Una oficina, seis cantantes y cuatro músicos. Los cantantes interpretan a personas que trabajan en una oficina encerrados en una rutina constante que se desarrolla de manera infinita como si fuera una cinta de Moebius.Desean salir de ese lugar, pero sienten que fuera de ese ámbito no son nada.

Este clima opresivo es parte del argumento de la de la ópera Oficina 470, Crónica de una fallida revolución de la eficiencia del compositor argentino Tomás Bordalejo que tendrá su estreno americano este viernes 2 de agosto en el Centro de Experimentación del Teatro Colón.

La presentación estará a cargo del reconocido Ensamble 2e2m de Francia integrado por Amaryllis Billet (violín), Pascal Contet (acordeón), Maxime Echardour (percusión) y Louis Siracusa (contrabajo) y los cantantes Sebastian Sorarrain, Sabrina Pedreira, Patricia Villanova, Tamara Odon, Rosario Messiano y Norberto Miranda. La dirección escénica es de Diana Theocharidis y la dirección musical del francés Alphonse Cemin. La iluminación y escenografía son de Gonzalo Córdoba, la traducción de Marion Bosviel y el diseño de Marcos Paggio Stella. Ensemble 2e2m, , es uno de los más antiguos y prestigiosos conjuntos franceses dedicados a la creación musical contemporánea, que a lo largo de cuatro décadas y con más de setecientos cincuenta partituras en su haber ha dado a conocer a una serie de compositores esenciales. Actualmente  es dirigido por el compositor argentino Fernando Fiszbein.

Oficina 470 fue estrenada en Francia en 2016, tiene libreto del argentino Facundo Di Stefano y es lo que el compositor define como “un drama burocrático en torno a la eficiencia”, un relato donde los personajes-cantantes y los cuatro instrumentistas son partes de un mecanismo de obsesión que un día, por un segundo, verá derrumbarse los pilares de su lógica.

Bordalejo está radicado en París desde 2005, fue ganador del premio de la Fundación de la Banque Populaire, entre otras distinciones. En 2018 estrenó su segunda ópera en el Budapest Musical Center, Fetiches para violín, con la solista Noëmi Schindler, para el programa de Radio France Creation Mondiale, y Almafuerte para el coro de niños del CRR de París y el Ensamble L’itinéraire. Actualmente prepara los estrenos de Baguala para piano con el gran solista David Kadouch, Yeites para el Trio KDM y Las Horas, concierto para percusión y ensamble, que será estrenado por el Ensamble 2e2m en marzo del 2020.

En diálogo con Tiempo Argentino señala que «el universo kafkiano está muy presente en la obra, así como también lo que se muestra en la película Brazil de Terry Gilliam. Más allá de lo que tenemos en común entre Argentina y Francia respecto de la cultura o las comidas, la burocracia es algo que se padece de igual manera en ambos países».

– ¿Por qué la utilización de una oficina para representar comportamientos tan obsesivos?

– La oficina es un espacio que encierra y asfixia a los protagonistas de la obra. A la vez son como pacientes de alta complejidad conectados a este ámbito, ya que no podrían vivir en un contexto diferente al que representa este espacio. O sea que se presenta una paradoja interesante porque lo que más desean es irse de ese lugar, pero a la vez no se sienten con ganas de intentarlo, ya que sus vidas sociales no representan nada para ellos fuera de esta oficina. En la puesta no queda determinado qué es lo que hacen. El espectador observa que llevan, ordenan y sellan papeles pero no se define para qué lo hacen. Ni siquiera los protagonistas saben cuál es el objetivo. Esa es su vida y su única motivación existencial.

– ¿No es un argumento muy desesperanzador el que se propone?

– Puede parecer una historia desesperanzadora y dramática, pero a su vez está narrada con bastante humor, lo cual en cierto modo diluye lo oscuro.

– ¿Qué es lo que caracteriza a los personajes de la obra?

– Cada personaje utiliza seis palabras que repiten constantemente como si fuera un mantra. El mantra define la personalidad de cada uno. El jefe de esta oficina, en un momento de la obra habla por teléfono con su esposa y comprende que ella en ningún momento se dio cuenta de que él hacía doce horas que había salido de su casa. Esto demuestra que estos personajes no tienen vida propia y que ni siquiera sus familias o sus seres queridos los perciben como personas. El ámbito de la oficina y las acciones de los que trabajan en ella reflejan una monotonía en la que solo los mantras de seis palabras les da la fuerza necesaria para poder sobrevivir.

– ¿En el aspecto musical podemos encuadrar a esta ópera dentro de lo conocido como música académica contemporánea?

– Me formé en la música popular y me fui a Europa para hacer mis estudios de música académica. No veo que haya un contrasentido entre lo que significa música popular y música académica. De hecho, músicos como Rameau, Beethoven o Bach se nutrían de lo popular para generar sus propias creaciones. Me encuentro cómodo en los dos ámbitos. En Francia suelo tocar con Raúl Barboza, y esto sirve para justificar la instrumentación que elegí para esta obra, ya que el ensamble 2e2m está integrado por violín, acordeón, percusión y contrabajo. O sea que son cuatro instrumentos polivalentes que se utilizan tanto en la música popular como en la académica. En la obra aparece, por ejemplo, un blues o un fragmento polirrítmico más característico de nuestra música popular como la chacarera o la zamba.

– ¿Qué otra característica podés destacar sobre la composición?

– La configuración musical de la obra tiene que ver con la forma de hablar que tenemos los argentinos. Cada país tiene su propio «cantito» al hablar. Nuestro castellano no tiene la misma melodía que la que tiene al hablar un español, un boliviano o un peruano. Las melodías que cantan cada uno de los protagonistas están basadas en la prosodia con la que se separan las sílabas de las palabras al pronunciarlas. Este elemento es el que utilicé para crear las partes cantadas de la obra. A esto sumé todo el andamiaje armónico y rítmico de la composición. O sea que la dinámica de las palabras es el núcleo que utilicé para componer la música.

– ¿Se puede decir que por la característica de la historia y el ámbito en el que se desarrolla tiene gestos estéticos urbanos?

– La definición de música urbana le cabe de manera perfecta a la estética de mi obra. Creo que estamos viviendo un momento en el que la globalización nos permite vivir al mismo ritmo de todo el mundo. De este modo los límites entre los géneros desaparecen y esto posibilita la sumatoria de elementos de diversas procedencias estéticas. Lo que hacen los DJs irrumpe en algunos territorios del jazz. El free jazz, por su parte, se acerca en muchos casos a algunos aspectos de la música contemporánea. En el momento actual hay un crisol de estilos que generan cosas muy interesantes y novedosas.

– Como compositor inserto en este ámbito, ¿cómo percibís el momento de la música actual o contemporánea?

– Es complicado hablar hoy de música contemporánea. Se la suele denominar «música clásica contemporánea», lo cual es un contrasentido: ¿es música clásica o es música contemporánea? Desde la aparición de Debussy se está polemizando sobre esto.

– Y ni qué decir desde la aparición de Arnold Schönberg, Edgar Varèse o el surgimiento de las nuevas tecnologías.

– Tal vez lo ideal sería llamarla simplemente «música». Pero no sé si todavía estamos cerca de poder asumirlo de manera cabal.

Oficina 470 se presentará el viernes 2 y el sábado 3 a las 20 y el domingo 4 a las 17 en el Centro de Experimentación del Teatro Colón. Además, el martes 6 a las 20, el Ensamble 2e2m ofrecerá un concierto con obras de Gustavo Beytelmann, György Ligeti, Raphaël Cendo, Lucas Fagin, Philippe Hurel y Marco Suárez-Cifuentes, con dirección de Alphonse Cemin.