Cuando el año pasado la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner dijo en el Senado de la Nación, durante el debate por la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE), que el peronismo debía agregar a su ya establecida definición de movimiento nacional, popular y democrático el adjetivo “feminista”, puso en palabras lo que desde hacía años se venía gestando dentro de esta fuerza política y, también, en muchas otras organizaciones que formaron parte del Frente para la Victoria (FPV), la coalición política que llevó a Néstor y a Cristina Kirchner al gobierno.

Que Cristina lo expresara en voz alta impulsó a quienes intentábamos dar este debate dentro del movimiento, e interpeló también a quienes se resistían a la temática. Ya nadie más pudo decir con tranquilidad, por lo menos públicamente, que el feminismo era una “cosa de mujeres” que ellas mismas debían arreglar, que lo resolvieran en las secretarías de la mujer o en las comisiones de género, y que nada tenía que ver con el peronismo.

Porque, por primera vez, y en forma muy clara, se habló del patriarcado no como algo teórico o lejano, sino como el entramado social, cultural y económico que atraviesa a todas las fuerzas políticas –y también al peronismo–, y que se evidencia con el predominio de los varones a la hora de ocupar cargos directivos y de tomar decisiones.

Una definición tradicional del feminismo sostiene que “es un movimiento social y político que se inicia formalmente a finales del siglo XVIII […] y que supone la toma de conciencia de las mujeres como grupo o colectivo humano de la opresión, dominación y explotación de que han sido y son objeto por parte del colectivo de varones, en el seno del patriarcado bajo sus distintas fases históricas, del modelo de producción, lo cual las mueve a la acción para la liberación de su sexo con todas las transformaciones de la sociedad que aquella requiera”. (V. Sau, Diccionario ideológico feminista).

Y aquí cabe preguntarse, ¿este enunciado eurocéntrico explica también los feminismos en Latinoamérica y en la Argentina? ¿La resistencia a la opresión nació aquí en el siglo XVIII en clara referencia a la Revolución Francesa? ¿No es hora de ensayar una definición propia que dé sustento al feminismo nacional y popular que estamos construyendo?

El historiador Luis Vitale (1987) sostiene: “El proceso histórico de opresión de la mujer en América Latina fue distinto al de Europa, porque en nuestro continente no se repitieron las mismas formaciones sociales ni se dio la familia esclavista de tipo grecorromana ni la familia de corte feudal. América Latina pasó directamente del modo de producción comunal de los pueblos agro-alfareros y del modo de producción comunal-tributario de los incas y los aztecas, a la formación social colonial en transición a una economía primaria exportadora implantada por la invasión ibérica. Esta especificidad es olvidada frecuentemente por quienes recurren al esquema evolutivo europeo no solo para explicar los fenómenos socioeconómicos, sino también la vida cotidiana, tratando de encontrar en la Colonia un tipo de familia feudal”

Cuando a don Arturo Jauretche se le preguntaba ¿qué es el pensamiento nacional?, solía responder que “lo nacional es lo universal mirado por nuestros propios ojos”. Si queremos que nuestro feminismo sea nacional y popular, tal vez sea el momento de revisar nuestra propia historia, tomar lo universal para pasarlo por nuestro propio tamiz respecto al pasado, pero también en el presente, y, de esa manera, asentarlo sobre bases sólidas. Ese será el mejor aporte que podamos hacer, desde nuestra propia esencia, al desarrollo de los otros feminismos que ya habitan en nuestras calles.

Y, también, será la mejor contribución que podamos ofrecer al peronismo, “para trazar nuestros propios caminos, dentro del cauce vibrante de todo un pueblo que marcha en la senda de superación de sus problemas colectivos”, tal como sostuvo Eva Perón en la primera asamblea nacional del Partido Peronista Femenino, para después agregar: “El hecho de que nos aprestemos a trazar nuestra propia trayectoria como mujeres y ciudadanas, no significa ni podría significar separarnos de la revolución peronista ni dividir el movimiento peronista que es órgano político de la revolución”.

 Por último, nos toca dar esta batalla en el marco de un rebrote del neoliberalismo y del neocolonialismo que se apoderó de nuestra patria, y con Evita decimos: Reclamamos un puesto en la lucha y consideramos ese derecho como un honor y como un deber. Si nuestros compañeros se sintieron proletarios porque les fue negado el acceso a la propiedad y a una existencia mejor y no gozaron más que de una ficticia libertad política, regulada por la reacción y negada por el fraude, nosotras, las mujeres, fuimos menos libres y más explotadas. Si los trabajadores conocen la repugnancia que hay en comercializar el trabajo a bajo precio, considerándolo, no como el esfuerzo a través del cual el hombre se realiza, sino como una mercancía más en el mercado de consumo capitalista, esa repugnancia ha sido doble en la mujer. Y si al hombre se le impidió el goce total de la vida ciudadana, a la mujer laboriosa como él, más negada que él y más escarnecida que los hombres, se le negó también y en mayor proporción el derecho a rebelarse, a asociarse y a defenderse.

Este libro ofrece las herramientas para emprender esta enorme tarea, desde la teoría, pero también desde la praxis política traducida en leyes, programas y organismos que, a lo largo de su historia, el peronismo creó para ampliar los derechos de las mujeres y para avanzar en la igualdad de géneros. Y, también, recupera la historia de las militantes peronistas que de generación en generación han tomado la posta de la lucha y la pasaron a las próximas. Esa que hoy tomamos nosotras para que el patriarcado se caiga de una vez y para que el peronismo, de verdad, sea definitivamente feminista.

INTRODUCCIÓN

Elena Díaz

Este libro nace de una época convulsionada por la ineludible presencia de las mujeres –en multitud– en todas las esferas de la vida política y social en la Argentina. Tiempos de militancias, plena de acciones, movimientos, de jóvenes que abrazan y debaten feminismos. Es hijo de la democracia y sus vaivenes. De los más de treinta años de encuentros nacionales de mujeres. De las militancias renovadas, luego de los desprecios noventistas, en juventudes que abrazan la política. Del decenio de la campaña nacional por el aborto legal y las mareas verdes. De los grupos feministas más variados: los espacios de género de los partidos, sindicatos, agrupaciones. Nace porque hubo doce años de gobierno kirchnerista, de los cuales ocho fueron presididos por una mujer.

Lo creímos un debate necesario, no solo para las peronistas y el campo nacional y popular. Es un debate necesario en todas las fuerzas políticas y sociales. Despatriarcalizar nuestras organizaciones y experiencias de construcción popular se volvió imperativo de época. En nuestras organizaciones hay reproducción del patriarcado hay silencios, invisibilidades, pero también hay contraculturas, hay resistencias: históricas y actuales. Develarlas, ponerlas en palabras, re-leerlas desde este contexto de posibilidades, sin forzar su propio momento histórico, nos permite tender puentes en las resistencias y luchas por la emancipación de las mujeres, desde la identidad de un movimiento nacional y popular, que está vigente y es interpelado por las demandas de este tiempo.

El primer panel donde abordamos este tema se denominó “Feminismo y peronismo: reflexiones históricas y actuales de una articulación negada”, en una de las actividades centrales del I Congreso de Comunicación Popular desde América Latina y el Caribe que se realizó en septiembre de 2015 en el edificio Presidente Néstor Carlos Kirchner de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP, en la ciudad de La Plata. Entre noviembre y diciembre de ese mismo año estuve a cargo del primer seminario en la Especialización de Género y Comunicación de la misma casa de estudios, bajo el mismo título de la charla precedente. Denominación, que casi como por cábala, reiteramos en esta publicación. Fue a la vez muy enriquecedora la experiencia que realizamos desde la Comisión de Mujeres y Géneros del Instituto Patria, que tuvo como propuesta de formación en recorrida por el país el seminario “peronismo y feminismo”, con cientos de participantes. Estos debates se extendieron en múltiples escenarios, localidades y organizaciones, en tiempos de muy duras resistencias, tanto como fueron años fructíferos para el crecimiento del feminismo popular.

Nos inquietaba provocar una revisión de la relación entre los gobiernos peronistas y las conquistas para los derechos de las mujeres. Gran parte del material está centrado en los períodos del primer peronismo 1945-55 y la etapa kirchnerista de 2003-2015. También tuvimos invitadas que abordaron la resistencia posterior al 55, los 60 y 70, y las experiencias luego de la apertura democrática del 83. Pero el eje central no estuvo puesto allí, sino en los períodos de gobiernos populares más extensos. El 73 fue cortado muy pronto por la dictadura y cruzado por un contexto de violencia política, que requeriría de análisis particulares. Los noventa y el menemismo están revisados desde la institucionalización de las políticas de género, pero la adscripción del menemismo al neoliberalismo, tras su abandono de las tradiciones nacional-populares peronistas, lo hace una experiencia también atípica. En cambio, leemos una continuidad en los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, de aquella primera revolución inconclusa del primer peronismo. Estamos, a la vez, en el período democrático más largo de toda la historia del país.

Cuando hicimos balance de estos períodos, encontramos decisiones de gobierno cruciales en favor de los derechos humanos en general, y también para el avance de los derechos de las mujeres, las disidencias sexuales y la promoción de profundos cambios culturales, además, claro, de contradicciones y tensiones. Resultó llamativo analizar las principales figuras políticas femeninas del peronismo, como fue Evita y lo es Cristina Fernández, y su relación con la agenda feminista. En ambas estuvo presente una interpelación directa a sus congéneres, a la vez que una desidentificación expresa con el feminismo. Entendemos que hay una situación histórica que puede dar explicaciones distintas a estos posicionamientos, pero también cierta continuidad respecto a la mirada hegemónica del peronismo sobre los feminismos. Incluso, a pesar de contar con peronistas feministas muy destacadas en todos los períodos, estaba subyacente cierta idea de no conciliación posible entre ambos movimientos. Llegadas a estos tiempos, ya conocemos también una revisión por parte de Cristina, ya como expresidenta, de su posicionamiento en torno al feminismo, alentado por las juventudes que abrazan estas causas e identidades.

La mayoría de los artículos que componen este libro tuvieron su origen en las desgrabaciones de las ponencias del conversatorio y del seminario. Hicimos una selección que intentó abordar aspectos históricos, teóricos y políticos más actuales. En total son quince artículos, que hemos agrupado en cuatro capítulos. El primero está enfocado en los aspectos históricos y su relación con el presente: incluye los textos de Dora Barrancos, Adriana Valobra, Estela Díaz, Susana Sanz y Juliana Marino. El capítulo dos contiene un grupo de escritos que desarrollan aspectos más ligados a la teoría, en el que se puede encontrar un recorrido que propone Graciela Morgade; para revisitar la doctrina peronista desde una perspectiva feminista, un texto de Flavia Delmas; y Florencia Saintout nos acerca las relaciones con el poder y la política. En el capítulo tres, que denominamos “La conquista de derechos en los pliegues del Estado”, varias autoras ponen el foco en las políticas públicas, legislaciones, mecanismos institucionales. Este grupo incluye los textos de Virginia Franganillo, Claudia Bernazza y Mara Brawer. En el último capítulo encontraremos otras voces que llamamos “Animarse en tiempos neoliberales”, en el que Cristina Álvarez Rodríguez, Lucía García, Julia Pascolini y Paloma Baldi nos proponen una discusión sobre la actualidad y el impacto del feminismo desde una perspectiva popular. Al margen de esta división un tanto arbitraria, lo cierto es que los quince ensayos de este volumen van y vienen entre el pasado y el presente, recorren setenta años de nuestra historia política –aunque también un poco más atrás– hasta abordar la discusión que provoca la actual fase neoliberal, su confrontación y las propuestas de superación.

Este libro no pretende agotar este debate. Por el contrario, lo entendemos como un aporte para seguir abriendo diálogos, que hasta hace poco tiempo estaban silenciados. Hay temáticas, enfoques y voces que están faltando. Elegimos en este primer volumen priorizar las voces de mujeres, en su mayoría, con trayectorias extensas y significativas. Pensamos que en futuras iniciativas deberíamos recuperar más voces de jóvenes y de mayor diversidad identitaria. También reconocemos que faltó federalidad. Nuestra cultura es generosa con las experiencias populares de todo el territorio nacional. Serán miradas que seguramente enriquecerán las perspectivas. Queda como desafío pendiente.