En la madrugada del sábado 9 de Julio, inspectores de la Agencia Gubernamental de Control (AGC) se presentaron en el centro cultural independiente Vuela el Pez, ubicado en el barrio de Villa Crespo en la Ciudad de Buenos Aires, con el objetivo de realizar un control y, cuando observaron que en el local había público bailando, lo clausuraron por “desviación de rubro”. Sin embargo, el artículo 5 de la ley de Espacios Culturales Independientes (ECI) dice expresamente que “los asistentes pueden participar de la actividad cultural en vivo a través del baile”. La clausura no se trata de un hecho aislado, desde el Movimiento de Espacios Culturales y Artísticos (MECA), que nuclea a más de 50 centros culturales independientes, denuncian animosidad y arbitrariedades en las inspecciones a estos espacios. Tiempo Argentino conversó con Agostina Agudín, directora de Vuela el Pez, y Lucía de la Torre, coordinadora de MECA y directora de JJ Circuito Cultural.

En el centro cultural Vuela el Pez, las inspecciones tienen una frecuencia semanal. Hay dos tipos de inspección: las inspecciones nocturnas, que son las más habituales, en las que se revisa la habilitación y los papeles correspondientes, y en la actualidad también se sumaron auditorías diurnas que implican un control exhaustivo del local. “Nosotros no estamos en contra de las inspecciones ni de los controles, son necesarias y tienen que ver con medidas de cuidado para nuestro público. Pero sí estamos en contra de la animosidad y arbitrariedad con la que se maneja la AGC con los espacios culturales. Esta vez, por ejemplo, llegaron al centro cultural decididos a clausurarlo. En general vienen dos inspectores, pero en esta oportunidad vinieron cuatro. Les ofrecimos pasar a la oficina para mostrarles nuestros papeles, que los tenemos todos en regla, y ni siquiera aceptaron, se quedaron en la puerta. Mientras dos inspectores hablaban, el otro ya estaba escribiendo el acta de clausura. Y básicamente el acta decía que no se estaban realizando actividades culturales porque había gente bailando. Por supuesto que ya de por sí es discutible decir que el baile no tiene que ver con expresiones culturales, pero más allá de la discusión conceptual, la ley de ECI, que la sancionó y promulgó el Gobierno de la Ciudad actual, establece que en los espacios culturales se puede bailar siempre y cuando esté la habilitación correspondiente, y así es en el caso de Vuela el Pez. No nos pidieron ningún papel, sencillamente vinieron decididos a clausurar el espacio”, cuenta Agudín a este diario. “En el caso de JJ Circuito Cultural, el día de la inauguración del espacio nos clausuraron con el mismo pretexto que Vuela el pez”, agrega Lucía de la Torre. Hay centros culturales como el Matienzo, Feliza Cultura Arcoíris y el Teatro Mandril, entre muchos otros, que corrieron la misma suerte y se ven constantemente expuestos a irregularidades en los controles. 

Desde Vuela el pez, a través de un descargo presentado en la AGC, lograron que la clausura se levantara el día martes. “Fue en tiempo récord, quienes conocen el funcionamiento de la AGC lo saben: a veces pasan meses sin volver a habilitar un espacio. Fue tan evidente que era totalmente absurda y ridícula la clausura que la tuvieron que levantar rápidamente. Incluso hay un montón de medidas previas a la clausura, como la intimación, que en este caso no fueron contempladas”, relata Agudín a Tiempo. Por eso, sigue la directora del centro cultural, denuncian animosidad en las inspecciones.

En una ciudad que destina $12 millones por día a la campaña política, como informó este diario en su edición dominical del 10 de julio, mientras el presupuesto destinado a Cultura es uno de los más bajos en los últimos cinco años, no resulta difícil detectar las prioridades de la actual gestión. “El Gobierno de la Ciudad tiende a hacer un marketing de diversidad, pluralismo y diálogo, y en la práctica no vemos que esto suceda o por lo menos coloca un montón de impedimentos, como la arbitrariedad de clausurarnos el lugar. Desde hace muchos años venimos denunciando todas las falencias que vemos con la falta de presupuesto en Cultura. La actual gestión levanta banderas que después no se condicen con lo que sucede. El caso paradigmático y más reciente fue el ‘orgullo washing’ de la diversidad, cuando anteriormente había prohibido el lenguaje inclusivo”, explica Agudín.

Por el contrario, estos espacios culturales buscan brindar una mirada diferente acerca de la cultura: “Disputamos el sentido de qué es cultura y qué cultura creemos que tiene que tener la Ciudad de Buenos Aires. Entendemos a la cultura como un espacio de transformación y a los espacios culturales como usinas de pensamiento crítico, de nuevas maneras de expresarse. En nuestros espacios, por una cuestión de curaduría artística y por decisión política, buscamos democratizar el acceso a la visibilidad para artistas emergentes. Además, fomentamos el vínculo con la comunidad y hacemos trabajo barrial. Para nuestra organización, la cultura, la nocturnidad, y los espacios de recreación y ocio están atravesados por un montón de problemáticas. Por eso también, como centro cultural, tenemos guías de nuevas prácticas para poder actuar frente a situaciones de violencia de género, nos juntamos con compañeres para abordar el tema, hacemos campañas de prevención, tenemos paridad en el escenario, pensamos la programación en términos integrales desde una perspectiva feminista. Y actualmente tenemos otra iniciativa que tiene que ver con el agua: buscamos impulsar el consumo de agua potable en nuestro espacio cultural. En Vuela el pez el agua potable es gratuita porque entendemos que tiene que ver con una medida de cuidado y de prevención de daños en un contexto en el que sabemos que circulan bebidas alcohólicas”, destaca Agudín a Tiempo.

Por una Meca cultural

Desde hace más de 10 años, el Movimiento de Espacios Culturales y Artísticos (MECA) establece una red de contención que nuclea a más de 50 espacios culturales autogestivos de la Ciudad de Buenos Aires.  Una de sus primeras hazañas fue la de lograr, en 2014, la aprobación en la Legislatura porteña de la ley de centros culturales que, entre otras cuestiones, reconocía la existencia de Casas de artistas, Centros barriales y sociales, Centros culturales y clubes de lectura. Antes de la ley, todos esos espacios estaban habilitados como teatros independientes o bares, sin la posibilidad de contemplar el nivel de heterogeneidad y diversidad que albergan los centros culturales autogestivos en cuanto a su oferta de actividades. “Hoy lo que nos está pasando es que, aunque tengamos dos leyes de habilitación, no tenemos un instituto de fomento propio. Dentro del marco del programa de impulso cultural de la Ciudad, no hay ninguno que sea únicamente de centros culturales. Deberíamos tener un instituto propio que no solamente proporcione un financiamiento específico para nuestro quehacer cotidiano, sino también ayude a tener una línea de diálogo cotidiano para pensar políticas para estos sectores puntuales e instancias de reclamo cuando suceden casos como la clausura de Vuela el pez”, explica Lucía de la Torre a Tiempo Argentino.

Y si bien en la actualidad impulsar el instituto de fomento propio es uno de sus objetivos principales, el trabajo de Meca es amplio. “Es un movimiento que busca seguir potenciando y haciendo que crezca la cultura independiente de la Ciudad. Necesitamos que los espacios autogestivos sigan generando trabajo y sigan siendo lugares de encuentro donde se construyen identidades comunitarias. Desde Meca buscamos ser participantes activos en la discusión acerca de qué ciudad y qué cultura queremos. Pensamos a la cultura como algo transversal, que está atravesada por distintas problemáticas. Por eso, por ejemplo, queremos fomentar una cultura consciente con el medioambiente y una cultura feminista. A los circuitos culturales independientes no los mueve el lucro, no los mueve hacer plata, los mueve pensar a la cultura como un derecho, como un espacio de disputa, como un espacio para la transformación social”, finaliza De la Torre.