No es fácil olvidar a Francis Begbie. Seguro muchos se acuerdan de Renton, de Spud, de Sick Boy… pero cómo olvidarse de la violencia demencial que encarnaba Begbie en la pandilla inadaptada de Trainspotting. Imposible. La sangre tira.

Bueno, el tema es que está de regreso y… reformado. No es joda. Dejó atrás el suburbio del suburbio de Edimburgo, la cárcel, el alcohol, el tabaco y el salvajismo extremo que eran su ADN. El más punk sin saber qué es ser punk parece una carmelita descalza. Se mudó a la parte más tranquila y cheta de California, tiene una esposa rubia perfecta que le dio dos hijas rubias perfectas, un nuevo nombre –Jim Francis- y hasta un flamante laburo: es ¡escultor!, y de los reconocidos. Se gana la moneda en el círculo de artistas modernos. Forja bustos mutilados de personajes famosos. Siempre la tuvo clara con el cuchillo.

La vida le sonríe al viejo Begbie. Ahora sí, eligió tener una vida. Hasta que los fantasmas del pasado que nunca lo han dejado en paz –Shakespeare alla escocesa- aparecen de nuevo.

Francis Begbie fue encarnado por Robert Carlyle en Trainspotting, el film de Danny Boyle.

Luminosa, radiante, resplandeciente como las costas del Pacífico. Así comienza El artista de la cuchilla, la nueva novela del británico Irvine Welsh. Pero se sabe, la felicidad dura un instante que no es eterno. Begbie recibe desde la gris Escocia la noticia de que han asesinado a su hijo. Entonces, decide regresar a Leith, el barrio obrero que lo vio nacer y deformase, para averiguar qué sucedió. Lo esperan sus enemigos, el alcohol que dejó hace años, las drogas, el porno y la violencia. Sus años oscuros.

Prosa adictiva, ágil, cinematográfica, reflexiva. Dosis desparejas de realismo sucio, humor ácido e intrigas. Pasan los años, Welsh conserva su pluma filosa. Su novela es una suerte de regreso al mundo de Trainspotting, para explorar cómo Begbie puede encajar en ese escenario, con el cuchillo entre los dientes.

A su vez, la nueva obra de Welsh es también un tratado sociológico sobre los barrios bajos británicos en el nuevo mileno. Y, sobre todo, una reflexión sobre el arte, la violencia y el amor a las raíces.

En una entrevista con The Guardian de hace algunos años, el escritor confesó por qué decidió retomar la vida de Begbie: “Los personajes se estrellan contra tu conciencia. The Big Issue me pidió que hiciera una historia de Navidad hace un tiempo y Begbie, la encarnación del infierno navideño, violenta, llena de odio, me vino a la mente. Pensé que sería bueno invertir todo, que Begbie fuera el tipo más autocontrolado de la sala. Esta idea me cautivó. En El artista de la cuchilla sus dos bandos luchan. Ha aprendido a controlarse a sí mismo a través del descubrimiento del arte y la educación, pero todavía tiene esta ira, violencia y sadismo dentro de él”. Se hacen carne y sangre. “Me pregunto hasta qué punto cambiamos de verdad”, repite como un mantra el artista de la cuchilla en sus derivas.

A lo largo de la novela, Begbie recuerda en varias ocasiones a su amigo Mark Renton. Incluso, ahora parece entender su traición. ¿Qué pasaría si se reencuentran? Sólo nos queda esperar. Welsh publicó en inglés una secuela de El artista de la cuchilla. Se titula Dead Men’s Trousers. Dicen que la banda de Trainspotting se junta a pleno. Será otra oportunidad para averiguar si se puede escapar de los fantasmas del pasado. Elegir la vida.