La Fundación El Libro emitió un comunicado en el que informaba del cierre de tres nuevos locales de librerías, dos en la Ciudad de Buenos Aires y uno en La Plata.

Estos cierres ponen en evidencia la crisis del sector editorial del que las librerías son  un punto fundamental.

“El segundo año de pandemia –señala el comunicado- agudizó la crisis del sector librero. La emergencia sanitaria y la falta de una política estatal sostenida que proteja al mundo del libro genera que día a día más librerías bajen sus persianas.”

Y agregaa: “El microcentro porteño, epicentro de la mayor concentración de librerías, es el área más afectada, ya que soporta alquileres elevadísimos y escasa concurrencia de público. Librería de las Luces, en octubre del año pasado, fue la primera en anunciar su cierre, la siguieron en Avda. Corrientes Mr. Hyde y las dos sucursales de A libro abierto, Los Argonautas de Avda. de Mayo, Las mil y una hojas de Palermo, y  lamentablemente la lista continúa. Esta semana Librería Waldhuter, el anexo de Librería Hernández y El Aleph de La Plata anunciaron que siguen ese mismo derrotero. Una herida abierta que no para de sangrar y que necesita urgente un Estado presente que ayude a contener y suturar estas pérdidas.”

La Argentina cuenta con más de 1200 librerías y en la ciudad de Buenos Aires forman parte de su identidad. En otros tiempos, muchos locales ubicados sobre la avenida Corrientes, siguiendo la actividad incesante que tenía esta avenida, cerraban a la madrugada y su visita constituía parte de un paseo tradicional para los porteños y para quienes visitaban la ciudad. Pero la realidad actual está muy alejada de esa situación.

Tiempo Argentino dialogó con dos de los libreros afectados por la crisis agudizada por la pandemia: Ecequiel  Leder Kremer, titular de la librería Hernández y José Roza, de Librería de Las Luces.

Dice Leder Kremer: “En este momento está cerrando la sucursal de la Librería Hernández de la Avenida Corrientes 1311, la librería más chica. Hernández tiene más de 70 años, pero en esa sucursal estamos hace 20.”  Respecto de los problemas específicos que plantean este tipo de locales, afirma: “La luz se paga por consumo y las librerías necesitan tener un nivel de iluminación importante para que la gente pueda leer. El agua, se paga por metro cuadrado y una local necesita muchos metros destinados a depósito. Las librerías le hemos pedido al Gobierno de la Ciudad que nos exceptúe del pago del ABL por algunos meses mientras dure el chubasco de la pandemia, pero no tuvimos un resultado positivo. Recibimos durante unos meses la ayuda del Gobierno Nacional para pagar una parte de los sueldos. Esto fue al comienzo de la pandemia, pero luego ya no recibimos más nada. En nuestro caso, estamos haciendo venta online, gran parte de nuestras ventas van a través de Internet  y la presencialidad se ha reducido mucho. En función de esto, la posibilidad de amortizar un alquiler como el del local que teníamos es compleja. Por eso decidimos concentrar todos nuestros recursos, que son muchos, en Corrientes 1436, donde está nuestra casa central. Desde allí seguimos trabajando con atención presencial  y por Internet. Nuestra página es www.libreríahernandez.como.ar

 “Nosotros- afirma- venimos muy golpeados por cuatro años de macrismo durante los que  todo fue a la baja. El consumo bajó mucho en general y en los libros en particular. La pandemia nos terminó de acostar en muchos sentidos no solo a nosotros, sino a muchas librerías. No podemos pagar los alquileres que veníamos pagando porque hay que amortizarlos con las ventas y si las ventas no dan para amortizarlos, no hay manera de sostenerlos. Los libros tienen IVA exento, es decir que cuando vos pagás un libro, no pagás IVA, pero las librerías, cuando pagamos la luz, el alquiler o cualquier cosa que compremos para el local pagamos IVA. Esos IVA que cualquier comercio recupera, para nosotros son costos perdidos. Una y otra vez le hemos pedido al Gobierno Nacional que nos permita recuperar estos IVA como los recuperan otros comerciantes, y no por IVA cobrados, sino contra otro impuesto, como, por ejemplo, ganancias. Nunca logramos que ninguna administración, ni la actual ni las anteriores accedieran a este reclamo. Eso sería una ayuda, aunque no cambiaría el panorama totalmente.”

Y aclara: “Las notas que hablan de cierre de locales no nos hacen bien a las librerías, por lo que siempre trato de no darle demasiada manija. En este caso, hablo porque  Tiempo Argentino es una institución para el sector.”

Cuando se le pregunta por qué, responde: “No me gustan las noticias que describen al sector como un sector en extinción porque es como generar una profecía autocumplida, se promueve que la gente comience a decir que las librerías son cosas del pasado, ahora es todo venta online, e-book o lo que sea. No quiero contribuir a enriquecer esa versión. La Argentina tiene un canal de librerías muy rico, muy fuerte y muy diverso y lo que tenemos que hacer no es quedarnos mirando su desaparición, sino pelear por su continuidad y su supervivencia porque es parte constitutiva del panorama cultural de la Argentina. Esto no quiere decir que niegue una realidad y la realidad es que la pandemia nos está pasando por arriba.”

“Tampoco se puede soslayar –agrega- que la práctica de la lectura que es maravillosa, que da mucho placer y mucha emoción no es hoy una práctica general y extendida. Y acá también tienen que ver los gobiernos porque las campañas de promoción del libro y la lectura tienen que estar a cargo de los Estados, porque estamos hablando de una práctica cultural que va más allá de la educación formal y que tiene que ver con la persona y la población que lee. No quiero predicar acerca de la lectura como si fuera un elixir de la juventud, pero está bueno que la gente lea. Pero para que la gente lea tiene que haber motivaciones e invitaciones. Si bien la lectura es un gesto imitativo, y esto lo dice Michél Petit  en Lecturas: del espacio íntimo al espacio público, nadie lee porque se le diga que tiene que leer, un Estado presente que haga campañas de promoción y de facilitación de acceso a la lectura, es bueno.”

“En este momento eso no se da, afirma. Pero también es cierto que reclamarle mucho al Gobierno en el momento en que tiene que vacunar a la mayor cantidad posible de gente en el menor tiempo posible es complicado. Ha habido sí algunas compras de libros por parte del Ministerio de Educación, pero en eso las librerías no entramos porque la compra se hace directamente a las editoriales. Si nos interesa el libro en este formato, si nos interesan las librerías, hay que se hacer algo, porque lo que se destruye a nivel cultural se recupera muy lentamente o no se recupera. Darnos la posibilidad de recuperar los IVA es un hecho concreto que se podría implementar.”

Por su parte, Roza, dice: “El problema de las librerías es general, pero se hace más crítico en el microcentro porque hoy es la sombra de los que era antes y es el lugar en que están concentrados la mayor parte de los locales de venta de libros. Las que están en los barrios, Belgrano, en Palermo, en la calle San Fe más o menos subsisten porque la gente está ahí, no se ha ido. Pero en el centro no hay turismo, no hay actividades de oficina, los bancos están trabajando con un 20 por ciento de personal, los empleados del Estado trabajan desde sus casas. Prácticamente es un desierto.”

“Por otro lado –agrega- está el problema de los alquileres. Los que estaban pactados en el microcentro eran altos porque se suponía que allí se concentraba un público masivo pero de todos los que trabajaban allí, hoy solo concurre un 20 por ciento. Y no solo sucede con las librerías. En Avenida de Mayo, donde está la Librería de Las Luces, tampoco subsistieron los bares.”

Y agrega: “Ya veníamos con un problema económico que con la pandemia se hace insostenible. Estamos vendiendo el 20 por ciento de lo que vendíamos históricamente. En mi caso, cuando vi que no podía negociar con el dueño del local, me di cuenta de que no había posibilidades de seguir. Me había quedado sin contrato y hacer un contrato a los valores que el dueño pretendía era imposible. Lo mismo les pasa a muchas librerías.”

Respecto de las políticas de apoyo gubernamental, dice: “Estuvimos con el ATP unos meses, pero eso se terminó en septiembre. Eso ayudó un poco porque significaba un 50 por ciento de los sueldos. Pedimos que se baje el monto de cargas sociales, que se suprima el impuesto de Alumbrado, barrido y limpieza, pero sin resultados. Hubo una ley que dictaminó que otros  negocios podían pagar el IVA del alquiler y otros servicios a cuenta de ganancias, pero no sé por qué nosotros quedamos fuera de esa ley. Tienen ese beneficio la ipresión de libros y las distribuidoras, pero no lo tenemos nosotros. Hicimos una gestión, tiene que votar de nuevo la Cámara de Diputados, pero con todas las urgencias que hay, eso queda relegado. Tuvimos una reunión con la Fundación El Libro y el Ministro de Cultura de la Ciudad  Enrique Avogadro. Yo propuse que, dado  que en Buenos Aires las librerías son tan importantes, el gobierno ofreciera una línea de créditos hipotecarios  que permita hacer un esfuerzo para pagar el crédito y no un alquiler de 200.000 pesos, que es como tirar la plata a la basura y que, además, aumenta cada tres meses. No era algo imposible porque no es algo masivo, pero no tuvimos buen resultado. No queríamos subsidio ni nada. Yo saqué un crédito en Banco Nación a tasa subsidiada, pero no pude resolver mi situación. Todos estamos más o menos igual. Yo estoy liquidando y tratando de salvar lo más posible, pero no puedo seguir con la librería. El libro no es un artículo de compra masiva por lo que es muy difícil competir con otros rubros. La librería es, además, un negocio de muy lenta evolución en el que para poder trabajar hay que tener un stock muy grande.”

Dice la Fundación El Libro respecto de las soluciones posibles: “Hay una serie de pedidos históricos que podrían traer oxígeno al mundo librero, protegerlo y liberarlo de esta agonía permanente: la exención del IVA (reclamo que hace varios años es recordado en la inauguración de la Feria del Libro de Buenos Aires y que, si bien, fue otorgado a impresores, editores y distribuidores, continúa aun relegando y excluyendo a libreros, por inexplicables cuestiones de redacción de la Ley), el sostenimiento de los REPRO, líneas de crédito hipotecario, tarifas de servicios subsidiadas, la exención de impuestos inmobiliarios y del pago de cargas sociales para un número fijo de empleados, entre otros.”

En las actuales condiciones económicas y sanitarias,  las librerías, negocio emblemático de la Ciudad de Buenos Aires, siguen haciendo lo posible por subsistir.