“Todo lo de buscar ya fue encontrado”. Las sabias palabras del epígrafe llevan la firma del sabio Miguel Abuelo, hombre curtido en el arte de buscar. Nos abren la puerta de Limbos terrestres. Mi vida en El Bruc, delgada pero potente obra de Esteban Feune de Colombi, recientemente publicada en estas pampas por Editorial Anagrama en su colección Nuevos cuadernos. Incluye crónicas, un diario de un regreso (im)posible a la naturaleza e historias de una montaña mágica catalana, el macizo de Montserrat.

El que busca, ¿encuentra? Quién sabe, es solo una máxima bíblica. Hace poco más de dos años, el creador multidisciplinario y su esposa Guadalupe dejaron atrás el cemento de Barcelona y encontraron su nuevo hogar en El Bruc, un pueblo de no más de 2000 habitantes, distante a 50 kilómetros de la capital catalana, dormido a los pies de la cumbre del Montserrat.

Un espacio cargado de historias fascinantes: avistajes de ovnis, rituales chamánicos, el joven tamborilero que hace recular a las tropas de Napoleón y las secuelas de la dictadura de Franco. “Historias cíclicas que tienen la montaña de Montserrat como continente y contenido”, escribe el autor argentino para dar en la clave de Limbos terrestres. En el fondo, la historia de un paisaje.

limbos

Si Thoreau tuvo un Walden, Feune de Colombi tiene su vida meditativa en El Bruc. Conecta con la naturaleza. Se deja atravesar por ese paisaje que en el pasado fascinó a San Ignacio de Loyola, a los nazis (Himmler visitó en secreto Montserrat en 1940, en busca del Santo Grial) y a Joseph Beuys.

Un libro, o mejor un calidoscopio, que seduce al intentar atrapar las dimensiones existenciales de la montaña, macizo vivo. El fluir de las cumbres. Páginas que ayudan a comprender que, como decía Merlau-Ponty, los invisible no es opuesto a lo visible, sino su contrapartida secreta.

Hace algunos años, Feune de Colombi escribió un libro fascinante sobre el genial artista Federico Peralta Ramos, su guía. En Limbos terrestres, recupera el concepto de vidar, parido por el artista, y lo opone al trabajo: “Una de las enseñanzas de estar acá es saber que puedes producir menos; si producís menos obviamente ganas menos, pero si ganás menos también gastás menos, porque en realidad consumís menos y todo se vuelve como más austero y esa austeridad abre el camino para poder vidar». Cuánta razón.