La tecnofobia es un mal de época que ya lleva más de dos siglos produciendo paranoias. Desde la explosión de la Revolución Industrial en Europa, a finales del siglo XVIII, pasando por el auge del fordismo y las líneas de montaje, hasta llegar a la automatización de la industria en la actualidad, las máquinas se han convertido en una presencia cada vez más familiar y cotidiana. En el mismo proceso, el miedo a que la tecnología acabe desplazando al hombre de los procesos de producción se ha instalado en la humanidad como una amenaza cada vez más concreta. Es cierto que la realidad alcanza por si sola para justificar la desconfianza, pero no ha sido ese el único elemento que contribuyó a cimentar semejante recelo.

El tema ha sido además alimento de innumerables fantasías distópicas, que se han manifestado a través de la ciencia ficción sobre todo en la segunda mitad del siglo XX, a partir de novelas y películas que lo han convertido en uno de los temores colectivos más recurrentes. Y redituables: títulos como Westworld (Michael Crichton, 1973), Blade Runner (Ridley Scott, 1982, basada en la novela de 1968, ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, de Philip K. Dick), Terminator (James Cameron, 1984) o Mátrix (Lana y Lilly Wachowski, 1999), entre otros, han llegado a convertirse en verdaderos hitos de la cultura pop y en muchos casos en grandes éxitos comerciales. Sus historias se enfocan invariablemente en la suposición de que un enfrentamiento entre hombres y máquinas aparece en el horizonte de la historia como un cataclismo que no hay forma de evitar.

Si algo le faltaba al mundo del periodismo, cuya actualidad y futuro son por lo menos sombríos, era sumar a la ecuación de la precarización laboral, los despidos y el achicamiento o cierre de las redacciones ese miedo a ser reemplazado por máquinas. Pero el momento tan temido está ahora a la vuelta de la esquina. En los últimos años varias empresas periodísticas, como la agencia estatal de noticias china Xinhua y la británica Reuters, han creado robots virtuales generados por plataformas de Inteligencia Artificial (IA) que trabajan con la tecnología Deep Learning, que a partir de procesos algorítmicos son capaces de producir sus propios informes periodísticos y presentarlos en video a través de una interfaz de aspecto humano. Una herramienta que permitiría automatizar la cadena del flujo informativo, al mismo tiempo que reduciría los costos de los grandes conglomerados de medios, cuyos representantes andan siempre calculadora en mano, viendo de qué manera pueden ahorrarse algunos de los pesos destinados a sostener sus recursos humanos y a maximizar las ganancias.

“El surgimiento de estas tecnologías es el resultado de procesos largos que se sostienen en la feliz convivencia entre hombre y máquina”, afirma Ingrid Sarchman, investigadora y docente de la Universidad de Buenos Aires en la carrera de Comunicación, en una charla vía Whatsapp con Tiempo Argentino.” Si por un lado la visión humanista creía que había una supuesta naturaleza humana que las máquinas alteraban (y alteran), muchos autores y posturas asumen en cambio  que puede existir una colaboración y cooperación entre ambos”, agrega. “Esta idea optimista de cooperación deja de lado toda esa imaginación técnica propia de la ciencia ficción, relacionada con el miedo a la máquina, a la idea de que los robots invadirán el planeta. Fantasías que en nuestras sociedades capitalistas tardías se traducen en la idea de que los hombres perderán su trabajo”, continúa Sarchman.

...

-¿Pero en ese caso no habría también que tener en cuenta que quienes impulsan proyectos como este son las mismas empresas que manejan el poder en ese capitalismo tardío?

-Claro, pero en esas visiones optimistas las personas van a reconfigurase y a adaptarse a estos nuevos medioambientes. El malestar real surge en el paso que va de la teoría a la práctica. Porque en la práctica a las megaempresas no les interesa capacitar a sus recursos humanos para que cumplan otras funciones, sino que tienden a expulsarlos, especialmente cuando cumplen determinada edad.

-Entonces no se trata de simple paranoia sindical, sino del miedo a una posibilidad real de perder la batalla por los recursos económicos en la competencia contra las máquinas.

-El tema es que cuando pensamos en estas novedades técnicas es importante no pararse en esa mirada apocalíptica de «nos invaden las máquinas». A mí no me gusta esa postura de una falsa nostalgia por un pasado atecnológico. Eso no significa que crea que en el futuro podamos vivir en armonía, porque seguramente en esa disputa muchos van a quedar en el camino, en especial los viejos y los pobres, que son los que menos acceso tendrán a esas tecnologías.

-Por ese camino es inevitable no pensar en un futuro deshumanizado.

-Insisto que cuando se piensan los procesos largos de innovación tecnológica no se lo puede hacer solo desde la concepción «humanista simple». Los ludditas son un ejemplo de esa resistencia.

El Luddismo fue un movimiento que se dio en Inglaterra a comienzos del siglo XIX, en el auge de la Revolución Industrial, inspirado en Ned Ludd, un obrero que alcanzó estatura mítica por realizar acciones tendientes a boicotear el uso de maquinaria en los procesos industriales. A pesar de que su existencia histórica no ha sido probada, la figura de Ludd se convirtió en una suerte de Robin Hood de la clase obrera y su influencia sirvió para que en torno a ella se nucleara la resistencia de obreros y artesanos en la defensa de sus puestos de trabajos. Que los ludditas sean hoy un movimiento prácticamente olvidado puede ser interpretado como una prueba de su derrota y del triunfo de un capitalismo tecnocrático.

“El asunto es pensar a qué se alude cuando se habla de ‘lo humano’ y si realmente existe una supuesta naturaleza humana que la máquina viene a corromper y alterar”, completa Sarchman, quien junto a su colega Margarita Martínez escribió el libro La imprevisibilidad de la técnica, que en breve será publicado por UNREditora, la editorial de la Universidad Nacional de Rosario.

-Quizá no estaría mal empezar a pensar el asunto desde la perspectiva de los viejos y los pobres, que según usted afirma serían los primeros desplazados.

-La cuestión entonces es pensar en que estas innovaciones debería venir en combo con un cambio de la idea de trabajo. Es decir, la innovación por la innovación misma olvida que es necesario reformular la idea de trabajo. Y por eso si no lo pensás a largo plazo está claro que vas a dejar a muchos afuera. Hay un ejemplo mucho más cercano. ¿Viste que en los supermercados hay varias cajas automáticas donde vos mismo te facturás la compra? Hoy se necesitan menos cajeras.

-Según esa lógica deberíamos pensar que en el periodismo tal como está configurado hoy se necesitan menos periodistas, a tal punto que da lo mismo que las noticias las dé una máquina o una persona.

-No lo diría en esos términos, sino que lo que se necesita es una reformulación de lo que hace o debería hacer el periodista y cuál es el plus humano.

-¿Qué análisis puede hacerse estrictamente en términos de la comunicación?

Queda claro que si a partir de hoy el robot pasa a hacer el trabajo humano no solo cambia el trabajo, sino que también cambia el hombre y en este caso hasta podríamos pensar que también cambia la idea de receptor. Porque si cambia el relator, con él cambian las audiencias, el oído, lo que se espera de quien relata. Si vos como audiencia estás acostumbrado a ver películas dobladas y de pronto todas las películas son subtituladas, vas a tener que cambiar tu manera de consumir cine.

-En el caso del robot presentado por la agencia Reuters se trata de un dispositivo programado para generar resúmenes de partidos de fútbol, pero con un enfoque que atiende a la acumulación de datos estadísticos y que al mismo tiempo se desentiende del relato, de la narración que producen los cuerpos de los jugadores cuando entran en acción.

-Para pensar en eso quizá primero es mejor determinar qué es lo que distingue a un buen relator de uno mediocre. ¿Creés que ninguna máquina hubiera podido decir lo de «barrilete cósmico»? ¿Podríamos pensar que en el futuro la IA va a ser tan sofisticada que logre decodificar la genialidad de Víctor Hugo?

-Calculo que vamos en camino a que eso también sea posible.

-Creo que desde la filosofía de la técnica es imposible valorar los procesos en términos de buenos y malos, así como no se puede pensar en que existe una naturaleza humana que la técnica modifica y en el peor de los casos, corrompe.

-Pero el algoritmo solo puede trabajar a partir de lo que ya ocurrió, no puede improvisar o imaginar opciones que no sean las que ya tuvieron lugar y están documentadas.

-Entonces podría pensarse que lo que hace a la naturaleza humana es esa imprevisibilidad y tal vez ese sea su valor agregado. El hecho que de manera inentendible a Víctor Hugo se le haya ocurrido la frase «barrilete cósmico». Para mí estas son las cosas que obligan a repensar qué lugar y de qué manera podemos abordar a la naturaleza humana, y cómo se va modificando en esa relación con la máquina. Porque ya no pensamos igual y hasta usamos una tecnología que los periodistas de hace 20 años no tenían. Hoy podes armar una nota con video, voz y letra sin moverte de tu casa. Y de hecho estamos teniendo esta conversación a través de Whatsapp.

-En el robot de Reuters también es notorio el hecho de que funciona a partir de una prevalencia del cálculo sobre el relato e incluso de la lógica sobre la emoción.

-Esa es una de las cosas más interesantes para pensar, porque obliga a definir el campo de la comunicación. ¿Qué elementos se ponen en juego en la escena comunicacional? ¿Las emociones podrían ser transmitidas por máquinas? Como dije antes, en principio podríamos pensar que existe una dimensión a la que la máquina no puede acceder. La imprevisibilidad, eso que hace que algo pase por única vez. Entonces te hago una pregunta que tal vez pueda ayudar a pensar el tema: ¿por qué la gente elige a un relator o a otro? ¿Qué buscan en Víctor Hugo o qué buscaban en Muñoz?

-Creo que lo que se busca es a alguien capaz de contar el cuento del fútbol de forma maravillosa.

-Es bueno eso: todos queremos que nos cuenten cuentos. Para mí, y es una teoría personal, si hay algo que las personas podemos hacer mucho mejor que las máquinas es inventar historias, adornarlas, usar palabras que en principio no tienen relación. Insisto con el ejemplo del barrilete cósmico porque me parece una gran frase. Entonces creo que estas tecnologías nos enfrentan mucho más con preguntas acerca de las capacidades y las posibilidades humanas que con el miedo o el rechazo a la máquina.