“Yo creo en los libros que cambian a la gente –le dijo Eduardo Galeano a la escritora mexicana Elena Poniatowska en una entrevista. La prueba de que la palabra humana funciona está en quien la recibe, no en quien la da. Un texto es a mi juicio bueno cuando cambia a quien lo lee, cuando lo transfigura. Yo leo eso y dejo de ser lo que era porque me he convertido en otra cosa a partir de la persona que yo era. He multiplicado mi energía que no sabía que tenía, se han encendido en mí fueguitos de la memoria, capacidades de indignación, de asombro, fuentes de belleza que me crecen adentro y que son estimuladas por esas palabras que recibí. Esa es la palabra viva, la que vale la pena, la otra, la que te deja como estabas puede sonar muy bien, pero no me sirve.”

Sin duda, Galeano les ofreció a los lectores lo que él mismo valoraba como lector, una palabra viva. Tan viva que, a medio siglo de la publicación de Las venas abiertas de América Latina, el libro sigue despertando “capacidades de indignación, de asombro”. Para celebrarlo, Siglo XXI, la editorial que publica sus libros en castellano desde 1971, lanzó una edición homenaje con viñetas de Tute, que no apuesta a la espectacularidad, sino al respeto por el autor que nunca se dejó encandilar por las luces del star system literario, sino que eligió vivir y escribir en la profundidad de la sencillez.

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La cocina de la edición

“Trabajamos un año en este proyecto, le cuenta a Tiempo Argentino Carlos Díaz, director editorial de Siglo XXI en Argentina. Eduardo es tal vez el autor más importante de Siglo XXI, el que más le ha dado a la editorial en sus 55 años de historia. Las venas abiertas de América Latina es una obra emblemática no solo para Siglo XXI, sino también para la cultura latinoamericana, para la izquierda latinoamericana, de modo que era imposible no pensar en hacer una edición homenaje en un aniversario tan redondo de un libro que sigue tan vivo.”

Lo primero que se planteó el grupo de trabajo es que no quería sumar un prólogo. “Nos parecía complicado generar interpretaciones, polémicas agregándole un análisis, dice Díaz.  Que alguien escribiera un texto preliminar era una forma de direccionar la lectura, de escribir la historia oficial del libro. Nos pareció que eso a Eduardo no le hubiera gustado.”

El única agregado que se permitieron fueron las viñetas de Tute, pero la decisión no se tomó de inmediato, implicó un proceso de prueba y error. Pensaron en que los dibujos fueran de una ilustradora, pero no encontraron una  ideal para el libro. Consideraron entonces incluir varias, pero temieron que el resultado “fuera un cocoliche incomprensible.” Luego de mucho meditarlo, se les ocurrió pedirle dibujos a Tute, “muy lector de Galeano y que tiene una mirada crítica de la realidad, pero no baja línea. Y Tute se lo tomó muy en serio. Estuvo meses laburando e hizo un trabajo precioso. No le pusimos al libro letras de oro, no hicimos troquelados raros, no tiramos la casa por la ventana. Lo rediagramamos, le dimos un tamaño más grande, incluimos los dibujos de Tute, le dimos aire. Hicimos una edición linda, que la puedan disfrutar los lectores y las lectoras.” Y agrega: “Todo el año está dedicado a Galeano. El festejo lo teníamos organizado antes de la pandemia y queríamos hacer cosas que no vamos a poder hacer, como una exposición con las diferentes ediciones del libro en español, pero también en otras lenguas,  con las viñetas originales de Tute. Estamos viendo si para fin de año la cosa mejora y se puede hacer o se hará el año que viene. Ahora les estamos pidiendo a amigos de Eduardo que lean un pedacito de Las venas o que cuenten algo informal de su relación con el libro. Están apareciendo cosas muy lindas que las vamos poniendo en nuestras redes. La primera que pusimos es la lectura de Joan Manuel Serrat. Además, hicimos unas bolsas muy lindas, afiches, anotadores chiquitos para que las librerías se los regalen a los lectores que compran su libro.”

Cuando se le pregunta a Díaz cómo era Galeano, contesta: “Era un tipo encantador, de los mejores autores que hemos tenido en la editorial, sobre todo porque era muy exitoso y a veces la gente, cuando es tocada por el éxito se transforma, no lo puede manejar bien y se vuelve insufrible. Lejos de eso, Eduardo era muy humano, muy encantador y siempre fue un placer tratarlo y trabajar con él.” Y, a continuación, cuenta una anécdota que es un retrato cabal del autor de Las venas:“Durante la dictadura, Siglo XXI cerró en Argentina, por lo que lo publicó aquí otra editorial. Pero luego de eso, él quiso volver a publicar con nosotros. Yo preparé toda una propuesta, un modelo de contrato para sentarme a charlar con él. Pero, por supuesto, él eligió un bar de porquería, ruidoso, pero que estaba cerca del lugar al que tenía que ir antes de encontrarse conmigo. De modo que me tocó hacer una de las reuniones más importantes de mi vida para la que me había preparado mucho en un bar de morondanga. El detestaba las formalidades, lo volvían loco, por lo que no podía decirle que nos reuniéramos en la editorial y después invitarlo a comer. Nos juntamos, entonces, en ese bar, que estaba por Callao y Córdoba. El ruido era infernal. Me senté y le dije: ‘Mirá, Eduardo, este es el contrato’. Me contestó: ‘Confío, seguro que todo está impecable’. Le propuse entonces un anticipo por todos los libros. Era tanta la plata para la editorial que para pagársela teníamos que tomar un crédito en el banco. Él me dijo: ‘No te preocupes, Carlitos, pagame lo que se venda, pero no quiero ningún anticipo. Solo quiero ponerte una condición: no me vuelvas loco, porque yo quiero dedicarme a escribir y a caminar. Cuando saques un libro ahí sí hacemos prensa, hacemos todo, pero mientras tanto no me pidas que labure mucho.’ No tenía la obsesión de vender, no era alguien que te iba a decir ‘por qué no hay una gigantografía mía en tal lugar o por qué la prensa…’ Era un tipo que confiaba mucho y cuando depositaba la confianza en alguien, en ese caso en mí como editor, esa confianza era plena. Por eso laburar con él era un placer y también una gran responsabilidad porque él te entregaba un tesoro sin pedirte mucho a cambio.”

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Tute y las viñetas

“Soy lector de Galeano desde mi adolescencia. Soy lector de su poesía, de sus minicuentos poéticos y también de Las venas abiertas de América Latina, que es un libro que me pasó mi viejo. Es un escritor al que admiro mucho y con el que tengo la sensación de compartir una sensibilidad o de que su literatura toca mi sensibilidad. Creo que es de esos autores que te abren la puerta de la literatura y de la poesía”, dice Tute y agrega: “Yo ya había ilustrado la tapa de Amares, una selección de su poesía. Luego Carlos Díaz me ofreció Las venas y lo hice respetuosamente. Me propuso que lo ilustrara, pero yo le hice una contrapropuesta: ser una suerte de viñetista, hacer pequeñas anécdotas dibujadas que fueran acompañando y le dieran un poquito de aire a un libro de mucho texto, hacer apuntes dibujados, ya que no soy ilustrador de libros, sino humorista gráfico. Soy dibujante, por supuesto, pero siempre mis dibujos están al servicio de mis ideas. Haciendo apuntes dibujados de un texto que escribió otra persona me sentí cómodo. No ser un ilustrador, sino un apuntador me dio la libertad de no seguir un orden. El humor gráfico tiene la posibilidad de transmitir cosas de una forma más “amable” o más fácil de digerir. Eso le da un poco de aire a un libro que, sin duda, no necesita mis viñetas.”

En su condición de lector destaca la vigencia del texto de Galeano: “Las venas es un libro fundacional en la lectura de la realidad política y sigue siendo un libro que abre ojos. Conserva su actualidad como la buena literatura y más allá de la buena literatura, porque con Mafalda pasa algo similar. Salió durante nueve años en la década del ’60 y todavía nos sigue hablando. Las venas es la década del ’70 y aún nos sigue contando cosas que parecen salidas de la actualidad. El plantea que el subdesarrollo de América Latina tiene que ver con el desarrollo ajeno. No somos chiquitos, nos achican los que se quedan con lo nuestro. Eso sigue siendo exactamente igual.”

Sus viñetas humorísticas plantean un contrapunto interesante con un texto que narra la tragedia latinoamericana. ¿No podría pensarse el contraste que aportan las viñetas como una forma de recuperar la oralidad morosa y cálida de Galeano. “Sí, contesta Tute. Me gusta mucho la oralidad de los autores que tenemos la posibilidad de escuchar. Pienso en Borges, en Cortázar, en Neruda, por supuesto, en Galeano. Creo hay algo en la forma en que ellos leían sus propios textos que marca una rítmica, una cadencia de su literatura que si uno desconociera esa voz, sería más difícil de encontrar. Quizá estos dibujos pueden acompañar o recobrar esa oralidad que nosotros conocemos de Galeano y que no está en sus libros, porque los libros son para ser leídos por uno, no por el autor. Es posible que el aire que dan las viñetas tenga algo de esa cadencia que tenía Galeano cuando leía sus cosas y que le agregaba morosidad y “amorosidad” a sus textos.”

A 6 años de su muerte, que se cumplen el próximo martes 13 de abril, y a 50 de la publicación de Las venas abiertas de América Latina, Galeano continúa encendiéndonos los fueguitos de la memoria.  «

La vigencia de Galeano

“En Las venas, el pasado aparece siempre convocado por el presente, como memoria viva del tiempo nuestro. Este libro es una búsqueda de claves de la historia pasada que contribuyen a explicar el tiempo presente, que también hace historia, a partir de la base de que la primera condición para cambiar la realidad consiste en conocerla. No se ofrece, aquí, un catálogo de héroes vestidos como para un baile de disfraz, que al morir en batalla pronuncian solemnes frases larguísimas, sino que se indagan el sonido y la huella de los pasos multitudinarios que presienten nuestros andares de ahora. Las venas proviene de la realidad, pero también de otros libros, mejores que este, que nos han ayudado a conocer qué somos, para saber qué podemos ser, y que nos han permitido averiguar de dónde venimos para mejor adivinar adónde vamos. Esa realidad y esos libros muestran que el subdesarrollo latinoamericano es una consecuencia del desarrollo ajeno, que los latinoamericanos somos pobres porque es rico el suelo que pisamos y que los lugares privilegiados por la naturaleza han sido malditos por la historia. En este mundo nuestro, mundo de centros poderosos y suburbios sometidos, no hay riqueza que no resulte, por lo menos, sospechosa.»