Hasta Taj Mahal, publicado por la cordobesa y reputada Chai Editora, los lectores incapaces de leer en inglés no habían descubierto a Deborah Eisenberg. La novedad –la reparación– es un libro de cuentos indiferente al canon (si fuera posible aplicar reglas a la creación) que prueban aquello de que la trama importa menos que la forma y que el lenguaje, aunque siempre insuficiente, es lo único que tenemos. “Amor, pasión, exclusividad… Palabras, nada más. Si uno las parte y las abre al medio, descubre que están vacías”, dice uno de los personajes y el lector puede cifrar una advertencia: no hay tierra firme; solo el supremo interés por la búsqueda. Eso que se parece tanto al arte.

Desde la solapa y la contratapa de Taj Mahal se informa que Eisenberg, de 74 años y oriunda de Chicago, Estados Unidos, es autora de cuatro libros de cuentos, que es profesora en la Universidad de Columbia y que recibió algunos de los premios y reconocimientos más prestigiosos. También que es admirada por los célebres Lorrie Moore, John Updike y George Saunders. Por suerte, el debut en Argentina –una antología de seis cuentos largos escritos durante más de una década y traducidos por Federico Falco– no debilitó una reputación que llegó primero.

“Tu pato es mi pato” inaugura el libro con la clara intención de anticiparle al lector el estilo de la autora. La promesa de la historia de una artista que va a descansar a la casa de una pareja glamorosa y narcotizada se transforma en el relato de una época (“ya nadie conoce gente en persona”) y una clase social (“sus explosiones de risas estridentes sonaban como resmas de papel siendo trituradas”). Es una escritura que avanza por acumulación de acciones y de personajes, con saltos en el tiempo, sostenida en un lenguaje llevado al límite que por momentos desconcierta.

En una entrevista con la agencia Télam, Eisenberg reconoció que no le interesa «en absoluto empezar con un esquema, por ejemplo, o un plan y luego tratar de cumplirlo» y explicó que lo suyo «es más bien un proceso de localizar un camino hacia alguna pequeña luz interna parpadeante y seguirlo”.

Tanto en “Taj Mahal”, publicado originalmente en The Paris Review, como en “Tachar y seguir”, la polifonía de voces es el recurso para contar la pérdida de la inocencia y la culpa, pero sin abandonar el humor o el comentario ácido, efectivos mecanismos de defensa ante los recuerdos amenazadores. “Las mismas manos metálicas de siempre se cierran sobre mi corazón y lo aprietan: mi madre parada sobre sus pies, hora tras hora, noche tras noche, para que yo algún día, más adelante, pueda ir a la universidad. ¡Cuántas oportunidades se me presentan!¡Cuántas oportunidades para el fracaso!”, evoca una hija, ya adulta, en un intento de reconciliación con un pasado de abandono y carencias.

Una cita de Noam Chomsky y otra de Donald Trump ofician de presentadores de “La capacidad de combinar”, un texto esperablemente más político (“Escuadrones de idiotas armados hasta los dientes listos para saltar en cualquier momento y dispararle. Lo tuvieron que hacer en defensa propia, van a proclamar después junto a su cuerpo agujereado de balas”) y no por eso menos complejo. Se trata de un relato fragmentado, con dibujos intercalados en el texto y un punto de vista que oscila entre los distintos personajes, dando cuenta del virtuosismo (y el coraje) de Eisenberg para también destacar en otros registros.

“La tercera torre” y “Recalculando” completan este libro infrecuente, casi un alegato contra el cuento previsible y convencional. Quizás Eisenberg no se propuso tanto, y solo es culpa de una curiosidad que ni la veteranía pudo atemperar.