«En mi carrera grabé homenajes a Rubén Juárez, Osvaldo Pugliese y Jorge Luis Borges. Creo que hay tipos a los que hay que homenajearlos permanentemente. Pero no por el mero homenaje en sí mismo, sino porque ellos nos hicieron crecer con su arte y su poesía. Y este es el caso de Héctor Negro».

De esta manera el cantor Carlos Varela dice por qué decidió dedicarle su nuevo trabajo discográfico, No te entregues nunca, a la obra de este recordado poeta.

En esta placa Varela aborda 15 temas en los cuales Negro, fallecido en 2015, compartió la composición con músicos como Osvaldo Avena («Para cantarle a mi gente», «Canción de pobre» o «Un lobo más»), César Isella («Levántate y canta») o Raúl Garello («Tiempo de tranvías», «Rubén»), entre otros.

«Horacio Ferrer tuvo un gran reconocimiento internacional gracias a su dupla con Ástor Piazzolla. Con Eladia Blázquez también ocurre lo mismo. Pero hay otros a los que la historia del tango en cierto modo los relegó, como ocurre con Juanca Tavera, Mario Iaquinandi o Chico Novarro. Por eso es que se merecen nuestra gratitud, al ser obstinados en reflejar a una ciudad con una óptica contemporánea. Y dentro de este grupo de poetas relegados está Negro», agrega el cantor.

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– ¿De qué manera encaraste la producción de esta placa?

– Más allá de la amistad que me unió con Héctor, creo que es necesario este tipo de trabajos para encontrarse con un poeta que tiene un pensamiento y una estética muy personal. Este disco de homenaje decidí hacerlo solo con guitarras, porque su dupla compositiva siempre la tuvo con el guitarrista Osvaldo Avena. En mis veintitrés discos siempre hay un tema suyo y es una presencia constante en mi repertorio. Pero en esta oportunidad sentí la necesidad de que el tributo fuera total, por este motivo todo el álbum está dedicado a sus creaciones.

– El disco ofrece un recorrido por algunos de sus canciones más emblemáticas. ¿Te dejó satisfecho el trabajo?

– Estoy muy conforme con el resultado del disco. Creo que conseguí recorrer todas las etapas de su obra, incluyendo una de sus últimas creaciones, llamada «Rubén», dedicada obviamente al Negro Juárez, que compuso junto con Raúl Garello.

– Garello también fue un socio importante en la obra de Negro.

– Es así. En este disco hay un tema que se llama «Tiempo de tranvía». Esta canción forma parte de una obra integral que compusieron juntos en la que a través de diez composiciones el tema es el tiempo. De esto me enteré en una oportunidad en la que le estaba haciendo un reportaje a Garello para el documental que realicé hace un par de años sobre Héctor. Y él me contó que habían creado esta obra que todavía permanece inédita. Quedamos en encontrarnos para ver la posibilidad de sacarla a la luz, pero ambos fallecieron y no tuvimos la oportunidad de llevar adelante ese proyecto. Estuvo a punto de grabarlo Susana Rinaldi, pero finalmente no pudieron llevarlo a cabo.

– Da la sensación de que las canciones desarrollan un argumento a lo largo del disco.

– Esa fue mi intención. La primera parte aborda la tesitura social con temas como «No te entregues nunca» o «Bien de abajo», después afloja un poco al encarar temas más «llevaderos» con «Viejo Tortoni» o «De Buenos Aires Morena» y retoma lo social con «Del Plata y Americano» y «Nadie se salva solo». También hay algunos lujos que me di, además de contar con la participación de excelentes músicos como Tony Gallo, «Moscato» Luna, Raúl Garello, Carlos Barral, César Castellón, Mariana Avena y Domingo Moldes. Héctor era hincha de Independiente como yo, y no fue ilógico que «Diez estrofas para un 10», el poema que él le dedicó a Ricardo Bochini, lo recitara un grande como Alejandro Apo.

– ¿De qué manera te relacionaste con Negro?

– Diría que yo nací artísticamente a su lado. Lo conocí gracias al bandoneonista Arturo Penón, que tocaba en la orquesta de Pugliese. Iba junto a él en una marcha que se hacía por el pedido de vuelta a la democracia en 1982. Formábamos parte de la columna del Partido Comunista. Me puse a charlar con Penón, quien me preguntó a qué me dedicaba. Le conté que era cantor de tango, que había actuado en Tangolerías, el boliche que tenía en ese tiempo Roberto Galán. Y me invitó a la bodega del Café Tortoni porque presentaban una revista sobre el género llamada «Buenos Aires Tango y lo demás» para el lunes siguiente. Me presenté y Penón empezó a tocar el bandoneón en el camarín y me pidió que cantara. Le gustó cómo lo hacía y después me dijo: «vamos, subí al escenario que vas a cantar». Me quedé helado, como te imaginarás. Ese fue mi debut como profesional. Y la persona que me presentó ante el público fue Héctor Negro. De esta manera comenzó mi relación con él.

– ¿Cómo definirías su personalidad como creador?

– Negro es un poeta social que señala los problemas pero que no se queda en la queja, ya que su poesía siempre tiene un mensaje positivo, superador y de esperanza. No apela a la melancolía o la nostalgia. Su poesía es colectiva, nunca habla de una sola persona.

– ¿Qué ejemplo nos podés dar acerca de esta característica?

– La letra de «Nadie se salva solo» dice «nadie se salva solo / si no se salva el barco con nosotros / si nos hundimos todos en el charco / que nadie piense que se ahogarán los otros». Es todo lo contrario a lo que se propone desde la meritocracia que fomentan estos cocoliches que nos gobiernan. Lo que realmente vale es lo colectivo y eso es lo que propone Negro: que no nos entreguemos nunca. ¡En todo caso, que se entreguen ellos!

– ¿Creés que su obra recoge influencias de poetas de otras épocas del tango?

– Es un creador que bebió de otros creadores y se identifica con la visión que va más allá de lo meramente descriptivo. Como es el caso de Homero Expósito con su tango Farol, que menciona a un arrabal porteño en donde crece el sueño de un millón de obreros. Esa es la descripción del peronismo y ese es el tango que identifica a esa época. Negro, como Ferrer o Blázquez y otros se sumergen en ese tipo de poesía y la llevan al Buenos Aires de los sesenta y setenta. De esta manera hacen un retrato duro por momentos, pero que nunca propone bajar los brazos. Además empezaron a contar historias con otra dinámica de la poesía.

– ¿Por qué crees que no se le da el valor que realmente merece?

– Creo que fue un poeta que mereció tener un lugar más destacado del que consiguió. Tal vez su militancia en el Partido Comunista incidió para que no fuera todo lo valorado que debía ser. Era un poeta de barrio, al que lo veías caminar tranquilo siempre con su gorra puesta, su pañuelo al cuello y su morral. Todos los fines de año te obsequiaba un poema para recibir al año nuevo.

– ¿Considerás que en la actualidad hay sucesores de aquellos poetas que surgieron en el tango de los años sesenta?

– El tango nunca tuvo falta de difusión de la obra vieja, pero si careció de canales acordes para difundir la obra nueva, sobre todo la que se gestó a partir de los años 60. Ahora hay poetas como Alejandro Schwartzman, Juan Vattuone, Raimundo Rosales o Ernesto Pierro que en cierto modo son continuadores de la estética de los creadores como Negro o Ferrer. Y hay un movimiento de jóvenes que se interesan y se preocupan en dar a conocer esta nueva generación de obras que alimentan con espíritu nuevo al tango.

– Tu obra se caracteriza por el respeto con que encarás tus proyectos y tributos a personas cercanas a vos como Juárez, del cual también fuiste productor de algunos de sus discos y, en este caso, Negro.

– Uno va pasando por la vida alrededor de algunas personas con las cuales, cuando se empieza a profundizar la relación, comienza a aflorar un entendimiento tácito que no necesita de palabras para ser expresado. Y esto es lo que me generó tantos años de amistad con Héctor, más allá de la admiración que supe tenerle. Mi relación con él comenzó en 1982 y siguió hasta que nos dejó, por esto es imposible que un poeta de sus características no esté viviendo dentro de mí.