revocatoria de la resolución que dejó cesante a Pastor Mora, lo reincorporaran, le devolvieran los salarios caídos y empezaran a reparar el enorme daño que le han hecho no sólo al patrimonio histórico, sino también a los trabajadores.