Para mí hay un hito que ha sido la ausencia. Yo me fui en el ’74. Volví a vivir en Buenos Aires en 2004. Durante diez años no pisé suelo argentino. Luego, a partir del ’84, estuve yendo y viniendo. Eso hace que haya muchos músicos argentinos a los que no escuché. De todo género. Y también, a la inversa, hay muchos músicos argentinos que no escucharon al Cuarteto. En esta situación de lejanía hubo muchos compañeros músicos. Entonces, para mí, la cultura porteña de los últimos 30 años también está hecha de ausencias. No sólo se trata de músicos, también de poetas, de actores, de escritores, pintores. Todos muy importantes. Sólidos.

Del punto de vista personal, yo me fui con un sonido. Y todos los otros músicos también. Y con una poética que correspondía a una historia y a una raíz muy profunda que se había depurado como identidad, en mezcla de razas y de culturas. Y lo que acá se desarrolló es otro sonido, otra poética, por circunstancias también históricas y políticas. En un momento de la cultura del mundo donde arrasó el neoliberalismo y el mercado. Me refiero a una penetración a través de los medios de comunicación, grabadoras, editoriales. Veníamos de un periodo oscuro, que fue la dictadura, donde hubo prohibición, voluntad de control, donde los milicos se llevaron también un sonido, trajeron otro, etc. Entonces, sacaron y trajeron lo que les servía a ellos. Costó mucho remontar ese déficit bestial de ignorancia que produjo la dictadura.

Ejemplo: yo no conocía a Charly García, lo digo como símbolo. Cuando me fui era compañero de la Cofradía de la Flor Solar, de Almendra, éramos la misma generación. Después, no supe más de ellos. Esto quiere decir que la cultura se hace con mucha gente, con muchos artistas que se comunican entre ellos y eso da un fruto. Entonces, al volver, al no haber escuchado a toda esa gente y ellos, al no haber escuchado al Cuarteto, se produce otro hecho, otro fenómeno.
Hubo un corte. Ese corte no solamente se dio por lejanía. También, como producto de una política de Estado que centró todo en el mercado y permitió la penetración de otras formas de expresión fomentadas por los grandes grupos que manejan la industria cultural a nivel mundial. Este lavado de cabeza condiciona lo que vino después y preparó el terreno de lo que pasó en los últimos treinta años. Si un tipo, en un momento dado, durante un periodo de pobreza y miseria, es ignorante, es brutal, aunque haya luego un cambio de gobierno, esa persona sigue existiendo con esa cultura que tiene y que sigue transmitiendo. Entonces, acá, se prohibió, se dejó de difundir y apoyar otras formas culturales. Insisto: como política. Grandes artistas que habían tenido un papel muy relevante fueron marginados.

Y eso también tuvo un efecto.

Para mí hay una metáfora que ilustra esto. Es el caso de los chicos apropiados durante la dictadura. Esos chicos tenían una familia, padres, abuelos, bisabuelos, etc. Tenían, como familia, ritos, valores, costumbres. Sabemos que muchos de ellos fueron apropiados por militares o por familias cómplices de los militares. Esos chicos crecieron en estas familias, con otros valores, ignorando por completo que había habido algo antes. Otra gente, otra manera, otras costumbres. A mí me parece sumamente relevante que ellos puedan saber de dónde vienen, conocer su historia, su familia de origen y replantearse su identidad con todas esas vivencias.

Volviendo a la cultura, con todo lo dicho anteriormente, para mí es la misma disyuntiva. Sería sumamente importante que las generaciones que sólo conocen lo que ocurrió culturalmente desde esas políticas centradas sobre el mercado, pudieran conocer lo que había antes. Que era un mercadito… una feria (con humor…). Es lo que está sucediendo. Y es lo que yo rescato de los últimos treinta años. Voy a referirme sobre todo a los músicos, que es lo que más conozco. Hay toda una camada en el tango. Están los que tomaron la posta, caso del Arranque, la Fernández Fierro, Ramiro Gallo, Lidia Borda, y muchos otros. Pero también hay una camada más joven, que tiene una mirada diferente a la anterior, que le da un valor más importante a la poesía, al texto, y que musicalmente, tiene una visión no negativa sobre la tradición.

Yo tengo la suerte de trabajar con jóvenes polenta. Los del Cuarteto, los de La Musaranga, los de La Lija. También está el grupo de danza de la universidad de La Plata, dirigido por Andrea Castelli. Todos estos intercambios son de una riqueza total.

Lo que se puede lamentar, y no hablo de lo personal, porque sé que muchos compañeros del espectáculo están en la misma situación, es la precariedad de los espacios para expresarse, desarrollarse y crecer. No hay relación entre la diversidad y la riqueza de las propuestas artísticas y los medios que se ponen a disposición de los creadores. Sigue imperando el mercado. Como decía mi vieja: “Nada te asuste, nada te espante”.