“Por suerte, la semana que viene tengo un turno para aplicarme la vacuna contra el COVID19”, dice Noberto Galasso, quizá consciente de que esta vez le tocó ser protagonista y no investigador y narrador de un hecho histórico: la pandemia que marcó un punto de inflexión en la Argentina y en el mundo desbaratando proyectos de países y personas. Pero él, que a los 85 años mantiene intacta su pasión por la historia, logró conjurar los males del aislamiento al que nos condenó el virus, como diría Roberto Arlt, por “prepotencia de trabajo”. No sólo escribió nuevos libros, sino que logró la reedición de otros; entre los que se cuenta su biografía de Leonardo Favio, que presentó en diciembre de 2015, al final del gobierno de Cristina Kirchner, y que se esfumó por el aire, en uno de los habituales actos de magia realizados por el gobierno de Cambiemos. En esta nota, una historia de amor (por la historia) en tiempos de pandemia.

-A pesar de la crisis, usted  reeditó y publicó nuevos libros. ¿Cómo lo logró?

-Hace unos 20 años publiqué un libro sobre Rufino Blanco Fombona, un venezolano que aquí no es muy conocido,  pero que fue un gran luchador por la unidad latinoamericana, un antiimperialista. Criticaba severamente la historia de Mitre y reivindicaba a Bolívar. Fue un hombre muy combativo respecto de las políticas imperialistas de los Estados Unidos. Cuando comenzó la pandemia, un amigo me sugirió que hiciera una reedición de ese libro y la editorial Imprex, a pesar de que se trata de alguien no muy conocido en Argentina, se decidió a hacerlo.  

Pero también se reeditó la biografía de Leonardo Favio que no había sido difundida. ¿Cómo fue esa historia?

– Muy singular. La ministra de Cultura de la última parte del gobierno de Cristina, Teresa Parodi, me llamó en ese momento para pedirme que dirigiera una colección de libros que se iba a llamar Los Populares. Armamos una pequeña lista inicial en la que figuraban Leonardo Favio, Celedonio Flores, Tita Merello, Atahualpa Yupanqui, entre otros. Los dos libros iniciales serían el de Favio, que lo haría yo, y el de Celedonio Flores que estaría a cargo de Juan Carlos Jara. Trabajamos muy rápidamente y llegamos a tiempo para que los libros se pudieran presentar antes de que asumiera Macri el 10 de diciembre. Fue así que, el 4 de ese mes, 6 días antes de que asumiera, presentamos los dos libros en el Centro Cultural Kirchner. Las autoridades del Ministerio habían puesto ejemplares de ambos en una mesa y los asistentes al acto podían tomarlos sin cargo.

-¿Y qué pasó luego de la presentación?

-Dejé de tener noticias del libro. Entonces hablé con una chica que trabajaba en el Ministerio de Cultura que me informó que a partir del momento en que asumieron las nuevas autoridades, la colección Los Populares había sido  anulada y a los ejemplares de los libros que ya habían salido los habían metido en una habitación bajo llave a la que ella no tenía acceso. A mí, como autor, me habían dado unos diez o quince ejemplares, pero yo quería comprar más para poder repartirlos entre los amigos.

-Pero no pudo hacerlo.

-No. Un tiempo después, un muchacho bastante audaz me dijo que la única solución era romper una noche los vidrios de la habitación en donde estaban y sacarlos, porque a ese lugar no podía acceder nadie de otra forma. Por supuesto, no lo aprobé. Pasó el tiempo y los libros no se distribuyeron. Cuando el macrismo perdió las elecciones y Tristán Bauer asumió como ministro de Cultura, fui a verlo y le dije que mi deseo era que se distribuyeran porque ya habían pasado cuatro años de su edición y no habían circulado. Me aseguró que iba a buscarlos. Los únicos ejemplares que había eran los que me había dado el Ministerio y los que tenían los amigos que habían ido al acto de presentación. Eran muy lindos, el de Favio tenía una linda tapa, pero no se sabía qué había pasado con el resto de la edición. A los diez días, Bauer me llamó y me dijo que esos libros no estaban, que no los pudieron encontrar en ningún lado, ni en el Ministerio de Cultura ni en la sede de la calle Alsina.

¿Y qué se supone que pasó con ellos?

-Que los quemaron, los destruyeron. Es algo a lo que no se le ha dado demasiada publicidad. Bauer, que me trató muy bien, también llegó a esa conclusión, porque lo cierto es que no estaban en librerías, no estaban en los colegios ni en ningún organismo oficial.

Ese, según parece, fue un método bastante común del gobierno de Cambiemos.

-Sí y Favio era una figura irritante para el macrismo. Recuerde que en un poema le pide a Dios que le dé el privilegio de ser muerto por una bala de la oligarquía.

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¿Cómo siguió la historia?

-Bueno, el hecho es que yo había firmado un contrato con el Ministerio de Cultura y no sabía si podía reeditarlo. Finalmente, lo publicó Lido Iacomini en su editorial Nuevos Tiempos. A su vez, Tristán me dijo que sería lindo que hiciera un libro sobre Belgrano porque 2020 fue el año belgraniano.

-Se cumplieron 250 años de su nacimiento y 200 de su muerte.

-Claro. Fue una gran figura que Cristina admira mucho. Entonces me puse a trabajar con todas las limitaciones del caso, porque por la pandemia no podía salir de mi casa. Por suerte, había comprado una vez un epistolario de Belgrano de 700 páginas donde estaba casi toda su correspondencia y me fue muy útil. Hice el libro, el Ministerio de Cultura lo recibió y lo editó en una cantidad limitada. No se presentó porque no se pueden hacer reuniones de mucha gente. Se llama Belgrano en la Revolución, e hicieron una muy buena edición.

Usted ya había sufrido actos similares al del libro de Favio.

-Sí, el secuestro del libro sobre Manuel Ugarte que sucedió en el año 77. En ese caso, fue el Ejército. Yo había publicado los dos tomos de la biografía de Ugarte en EUDEBA. Un teniente se los llevó de la editorial junto con otros libros y dejó un remito que decía que EUDEBA no tenía por qué editar esas cosas. Después, algún teniente, algún sargento o algún soldado se ve que escamoteó ejemplares, porque algunos aparecieron en Plaza Lavalle. También en el 77 o 78 me secuestraron Qué es el socialismo nacional. En este momento, creo que se están regularizando las cosas y que se ampliará la edición de ejemplares del libro de Belgrano para mandar a los colegios. Por suerte, en medio del aislamiento, yo me las ingenié para hacer tres libritos. Es cierto que con muy poca difusión, pero eso me permitió estar en actividad. Acabo de terminar, además, una historia sobre el Senado desde 1854 a 2001. La hice con Mara Espasande, que es profesora de Historia en la Universidad de Lanús. Por supuesto que la historia es bastante negra porque el Senado, salvo en ciertos gobiernos, no jugó mucho a favor de la causa popular, sino que fue más bien la representación de los sectores más conservadores de las provincias.

¿Cómo fue su relación con Favio?

-Fuimos bastante amigos. A él le gustó mucho un libro mío, Discépolo y su época. Cuando comenzó la dictadura en el 76, se fue a vivir a Colombia y cuando la situación cambió y ganó Alfonsín, vino a mi casa, conversamos mucho y nos hicimos amigos. Fui varias veces a su estudio e incluso lo asesoré en varias cosas cuando hizo Sinfonía de un sentimiento. Creo que cinematográficamente era un genio. Cuando fui su asesor me volvía loco porque me pedía una cosa y otra y yo no podía estar pendiente todo el tiempo de eso porque estaba ocupado en mis propias cosas. Pero tuve una relación muy afectuosa con él y fui recortando reportajes y reuniendo materiales y de allí nació su biografía que es como un ensayo en el que se va contando su niñez en Mendoza, su infancia en el reformatorio… Su padre era un tipo bastante marginal y casi desapareció de su vida. A su madre le gustaba el teatro, hacía personajes y armaba libretos con historias populares. Su tía, Elcira Olivera Garcés, soñaba con ser actriz y lo logró. Él aprendió mucho con Torre Nilsson, de quien fue ayudante. Una vez, Favio, Stella Calloni, yo y dos personas más firmamos una adhesión a la candidatura del comandante Chávez cuando se presentó en Venezuela. Ganó las elecciones. Pocos lo conocían y algunos lo consideraban un carapintada. Nosotros salimos en una actitud muy militante. Favio me cautivó por lo simple, por lo afectuoso y por su lealtad a lo popular que adquirió en su infancia desvalida y con la que fue consecuente toda la vida.

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-¿Y de qué hablaban?

-De muchas cosas. Yo intenté convencerlo de que hiciera Discépolo en cine, pero él tenía otros planes, quería hacer una película sobre el Che. Luego comenzó a andar mal de salud, decayó y las últimas veces que lo vi estaba físicamente muy deteriorado. Era un tipo muy querible. Tomábamos café en la esquina de la calle Pasteur donde tenía el estudio. Teníamos nuestras disidencias. A veces me decía “vos tenés que ayudarme con Sinfonía de un sentimiento y yo le contestaba “pero vos vas a hacer una película fanáticamente peronista”. “Sí, porque soy fanáticamente peronista”, me respondía. Y yo le decía “pero yo no”. Claro, yo soy un hombre de la izquierda nacional que pasó del socialismo al reconocimiento de la importancia del peronismo, pero mantengo mis diferencias con algunas cosas. A veces me retaba: “A vos no te gustan los sindicalistas” y yo le decía “sí, me gustan, pero no me gusta Lorenzo Miguel, me gusta Agustín Tosco”. Pero siempre mantuvimos una relación muy fraternal y en un tono cordial. Los ejemplares de su biografía que presentamos en 2015 no se pudieron recuperar, pero, por suerte, hay una reedición de la que ya se vendió gran parte.

Algo increíble en plena pandemia

-Sí. Hubo una parálisis general y quiero decir que es muy meritorio que Tiempo Argentino se haya mantenido en un momento tan difícil. Es una voz independiente frente a la de tantos periodistas que se han degradado.


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Un libro, varios prólogos

La reedición de Leonardo Favio  de Norberto Galasso está precedida por una nota del editor, Lido Iacomini; un prólogo de María Pia López; otro de Teresa Parodi, que pertenece a la edición original; y una presentación de Fernando Martín Peña.

Iacomini lo califica como un libro desaparecido, “siniestra palabra de la peor historia argentina…”.

“Favio –afirma López– aparece siempre habitado por el niño que fue, el del colegio de pupilos, al que el peronismo se le revela antes que como un discurso político, como un cambio en las comidas, las porciones generosas de platos antes inaccesibles, la inclusión de entretenimientos para los chicos”. Y agrega: “Este libro de Norberto está lleno de conmovedoras imágenes, está hecho con no menos amor que el que Favio derramaba sobre sus personajes”.

Parodi dice: “Es un honor que estas publicaciones (se refiere a las de la colección Los Populares) cuenten con la dirección de Norberto Galasso, destacado historiador, escritor, ensayista y docente que fuera nombrado en 2014 embajador de nuestra cultura”.

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(Foto: Mariano Martino)


Por su parte, Peña afirma: “Una primera virtud de este libro de Galasso es que no comete el error de separar al cineasta, del cantante popular y del militante sui generis que ciertamente fue. Surge en cambio un retrato abarcador en el que estas distintas facetas se superponen, como en la realidad. Buena parte de la historia está contada por el propio Favio, en testimonios de diversos orígenes que Galasso recupera y organiza. Favio era muy citable, por lo que el rescate de esos textuales suyos es otra alegría que proporciona la lectura de estas páginas”.