En esta época de crisis para el periodismo, donde los medios digitales degradan el oficio y las publicaciones en papel renguean, apoyadas en el bastón de las mismas redes sociales que ayudan a asfixiarlas, la clave de la supervivencia se encuentra en la picardía. El ingenio para crear trucos que ayuden a capturar la curiosidad de lectores cada vez más dispersos, que prefieren ver gatitos en bikini en YouTube antes que leer una nota de cultura. Pero ocurre que los periodistas también somos seres humanos (algunos más que otros), y entonces el hambre se convierte en la excusa para hacer cualquier cosa con tal de vender un diario o robarle un clic al navegante digital. Si hay que cortarle la otra oreja a Van Gogh, se le corta; si hay que inventar un romance entre Oscar Wilde y el Che Guevara, se lo inventa.

Y si hay que hacer que dos de los más creativos humoristas gráficos de la Argentina se suban a la jaula de las artes marciales mixtas a revolearse sardinazos, qué remedio: se hace. Qué tanto. Por eso este domingo Tiempo Argentino se enorgullece en traer hasta ustedes la que fuera definida como la pelea del mes, un mano a manos entre dos de los mejores libra por libra del arte de los dibujitos. De un lado, luciendo musculosa blanca y crocs: Gustavo Sala, quien presenta su nuevo libro, Desgracias totales, un paseo entre las deformidades menos esperadas del mundo del rock. Del otro, con jopo y anteojos de marco grueso: El Niño Rodríguez, que trae bajo el brazo su creación más reciente, Lucha Peluche 5, con nuevas aventuras de sus personajes más populares. Una pelea que promete sangre, sudor y risas.

Si hubiera que definir a los contendores, podría decirse que Sala maneja con soltura el golpe corto y directo, ese que provoca la carcajada explosiva al primer impacto, en tanto que El Niño hace reír mediante trabajadas combinaciones de dos, tres o más golpes. Como en los casos de Foreman vs. Alí, Ray «Boom Boom» Mancini vs. Alexis Argüello, o Neustad vs. Grondona, estamos ante otra batalla clásica entre un noqueador de raza y un estilista puro. La fuerza bruta contra la elegancia, la bestia contra el dandy y otros lugares comunes que buscan con desesperación y sin disimulo estimular el morbo de nuestros queridos clientes… lectores.

En el caso de ambos libros, se trata de recopilaciones que vienen a amontonar en un mismo espacio aquello que originalmente estuvo disperso. En el caso de Sala una serie de trabajos publicados sobre todo en la revista Los Inrrockuptibles, en los cuales se dedica a blasfemar contra las vacas más sagradas del rock, sin escatimar vulgaridad. Cuando debe elegir entre la mesura o el desborde, Sala no duda: siempre se va al carajo. En cambio el libro de El Niño maneja un registro que es a la vez más sutil y narrativo, recorriendo los ejes de la política, la economía o lo social con personajes construidos a partir de un molde más clásico que recuerda al estilo de ciertos dibujos infantiles. Quizá por eso su trabajo pueda ser asociado a la línea plena y sintética de la estética «Cartoon Network», donde brillan maestros como Genndy Tartakovsky o Craig McCraken, mientras que Sala encuentra su genealogía en el pulso imperfecto y el espíritu pringoso de Robert Crumb, pero deshecho a garrotazos de absurdo.

Y si El Niño reúne para la pelea a una troupe de personajes integrada por una conejita que odia que le recuerden que parece un peluche, una familia bolchevique, un periodista transa, un futbolista emo y un ejército de gorilas de alta suciedad, Sala no duda en invocar a un ejército de clones desfigurados de Charly García, Andrés Calamaro, Ricardo Iorio y el Indio Solari, invariablemente acompañados por sus penes, sus culos y sus excrementos. Lo dicho: una pelea imperdible. ¿Quién ganará? Aceptamos apuestas. «