“Sí, se relata” afirma Marcos Mayer desde el título del primer capítulo de El relato macrista. Construcción de una mitología (Ediciones B). Aunque los medios hegemónicos sólo mencionan la palabra “relato” para referirse al kirchnerismo, también el macrismo ha elaborado el suyo aunque con materiales completamente distintos. Para establecer de qué manera constituye este relato, Meyer ha recurrido a materiales heterogéneos, desde discursos oficiales a libros de autoayuda, desde rituales orientalistas a columnas de opinión y decisiones gubernamentales. 

En el origen de este libro-dice su autor, periodista, escritor, traductor, director de múltiples publicaciones y autor, entre otros libros de Las cosas del pensar– figuran  dos hechos que lo conmovieron y lo impulsaron a escribirlo: los chicos de la villa 11-14  que fueron baleados, «un hecho atroz e inadmisible», y la brutal embestida de la patota que, con apoyo policial y bajo la conducción de Mariano Martínez Rojas, sospechado de ser el testaferro de Sergio Szpolski, irrumpió en la redacción de Tiempo Argentino la madrugada del 4 de julio del año pasado con facas, palos y cadenas para desalojar a periodistas desarmados. 

“Emprender una batalla cultural –dice el autor en el prólogo- requiere del ejercicio de una pedagogía, son estos tiempos de desaprender, de –como le gustaba decir al ex ministro de Hacienda, Alfonso Prat-Gay- ponerse a régimen, eliminar grasas. Con ese objetivo en la mira y aliado a ciertas formas del sentido común instaladas en la sociedad hace bastante tiempo, el macrismo y aquellos que ven en la llegada de Cambiemos al poder un imprescindible giro en el curso de las cosas, han ido deplegando, casi nunca de manera programática, una cultura política y un estilo, que va desde las formas discursivas hasta la vestimenta y los hábitos alimenticios.” 

-¿Es posible gobernar sin un relato? Los medios hegemónicos han hablado y siguen hablando del “relato K”, pero es mucho menos frecuente que se hable de un “relato M” como si el kirchnerismo necesitara crear un relato que suplante la verdad, mientras que el macrismo no necesitara echar mano de ningún relato porque gobierna con la verdad.

-Con todas las pinzas con que uno debe tomar esa categoría, pienso que no se puede gobernar sin un relato, sin contarle a la gente el mundo en el que vive o en el que se le quiere hacer creer que vive y el que se le promete. De lo contrario sólo existe un ejercicio burocrático del poder. A mí no me parece mal que haya un relato. El tema es cuál. Creo que el macrismo tiene el problema de no entender qué es la ficción, en ver que la verdad –y en esto son muy positivistas- es un tanto silenciosa y que uno necesita que se la cuenten. Y como ellos son supuestamente los adalides de la verdad y representan la verdad en sí misma, no aceptan que están haciendo un relato. 

-En tu libro hablás incluso de la Historia como una de las forma del a ficción. 

-Creo que una de las cosas por las que vale la pena vivir es porque tenemos ficciones. Pero me parece que esta gente no quiere que haya ficciones. Por eso importan libros de afuera y por algo tienen a un señor como Pablo Avelluto a cargo el Ministerio de Cultura.

 -Decís en tu libro, y esto creo que forma parte del relato macrista, que el orgullo nacional debe venir desde afuera. El orgullo nacional está en el reconocimiento de los mercados, en ese supuesto volver a pertenecer al mundo de que tanto habla el macrismo. No es algo que nace de adentro hacia afuera y creo que el criterio de cultura que manejan tiene que ver con  eso.

 - Sí, es aquello de que un escritor es bueno porque lo reconocieron en otro lado, Borges es bueno porque lo reconocieron en París. Creo que ellos quieren ser la mirada de los otros sobre sí mismos. No sé si es complicado lo que digo. Para ponerle algún nombre podría decir que ellos quieren ser lo que Trump ve en ellos. Esa es su aspiración, decir “soy amigo de Trump”. Es una especie de cholulismo político. Tienen conciencia que hay poderes que son superiores al propio y les rinden pleitesía. A veces llegan a la exageración como cuando Prat Gay le pide perdón a los españoles…

 -O como cuando Macri hace algo parecido ante el rey de España porque en algún momento los españoles fueron expulsados de América. 

-Todo Cambiemos, pero sobre todo Macri, tienen la percepción de que frente a aquellos poderes que son superiores a los propios, no sé si puede decir “bajarse los lienzos”. 

Una de las cosas que señalás como característica de la construcción del relato M, es que el macrismo se presenta como algo absolutamente nuevo, tan nuevo que no tiene historia atrás.

 -Sí, exactamente. Incluso hay algo que llama la atención y es que no hay alusión siquiera a los ocho años que Macri fue jefe de Gobierno de Buenos Aires. Creo que ellos abominan de la idea de pasado y, en ese sentido, son de una frivolidad manifiesta y militante. Consideran que la frivolidad es un valor y la ignorancia también. No es que son ignorantes y lo viven con algún grado de vergüenza. Al contrario, dicen: “total, todo eso a quién le importa”. 

-Tienen tanto problema con el pasado, con la historia, que arrementen incluso contra la figura de Zamba, que se había hecho tan popular entre los chicos.

-Es que no les importa. De repente  tienen eso de «no se metan con Sarmiento que me enseñaron en el colegio que era bueno». Lombardi sale de vez en cuando a decir cómo van a decir esas cosas de Sarmiento. Si escuchás los discursos de Macri en las fiestas patrias, las alusiones a Belgrano o a San Martín son mínimas. Es lo que dice Rozitchner de una forma supuestamente más elaborada: pensamiento crítico no, entusiasmo sobre reflexión, vamos para adelante. Hay un rechazo al pensamiento. Pensar no es algo valorado. Por eso, de hecho no tienen intelectuales y tampoco les interesa tenerlos. Con todas las diferencias que yo he tenido con los intelectuales del kirchnerismo como Ricardo Forster, Horacio González o Pacho O´Donnell, veo que el macrismo no tiene este tipo de figura y no les interesa tenerlas.

 -¿Y por qué no les interesa tenerlas? 

-Porque van a los papeles, porque son los representantes del capitalismo más crudo. Macri es un capitalista y se mueve con esas reglas. Tiene cuentas offshore como todo capitalista que se precie. Lo que tienen son técnicos, aunque tienen algunas dificultades en conseguirlos. Tener a alguien como Bergman en Medio Ambiente es un disparate. Él asume sin conflicto su ignorancia al respecto, lo dice sin problemas. El kirchnerismo se proponía algunas formas de integración ideológica, lo cual también tenía sus complicaciones, pero en el macrismo ese objetivo no existe. El trabajo es siempre de uno a uno. Te tocan el timbre, no hacen actos. 

-Vos señalás que siempre hablan de ir “juntos” pero no de ir “unidos” porque unirse sería delegar o traspasar parte de la identidad propia en el otro.  

– Si ellos le tienen tirria a esa idea. En la medida en que todo funciona a partir de individuos, no de colectivos, no hay necesidad de articular nada. Por eso no tienen intelectuales, ¿para qué los necesitan? Con aciertos mediáticos y en medio del desastre que es la oposición, están en una posición cómoda. Van armando un relato de a pedazos, que no es orgánico, que se va armando con sus propios valores que vienen del mundo del coaching, más lo que les tiran La Nación y Clarín, más lo que dice Mirtha y muchachos como Majul o los Leuco, toda esta gente buena que está tan ocupada en que sepamos la verdad de todas las cosas. Por otro lado, Macri es un cholulo que muere por sacarse una foto con Susana. 

En el libro hablás de los textos de autoayuda, de la new age, de ciertas superstiviones que llevaron a Macri a hacer una “limpieza” energética de la Casa Rosada, de cierto esoterismo, de retiros espirituales del gabinete. ¿No hay en esto ciertas resonancias de otra época. 

-Te referís a resonancias “reganianas”. No creo que esto vaya en la misma dirección. Todo es muy light. El brujo, para nuestra desgracia, creía en todas esas cosas. Creo que hay un esoterismo que tiene que ver con la frivolidad. Esta gente es muy liviana y Macri es el más liviano de todos, entiende mal lo que le dijo la primera ministra británica o hace chistes a presidentes de otros países, le enseña a bailar a Peña Nieto. Hay un disfrute del poder que está hecha de estas pequeñas cosas y la new age no le complica la vida a nadie. Si te dicen “lo importante es que te superes a vos mismo” no quiere decir nada, pero es muy tranquilizador. 

-La idea de felicidad, de la que también hablás, es una idea que, a diferencia de la de bienestar,  alude a lo individual. 

-Tal como lo plantean ellos sí, porque también hay una felicidad peronista. El trabajo de este gobierno no es generar la felicidad general y lo que tenemos que aceptar es que nos gobiernan los felices. Lo que el macrismo ha intentado y no ha logrado es borrar la dimensión de lo social. Lo social se les cuela por todos lados y es ahí donde pierden un poco ese gesto despreocupado. 

-Los medios opositores son muy pocos. ¿Qué pasa con ellos? 

-Yo miré a Navarro hasta que no aguanté más porque muestra lo que pasa con las paritarias, con la importación…Todo eso es cierto, pero genera muchas depresión. Creo que habría que buscar alguna forma que yo no la tengo, de contar las cosas de otro modo porque el tono con que se las cuenta no ayuda. Habría que colocar la crítica en un discurso que no sea la queja ni la autovictimización. Creo que la salida es por el lado del humor porque con la seriedad no nos ha ido muy bien. De hecho, me encantaría que mi libro lo presentaran  Capusotto y Saborido.