Julián Kartun, de 33 años, es el cantante de El Kuelgue, pero llegó a un público más masivo de la mano de Cualca un segmento que se emitía por Duro de Domar, aunque la verdadera repercusión de esos videos fue por internet. Su personaje más conocido es Caro Pardíaco, quien tiene 6000 seguidores más en Twitter que el propio Kartun. De la mano del humor, además de la banda, comenzó en julio a conducir y musicalizar La Hora Animada por Futurock y en este verano presentará su espectáculo Noche de fresas. También, es hijo del gran dramaturgo Mauricio Kartun y no reniega de eso.

-¿Cómo fue tu experiencia en Cualca?

-Lo que estaba bueno es que disponíamos del tiempo que queríamos. Había que entregar un capítulo por semana, pero dentro de eso podíamos hacer dos jornadas para cinco minutos, y por eso no estamos más en la tele. Es un formato que no se terminó de adaptar, de hecho, funcionó mucho más en internet, pero estaba bueno el espacio que nos dieron; íbamos con un pendrive donde estaba el capítulo y lo ponían directamente. Nosotros como productora siempre elegimos tener un director de fotografía, un sonidista, productores, tener buenas locaciones, buen catering, y la tele no permite eso. Lo hicimos por un año y después nos dijeron: «Bueno chicos, queremos que estén el año que viene, pero tenemos que ajustar unas cosas de guita», dijimos que no y nos dijeron: “Nosotros tenemos un camarógrafo”. La tele es eso, reducir costos, te quieren poner un camarógrafo que tiene una luz arriba de la cámara, un sangan del horror y ese mismo chabón tiene un equipo de sonido y nosotros preferimos hacerlo un poquito más pegado a lo que es el cine, por eso no siguió.

-Normalmente este tipo de productos suelen funcionar mejor en internet, como dijiste de Cualca.

-Totalmente. Internet siempre es la clave, además, te da la clave de que a la gente le gusta. No es como Tinelli, que por poco te obligan a verlo o como cualquier cosa de la tele. En internet si te gusta lo compartís, lo ven en las previas, o cuando se junta gente. Es muy directo y democrático. El que quiera puede opinar sobre tu trabajo y a vos te llega, es algo que antes no pasaba y son las nuevas reglas de juego.

En cierto punto, ¿no te hace caer en la realidad?

-Es que es una realidad falsa, porque sí puede haber gente que no le gusta, pero después vos tenés que hacer tu laburo para vos. Siempre vas a tener gente que se pone en contra o no le gusta lo que hacés, pero si te ponés a pensar en cada uno que te odia y quiere que lo tuyo sea una mierda, no lo hacés. Tampoco lo hacés porque la gente te dice que está bueno. A mí me pasa con estos productos, con la obra final es que a mí me gusta. El mejor parámetro es si vos estás filmando algo y ves que un técnico se tiene que ir del estudio porque se está cagando de risa. Entonces, va a funcionar, si un técnico se cagó de risa es gracioso de verdad.

-Y si sentís que no pasa nada, ¿te condiciona?

-Sí, totalmente, pero más en vivo en teatro y ves que no pasa nada. A mí me pasaba con el unipersonal que hice hace dos años, que le fue muy bien y estuvo dos años en cartel, pero había funciones que yo decía “no se están riendo, si no se ríen con este chiste no les va a causar gracia nada”, pasaba el chiste y no se reían: era la muerte. Imaginate, solo arriba del escenario haciendo mil personajes y con el chiste más fuerte de la obra no se ríen o peor, cuando ves que se va uno, porque vos lo ves. Puedo estar haciendo mil cosas en el escenario, pero veo cuando se va uno y digo “listo, loco, abandono.”

-¿Cómo levantás de eso?

-Creo que no se puede, quedás mal predispuesto para todo. Me pasó en una función que me quedé en blanco y no me salía el texto. Tenía un escritorio donde había un par de machetes, un teléfono ahí y otro teléfono en otro lado del escenario, que era el chef que llamaba, como mi jefe. Yo atendía al chef y venía, como todo el tiempo en triángulo, pero no sabía qué era lo que seguía y me sonaba el teléfono. Creo que estuve cinco minutos, que es una eternidad, yendo y viniendo atendiendo el teléfono,diciendo cosas, en un momento dije “ya fue le pido perdón a la gente, perdón por haber venido, perdón por haber pagado la entrada”. Pero es teatro, no se podía hacer eso. Por esa razón era tan terrible el unipersonal, porque sabía que si ponía un pie en el escenario había una hora que dependía enteramente de mí, o sea, yo tenía que estar íntegro. Era los sábados, después se hizo también los viernes, ese día tenía que estar pleno, no podía comer un asado ni podía tomar una birra al mediodía, ni podía ir a jugar al fútbol. Tenía que estar completamente dedicado a hacer la función a la noche, creo que por eso no lo hice más.

-Te estresaba.

-No sabés lo que era, no lo recuerdo. De las primeras funciones no tengo recuerdos de lo estresado que estaba, después sí lo empecé a disfrutar y estuvo buena la obra.

-Que tu viejo sea conocido, ¿te puso una traba en el camino o te sirvió para ser vos Julián y no “El hijo de Mauricio”?

-Para ser Julián me re sirvió. Siempre estuve en los camarines y en los ensayos o los castings. En cuanto a los demás también me sirvió porque, en principio, el chabón no era tan conocido cuando yo era chico, entonces no es que me pesaba el apellido. Mi viejo, el tipo jaja, es bastante querido en los medios y eso ayuda, no es simplemente un groso, es muy generoso en cuanto a la información. Tiene dos cursos todos los años, en donde da clase y cualquier alumno que haya pasado por ahí te dice que es un groso por el nivel de generosidad que tiene. Comparte la información de una manera muy de barrio, o sea te puede explicar cómo funciona métricamente el drama de Shakespeare, pero te lo dice muy coloquial.

-Vos siempre te divertís con tus trabajos, en una nota habías dicho que El Kuelgue era juntarse con amigos, ¿sigue siendo así?

-Sí, obviamente aparece la cuestión más profesional, que es inevitable y donde ya hay un equipo. Por ejemplo, con El Kuelgue y con la obra también y el equipo hace su trabajo, pero todo es un placer. En el momento en que deje de ser un juego me parece que voy a buscar otra cosa. Siempre está bueno divertirse o por lo menos pasarla bien con lo que hace uno es muy importante. Si laburás de lo que te gusta estás cumpliendo el sueño de no laburar.