Ernesto Sabato resulta un escritor incómodo  para ciertos sectores. Suele citárselo menos que a los colegas de su misma generación y en la consideración de su obra juegan factores que son ajenos a la literatura en sí. Su imagen sombría de escritor torturado también es cuestionada o considerada una impostura. Pero el fenómeno, según María Rosa Lojo, especialista en su obra, es argentino y no está en relación con su proyección internacional. Basta citar como ejemplo el ciclo de encuentros organizados por la Fundación Sabato  tanto en España como en Argentina para homenajearlo a una década de su muerte.  Lojo formó parte ellos a través de  un diálogo con el escritor y director de la Biblioteca Nacional Juan Sasturain.

En esta entrevista, la escritora e investigadora hace una suerte de memoria y balance del legado literario de Sabato, del lugar que ocupa en la literatura argentina y de los múltiples factores ajenos a la literatura en sí que suelen interferir en su lectura.

-Creo que Sabato no forma parte del canon académico y que el valor de su obra es puesto en tela de juicio. ¿A qué crees que obedece este hecho?

-Hay diferentes maneras de entenderlo. El lugar que para mí ocupa Sabato es un lugar canónico, pero yo no estoy con la corriente mayoritaria de la academia argentina, si bien mi postura es compartida por académicos y estudiosos de otros lugares del mundo que siguen estudiando su obra y lo consideran un autor clásico de la literatura latinoamericana. Recuerdo que en 1999, me encontré con Augusto Monterroso y su mujer en Guatemala y me dijo “¿qué les pasa a ustedes, los argentinos, con Sabato?” aludiendo a la mala prensa que tenía por parte de sus colegas fuera del país.

– ¿A qué lo atribuís?

-Me parece que en esto intervienen varios factores. Uno es el estético. En un momento en que el paradigma lo copaba la estética borgeana, una estética austera de contención verbal, la estética de Sabato resultaba completamente disonante. El suyo era un mundo oscuro, romántico, surrealista, gótico, oculto y misterioso en el que la pasión humana desatada tenía un lugar central. También en Borges aparecen lo oculto y lo misterioso, pero está resuelto de otra forma, con una escritura cerrada, impecable, rigurosa, mientras que Sabato es un escritor muy barroco.  Luego de El túnelSobre héroes y tumbas es la novela que lo lanza a la fama. Es un tour de force, una pieza complejísima, con muchas entradas.

-¿Hay otros antecedentes de este tipo de “ninguneo”?

-Algo parecido ocurrió con Adán Buenosayres que, en cierto modo, resultaba una obra que era estéticamente ilegible. Adán Buenosayres se publicó en 1948, mientras que Sobre héroes y tumbas es del 1961. No son novelas que estén tan alejadas en el tiempo. Claro que Marechal tenía la carga de haber sido un autor peronista en un momento en que la mayoría de los intelectuales argentinos eran antiperonistas. Sabato era antiperonista como el resto, pero fue  el primero en decir que si bien Perón podía ser un demagogo y un manipulador, las reivindicaciones del pueblo eran legítimas. No es la misma posición ortodoxa que tenía la mayoría de sus colegas. Es el autor, además, de El otro rostro del peronismo.

-Pero en su momento Sobre héroes y tumbas tuvo mucha repercusión, ¿no es así?

-Sí, la salida de Sobre héroes y tumbas tuvo mucho éxito de venta. Durante 5 o 6 años vendió como 100.000 ejemplares, una cifra muy considerable. Claro que también tuvo críticas. La gente muy de izquierda le objeta presupuestos ideológicos, representaciones de lo popular que no los convencen, su escritura gótica, pasional y oscura no les gusta. Pero, en general, fue una obra aceptada por la crítica de los medios y muy leída. En los años ’80, los intelectuales van por otro lado porque creo que sigue dominando el paradigma de Borges y los intelectuales comienzan a tomar más distancia de Sabato. Con Sasturain justamente hablamos de Piglia, que es un autor que toma distancia de Sabato, que tiene otra posición estética.

-¿Lo político tiene una incidencia profunda en la consideración de su obra?

-Sí, está todo el tema político posterior de la dictadura. Sabato queda pegado al almuerzo con Videla, mientras a los otros que participaron del mismo almuerzo no les ocurrió lo mismo. Mi opinión personal es que se lo acusó en exceso en un momento que era político muy difícil. Abadón el exterminador, por ejemplo, es del año 74 y habla de las torturas de la Triple A, eso es clarísimo, y el peronismo no pasaba por su mejor momento, fueron tiempos muy sombríos en que estaba López Rega, por lo que creo que habría que contextualizar un poco más la situación a la hora de acusarlo.

-¿Y qué pasa con su intervención en la Conadep?

-Su intervención en la Conadep también fue un momento que se volvió crítico. Buena parte de intelectuales objeta la llamada «teoría de los dos demonios». Yo no me voy a poner a juzgar el Nunca Más, pero creo que la actitud de hacerle juicio a las Juntas y el acompañamiento que gente como Sabato le dio a esta postura de Alfonsín habla por sí misma, fue algo inédito en América Latina. Nadie lo había hecho hasta ese momento. Creo que antes de condenar a Sabato en bloque, habría que pensar lo que significó el juicio a las Juntas como acto político. Fue una decisión de un enorme coraje.

-El aparato militar no estaba desarmado.

-No estaba desarmado para nada. Hoy es muy fácil decir que tendría que haber hecho esto o lo otro. Puede ser que los reproches sean ciertos, pero hay que tener en cuenta el contexto. Condenarlo en bloque es como juzgar a Eva Perón por La razón de mi vida, un libro que tiene una óptica muy machista, pero no se puede reducir a Eva Duarte de Perón a eso, porque su vida habló por ella misma y porque sus posiciones fueron siempre de ruptura. Creo que hay elementos contextuales, de coyuntura que dentro de la Argentina juegan en la consideración de Sabato como escritor, que interfieren su lectura. Algunos de estos elementos son estéticos y otros son políticos. Por supuesto, Sabato no fue inocente en la medida en que siempre fue un hombre público y tuvo una posición marcada en los debates de su tiempo. Se apartó de determinadas  posiciones de grupo, fue un francotirador  y eso conlleva un riesgo como que te lean de determinadas maneras. A diez años de su muerte, creo que la obra puede leerse separando su conducta política de determinados momentos. Creo que tendríamos que tener una actitud un poco más equilibrada.

 -Hablando específicamente de su estética, cuál crees que es la vigencia que tiene hoy.

-Creo que hoy los tiempos están más preparados para una valoración estética más perdurable en la obra de Sabato.

-¿Por qué?

-Porque si revisamos la narrativa argentina actual, creo que Mariana Enríquez, por ejemplo, tiene mucho más en común con Sabato que con Borges. Y de Alberto Laiseca con su realismo delirante, ni hablemos. El gusano mismo de la vida misma de Laiseca transcurre en las cloacas de Nueva York. Creo que la literatura argentina de hoy está mucho más del lado del mundo que abre Sabato que del mundo que abre Borges. Con Juan Sasturain encontramos muchos paralelismos con Marechal y con Cortázar, particularmente en Sobre Héroes y tumbas, más allá del tono más sombrío de esta novela respecto, por ejemplo, de Adán Buenosayres. Pero la ambición de totalidad, la estructura compleja, las partes extraíbles de las novelas como el Informe sobe ciegos y el Cuaderno de tapas azules son elementos comunes en ambos. Y esto llega hasta Megafón, porque tanto Megafón o la guerra como Abadón el exterminador son novelas autoficcionales en las que hay un autor-personaje que está dentro de ellas. Es algo muy curioso. Resumiendo, creo que Sabato tuvo un lugar importante en el siglo XX, éxito general de crítica y público en el momento de la salida de la que considero que es su obra más importante, Sobre héroes y tumbas. Más allá de coyunturas estéticas y políticas, Sabato es un autor que sobrevive. También en esto acordamos con Sasturain. Ambos creemos que ese sigue siendo un gran libro. Creo que es un autor de construcción narrativa, de revelación de subjetividades, de revelación de la escritura desde el conocimiento de la organización del poder en la sociedad occidental que es verdaderamente notable. Sus héroes tienen mucho que ver con el cuestionamiento de un modelo de conocimiento que está basado en lo racional / racionalista y todo les sale mal. Todos terminan atrapados por las diosas, esa es la gran paradoja. Hay todo un mundo que rescató el surrealismo al que Sabato le debe tanto. Es un mundo de la unión de los opuestos que está en sus novelas y es una de las razones por las que Sabato deja la ciencia.

-¿Tenía un conflicto con el pensamiento científico?

-No lo niega, pero lo considera insuficiente para la integralidad del ser humano. Para la comprensión del ser humano, el pensamiento integrador es el del arte. Aunque escribió muchos ensayos, lo mejor de Sabato está en su ficción, en su creación artística.