¿Qué es lo que hace que Frank Zappa y su música sean admirados en todos los rincones del planeta? Su obra es incatalogable e impredecible, pero su polisemia sigue atrapando a oyentes de todas las edades y procedencias. “Su música apela a la emoción a través de la inteligencia” dice Manuel de la fuente, autor de Frank Zappa-La música se resiste a morir (Alianza Editorial), la más completa biografía no autorizada escrita en castellano.

En diálogo con Tiempo Argentino, De la Fuente, profesor de Comunicación Audiovisual de la Universidad de Valencia, autor de diversos textos sobre el músico, como Frank Zappa en el infierno. El rock como movilización para la disidencia política (2006), y traductor de la autobiografía de artista (La verdadera historia de Frank Zappa, 2014) y la de su secretaria Pauline Butcher (¡Alucina! Mi vida con Frank Zappa, 2016), nos habla de su último trabajo.

– ¿Cómo se dio tu acercamiento a la obra de Zappa?

– Yo estudié comunicación audiovisual en la Universidad de Valencia y en una clase analizamos algunas de las letras de sus canciones. Pero además de su música, me impresionó fundamentalmente su personaje, ya que me parecía muy heterodoxo, pero con un enorme sentido común. Me llamó poderosamente la atención su posición respecto de las drogas ya que se oponía a la utilización de sustancias para la creación artística. Él llegó a despedir a músicos de su banda cuando descubrió que se drogaban durante los ensayos o las giras. Sostenía que para tocar su música era necesario estar plenamente conscientes. Esta característica en la escena del rock de la California de los años 60 y en pleno verano del amor me sorprendió porque él estaba a favor de la despenalización del uso de las drogas pero, no obstante, consideraba que en el acto creativo en vez de liberar tu mente lo que hacía era estorbarte. A medida que iba descubriendo su obra y sus conceptos, tanto en lo referido a lo social como a lo político, me pareció que Zappa representaba una gota distinta en el océano. Y según fui leyendo en diversos estudios sobre él, es el artista de rock con el que se puede entender de mejor manera las actitudes de la sociedad estadounidense de los años sesenta que siguen vigentes hasta la actualidad.

– ¿En qué aspectos se reflejan esas actitudes en sus posturas artísticas?

– Por ejemplo, en los 80 él lucha contra la censura que promueve Ronald Reagan. Lo llamativo es que Zappa se consideraba conservador, pero afirmaba que lo de Reagan era simplemente fascismo. Durante su gobierno se impuso una censura sobre las letras de las canciones y en ese entonces se realizaron sesiones en el senado para tratar el tema en las que Zappa tuvo un gran protagonismo. De esas sesiones surgieron las famosas etiquetas en las carátulas de los discos que prevenían acerca de su contenido con la leyenda “Parental Advisory”. Es un artista muy consciente de que la obra tiene que influir en la sociedad y de que la música no debe ser solamente un componente estético, sino algo que comunique y suministre a la población una información que no suele ser dada por los medios de comunicación.

– Respecto de su música, ¿Qué fue lo que más te atrajo?

– Tiene un sonido muy original y su música resulta muy hipnótica. Además es un músico muy inteligente, que mantuvo en toda su trayectoria una coherencia similar a la de músicos como Robert Fripp y otros representantes del rock progresivo. Esa inteligencia y esa voluntad de tratar de romper todas las barreras de distintos géneros para crear una nueva música, unidas al compromiso político de intentar mejorar la sociedad me resultó siempre un aspecto único y atrayente de su personalidad. Él era un músico contemporáneo que se consideraba un heredero de Edgar Varèse e Ígor Stravinski. Comenzó como compositor contemporáneo dando un concierto en los años 60 y se dio cuenta de que por ese camino no iba a ganar dinero ni a conseguir relevancia social ni nada. Por eso es que utilizó el instrumento que estaba en boga en ese momento. Es decir que cambió lo que en otras épocas hubiese sido el violín o el piano por la guitarra eléctrica y el sonido amplificado. Se lo podría definir como un músico de rock que piensa en términos de músico académico contemporáneo. A lo largo de toda su obra va oscilando entre los dos mundos. Cuando hace música de rock echa de menos el rigor del circuito académico contemporáneo y cuando hace música contemporánea echa de menos la improvisación del rock. Incorpora en sus composiciones  citas de Béla Bártok, Hector Berlioz, Maurice Ravel, Varèse o Stravinski, a la vez que también hace citas de música popular. Para él no existían las divisiones entre los géneros y todo le servía como materia para expresarse artísticamente, sobre todo en las presentaciones en vivo.

– ¿Considerás que su preocupación por lo social y lo político es uno de los sellos distintivos de su obra, además de la variedad de su música?

– Algo que me sorprende de Zappa es que él vivió 52 años, publicó más de sesenta discos, grabó todos los conciertos, los cuales se siguen publicando por medio del sello de la familia, y sus canciones siempre están caracterizadas por una renuncia explícita a la sentimentalidad y un uso consciente del humor. Siempre se sintió como una especie de bufón que tiene que hacer un humor grotesco para reírse de los poderosos, que pueden ser tanto Reagan como Richard Nixon, como los que están en las comunas de Haight Ashbury (barrio de la ciudad de San Francisco, California). Se opone a todo lo que sea herramienta de homogeneización de la sociedad, y utiliza el humor para dinamitar absolutamente estos cánones y como elemento de distanciamiento de los poderosos, para criticarlos o, al menos, dar a conocer su opinión. El hecho de que hoy estemos hablando tú y yo sobre Zappa, alguien que falleció hace décadas, que vivió a miles de kilómetros de donde trabajaba y vivía y que escribía sus letras en un idioma que no es el que estamos hablando nosotros dos en este momento, es una prueba de su vigencia y no de una imposición del mercado.

– ¿Se podría decir que era un artista cuestionador de las “buenas costumbres” estadounidenses?

– Sí. Sus canciones ridiculizan la homogeneización de la sociedad estadounidense. Lo hace en temas como “Jewish Princess”, “Catholic Girls”, “He´s So Gay”. Ataca los estereotipos sociales porque considera que esas construcciones estupidizan, rompen el desarrollo individual. Se consideraba un conservador pragmático, que apostaba por impuestos bajos, por poco intervencionismo estatal. Pero, por otro lado, estaba a favor del aborto, de la legalización de las drogas, era un individualista total y ese posicionamiento es curioso. Sus canciones llevan a pensar que tú siempre tienes que tratar de pensar por ti mismo. Y ese es un pensamiento liberal muy estadounidense que solo se entiende allí, que no es ni de derecha ni de izquierda. Ese pensamiento progresista pero a la vez con tintes conservadores solamente lo puedes entender siendo estadounidense. Y cuando alguien se sale de ese patrón de homogeneidad y aparece un elemento que distorsiona la imagen que existe debajo de la pátina de perfección y de oropel, surgen las miserias. Y Zappa puso en primer plano esas miserias a su estilo, utilizando su música y su pluma para exponerlas. Como decía él, “sin salirse de la norma es imposible avanzar.”

La verdadera historia de Frank Zappa es un libro interesante pero finalmente deja gusto a poco. ¿Pensás que tu libro consigue llenar los huecos que dejó su autobiografía?

– Creo que es una autobiografía incompleta, porque le interesaba más hablar de sus ideas políticas de los 80 que hacer una autobiografía. Y, la verdad, es que muchos de sus comentarios resultan un tanto pueriles. Se nota que decidió hablar sobre su trayectoria sólo hasta fines de los 70. Por eso es que la última parte resulta, al menos para nosotros, un poco anodina y con poco sentido respecto de lo que buscábamos conocer sobre su vida. Por esto es que decidí escribir el libro que a mí me gustaría leer sobre Zappa. Me interesaba que el lector descubriera en profundidad su mundo. Una autobiografía nunca es completa porque en ella nunca se narra el momento de la muerte. Me propuse recurrir a Zappa como medio para explicar la historia cultural de la segunda mitad del siglo XX. Es una reflexión sobre nuestro pasado inmediato y sobre nuestro presente.

– En la actualidad hay una gran profusión de libros y documentales sobre músicos de todos los géneros. ¿Qué opinas sobre cómo se construyen las imágenes de esos artistas?

– Creo que el defecto que tienen las biopics sobre artistas musicales, es que los muestran como si hubiesen surgido de la nada y fueran los mejores de todos, como producto de una experiencia individual. Yo creo que las experiencias culturales son sociales. No digo que Zappa fuera el mejor, pero sí que pudo desarrollarse en un sistema social que le posibilitó  dedicarse al rock y no a otra cosa, y que vivió en un contexto en el que se permitió presentarse como candidato a presidente y asistir al senado para defender la libertad de expresión, es decir que era un artista con actitudes políticas pero no demagógicas. Es imposible entender su obra sin explicar el contexto histórico en el que vivió. Zappa es una especie de periodista musical que se dedica a dejar constancia por escrito de lo que observa y no le gusta. Y lo hace con humor. Se burla de los ejecutivos de las discográficas, de los presidentes de Estados Unidos, de los telepredicadores, de la derecha evangélica o de los censores. Es una especie de monologuista que aborda temas de actualidad, pero revestidos de música. Todo artista expresa siempre una relación y un diálogo con su contexto social y político. Lo que ocurre es que algunos lo explicitan y otros no. Con el cine ocurre lo mismo por acción o por omisión.

– El libro tiene una gran cantidad de datos y fuentes y tiene la fluidez de una novela más que de una biografía. ¿Estás satisfecho con el resultado?

– Llevó mucho tiempo y, como dicen los músicos cuando producen un disco, los discos no se terminan, se abandonan. Es tanto lo que se puede sumar a lo que salió finalmente publicado que si no le ponía un punto final, todavía seguiría escribiéndolo. En 2003 hice una residencia universitaria en Estados Unidos e inicié la investigación para este libro, para el cual consulté más de 15.000 fuentes que provenían de bibliotecas, medios de comunicación y hasta periódicos de pueblos pequeños del país en los que sabía que Zappa había dado conciertos. Finalmente utilicé unas 7.500 de esas fuentes, entrevisté a muchos de sus músicos, a personas que trabajaron para él, a sus hijos y su viuda y leí biografías y estudios de diferentes procedencias. Mi idea fue partir de cero utilizando las fuentes primarias. Fue un trabajo incesante y sumamente agotador de veinte años, pero creo que, finalmente, valió la pena.