A casi cinco años de su muerte, ocurrida el 23 de enero de 2015, el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata recuerda la indeleble figura de Pedro Lemebel, escritor, performer y prócer del activismo por los derechos de la comunidad LGBT en América latina. Se trata de la película titulada justamente Lemebel, dirigida por la cineasta chilena Joanna Reposi Garibaldi, un documental que busca dar cuenta de lo que este artista inclasificable representó dentro del arduo camino que recorrieron durante el último cuarto del siglo XX la comunidad homosexual y otros colectivos similares, en la lucha por el reconocimiento de sus identidades.

Nacido como Pedro Mardones en Santiago de Chile en 1952 y más tarde rebautizado por propia voluntad con el apellido de su madre como una forma de reivindicar el poder de lo femenino, Lemebel fue un artista del impacto, poeta, cronista destacado y un intelectual muy lúcido y comprometido con sus valores, tanto los estéticos como los sociales y políticos. La película de Reposi Garibaldi da cuenta de una obra inabarcable que Lemebel sostuvo con su cuerpo.

“A nosotros no nos gusta la palabra gay. Nos parece que es despectiva, que no se adapta a lo que es un homosexual pobre en Chile. Nosotros reivindicamos a ‘la loca’, al maricón que lo tiran de un décimo piso porque busca amor. Al que masacran los cafishos. Al que no le dan una puñalada sino que le dan diez puñaladas: una puñalada por el hambre, otra por la cesantía… Los maricas pagamos todo eso.” El párrafo anterior pertenece a una entrevista que Lemebel realizó para la televisión chilena en algún momento a mediados de la década de 1980. Para mensurar el poder de lo dicho y el valor que hacía falta para atreverse a semejante acto, alcanza con decir que en esa época Chile estaba bajo la dictadura que durante 17 años (1973-1990) encabezó el general Augusto Pinochet, una de las más salvajes del siglo XX en Latinoamérica. El documental está construido a partir de este tipo de material de archivo al que la directora pone en el contexto adecuado, permitiendo entender la importancia que tuvo el personaje.

Pero además tiene el plus de incluir un material que Reposi Garibaldi registró especialmente para este documental cuando Lemebel aún vivía. Amiga del poeta, juntos idearon una serie de puestas en escena –simples e íntimas— en las que él se encarga de volver sobre su propia historia en primera persona. Así, en un momento determinado cuenta la historia de cuando resignó su apellido materno para aferrarse al de su madre, mostrando hasta que punto la identidad es una construcción pasible de ser intervenida. Con el valor agregado de haberlo puesto en acción en una época donde el concepto de construir la identidad todavía era percibido como un acto abominable.

En otra escena que lleva al espectador hasta los años ’80, se lo muestra a Lemebel realizando una performance en vivo. La misma consiste en afeitarse el pecho, tallando con su propio vello un corazón sobre su piel. Enseguida lo cubre con cera depilatoria para luego arrancare el corazón a tirones, mientras desde el fondo de la sala alguien repite a los gritos y sin parar: “¡Eso, bravío maricón!” En otra presentación performática realizada junto a su inseparable compañero Francisco Casas, con quienes integraban el aguerrido dúo autodenominado Las yeguas del Apocalipsis, dieron una muestra del poder político de sus intervenciones. Extendieron sobre el suelo de una dependencia pública un mapa gigante de América latina y lo cubrieron con vidrios rotos. Luego, descalzos, bailaron una cueca sobre los filos, de modo que las heridas abiertas iban estampando sus pasos con sangre sobre el tapiz. Eso era Pedro Lemebel. Ese era.

Visto desde un presente angustioso, no solo para su patria sino para toda la región, el documental de Reposi Garibaldi (ganador del premio Teddy con que el Festival de Cine de Berlín celebra a la mejor película con temática de género) parece el documento perfecto para certificar el dolor que representa su ausencia. No caben dudas de que Chile extraña a Pedro Lemebel y su figura ha dejado un agujero sin fin en el campo de la cultura popular. A cinco años de su muerte no son pocos aquellos a quienes les gustaría saber qué consignas lanzaría a rodar el poeta por las calles de Santiago, hoy tan cascoteadas, llenas de humo e injusticias.