Amalia Boselli, la autora de El viaje extraordinario del señor O., es de Tigre. Su ilustradora, Francesca Massai, es italiana y vive en su país, pero estuvo unos años en Argentina, durante la gran crisis de 2001 y 2002. El tiempo que permaneció aquí le bastó para hablar un perfecto español. A la distancia ambas confluyeron en este magnífico libro álbum editado por Pípala. Se trata de una historia onírica, plena de imaginación, que demuestra que cuando un libro infantil es bueno puede leerse con placer a cualquier edad. No importa cuántos años tenga el lector, se dejará llevar por el viaje de este señor de pensamientos tan potentes e imaginativos que se le escapan de la cabeza e interpelan al lector con tanta fuerza que éste, si ya no es un niño, puede volver a ser por un momento el chico que fue alguna vez.

Las dos juntas, cada una desde los distintos lugares del mundo en que viven, dialogaron con Tiempo Argentino. La tecnología, como un buen libro, también puede tener algo de magia y acercamiento.

-¿Cómo surge esta dupla creativa responsable de El viaje extraordinario del señor O.?

Amalia Boselli – Surge en realidad en un libro anterior que también fue editado por Pípala. Se llamaba Los idomables pensamientos del señor O. Fue ilustrado por una ilustradora argentina, Vero Gatti. Cuando escribí El viaje extraordinario del señor O, la ilustradora no podía hacerse cargo del nuevo libro. A la editora de Pípala, Clara Huffmann, y a mí nos gustaron muchos los dibujos de Francesca y así concretamos este nuevo libro.

Es un libro sobre la literatura y los mundos de fantasía, desde Homero a Collodi con su Pinocho hasta los tantos relatos de náufragos que van a dar a una isla…

AB: Si, también hay alguna cita al Submarino amarillo y de Donde viven los monstruos, que es un clásico de Maurice Sendak. En el libro anterior, como decía, el señor O. comienza siendo un niño con indomables pensamientos, son pensamientos que se le escapan de la cabeza. Luego, termina siendo un científico. Ese libro habla de alguien que al crecer pierde al niño que fue y pierde la imaginación porque se construye un gran sombrero para cubrirse ese “problema” que tenía y que era tener pensamientos tan grandes que se le veían. El sombrero se le vuela cuando en un congreso científico ve a una señorita I. que lo cautiva y, aunque era un científico muy serio y respetado comienza a volverse loco de vuelta. Yo trabajo en una ludoteca y cuando una vez que conté este cuento un niño me dijo “yo quisiera saber cómo es el mundo de los pensamientos del señor O.”

El señor O. hace un viaje que comienza en este segundo libro.

AB-: Sí, y es  una historia mucho más onírica en la que aparece mucho más el color. Me encantan los colores que usó Francesca. En este segundo libro el señor O. deja volar sus pensamientos y entonces aparecen las citas a Pinocho y a las cosas de su infancia.

Ricardo Piglia decía que todo relato es un viaje, aunque no sea un viaje en su sentido más literal.

AB-Sí, totalmente, es así.

-¿Cómo fue el proceso de ilustración?

Francesca Massai: – La editora me preguntó si quería ver las ilustraciones del primer libro y yo le contesté que no. No quería influenciarme dado que eran libros relacionados pero que se podían leer de manera independiente. Comencé a hacer la búsqueda de las imágenes por la barba del señor O., como si fuera el hilo que une toda la historia. Luego comenzó la búsqueda de colores y me gustó la idea de trabajar con colores oníricos porque vi la historia como un sueño. Los colores son pocos, pero son colores locos. En el medio del trabajo, surgió la pandemia y se me hizo difícil poner la cabeza en otra cosa que no fuera la situación que estábamos viviendo en Italia, pero logré hacerlo. Y también quiero mucho este trabajo por eso, porque significó ir adelante en un momento difícil. Hice varios bocetos, pero mantuve siempre la barba gigante del personaje.

AB:-Me gustó mucho porque esa barba fue como un camino amarillo que me hace pensar mucho en el camino amarillo de El mago de Oz.

FM:-Los primeros bocetos que le mandé a la editora fueron en blanco y negro. La barba, sin embargo, fue amarilla desde el principio.

-Es un libro sin concesiones al lector infantil. No hay ningún didactismo, la historia no se fuerza para que se comprenda todo, sino que esta tiene un clima onírico no siempre traducible a un sentido literal. Ni siquiera se aclaran los guiños a escritores, no se dice sus nombres, Quizá los chicos no los conozcan a todos, pero hacen su aporte a la historia. -¿Cuál es, Amalia, tu concepción de la literatura infantil?

AB:-Yo trabajo en el universo de los chicos. Siempre estoy un poco peleada con el concepto de literatura infantil porque uno puede leer a Alfonsina Storni, a Julio Verne, a muchos autores afines al mundo de les niñes que quizá no fueron pensados estrictamente para ellos. Les niñes están muchas veces más abiertos al mundo de la poesía, de la fantasía, de lo abstracto que los adultos. Por eso me peleo con la idea de literatura infantil y con eso que mencionaste de lo didáctico. No intento hablar de una manera pedagogizante.

-¿Francesca, vos haces ilustraciones para libros infantiles y también para adultos, suponiendo que esa diferencia exista?

FM:- Mayoritariamente trabajo para niños, pero hago también trabajos más comerciales para adultos que no son libros.En ambos casos  lo paso bien dibujando, pero dibujar para niños me gusta mucho. Antes que ilustradora fui y sigo siendo una lectora. Leo mucho y miro mucho. En los últimos años, tanto en la Argentina como en Italia y en el resto de Europa se ha perdido mucho la cosa pedagógica en los libros infantiles, por lo que resultan mucho más interesantes para leer con los chicos. No necesitan explicaciones. Estoy de acuerdo con Amalia en que podés leerles una poesía u otro tipo de texto que no estén pensados específicamente para ellos porque lo que es lindo, es lindo para todos. De hecho, a mí me gusta leer libros destinados a los chicos. Lo más interesante de un libro es que deje espacio para la imaginación.

AB:- Coincido con Francesca. Los libros de los que habla son aquellos que los completa el lector. Lo más lindo es que un libro te deje participar.

-¿Habría que poner el cuestión entonces también el concepto de “ilustración” como algo subordinado al texto y no como algo creado a partir de él que no necesariamente lo duplica?

FM: -Sí, el concepto antiguo de la ilustración consistía en dibujar exactamente lo que el texto decía. Esto era lo que se hacía hasta que algunos dibujantes muy valientes como Sendak y otros comenzaron a romper con el aburrimiento total de que la ilustraciones y los textos fueran iguales. Lo lindo de los libros ilustrados es, precisamente, que yo leo el texto y lo ilustro de esta manera. Pero quizá otro ilustrador ilustre el mismo texto de un modo muy diferente. Hoy en día se puede ver cuántas formas diferentes hay de ilustrar los clásicos y eso es lo lindo.

AB:- Se produce así un tercer lenguaje.

FM: Claro, de hecho, el libro que hicimos con Amalia es un libro álbum en que el texto y la ilustración son paralelos, ninguno es más que el otro. Ambos tienen un mismo nivel de lectura y los espacios vacíos ayudan al lector a poner lo suyo en la lectura.

AB:-En los manuales escolares, si está hablando del cerebro, hay que mostrar un cerebro. En un libro álbum, en cambio, no solo es posible no ser literal, sino incluso oponerse, decir con la ilustración una cosa distinta de la que esté diciendo el texto. Eso me gusta mucho. Me gusta también que los dos libros sobre el señor O. hayan sido ilustrados por ilustradoras distintas. Habla de que tanto los personajes como las personas podemos tener múltiples imágenes de nosotros mismos o múltiples vidas dentro de una misma vida.

FM: -Eso es lo interesante de los libros ilustrados.

-¿Habrá una continuación de las aventuras del señor O.?

AB:-Tal vez el señor O. siga por el espacio, por el cosmos porque ya navegó y también salió volando. Y como el mundo está haciéndose mierda…(risas)

FM: …tal vez prosiga en otra galaxia.

AB: Yo escribo poesía y siempre estoy investigando. Quizá pueda llegar a haber un tercer libro. No lo sé. Ya hay algo escrito, pero no está terminado. Lo que puedo decir es que me gusta esta segunda vuelta más onírica, la larga barba del señor O. como las ondas del mar y el camino, el vuelo y el encuentro con un niño que tal vez es su propio niño, el que había dejado cuando se puso su sombrero y fue científico. Esta vez, a ese niño lo dejó libre, le dio alas. Justamente el final que dibujó Francesca con ese pájaro con dos grandes alas, me emocionó mucho. Es algo que transmite libertad y de mucha esperanza.

FM: Yo estoy contenta de haberme animado a ilustrar la segunda parte de un libro que ya había ilustrado otra persona, de haber hecho algo que al principio me parecía un poco loco. Me gusta la barba del señor O. que puede ser bufanda, que puede ser camino, vestido, sombrero, cualquier cosa. Me deja la sensación de poder tocarla, de poder sentirla con la mano, algo loco porque no es un libro táctil.

-A propósito de esto le  quiero contar a Francesa que para la presentación del libro vamos a ir al Paraná. Yo soy del Tigre y en el Delta hay una biblioteca popular que se llama Felicaria a dos horas de lancha colectiva. Es una aventura y me encanta que el señor O. se presente allí. Yo estoy armando la narración del cuento y tengo un vellón en un color amarillo como la barba del señor O. Está enrollado y, mientras voy contando el cuento, se los voy dando a los nenes. A mí me pasó lo mismo que a Francesca en cuanto a la sensación táctil. Me pareció muy potente como ilustración la barba y me gustó tomarlo para la narración. Yo tengo un grupo que se llama Torcacita con el que narro los dos cuento del señor O. y también libros de otros autores, pero siempre tratando de llevar el libro álbum a escena. Vamos a estar también en el Filbita para quienes quieran verlo en capital.