«La vida no es una novela. Al menos eso es lo que a ustedes les gustaría creer. Roland Barthes sube una vez más por la rue de Bièvre. El mayor crítico literario del siglo XX tiene sobrados motivos para estar angustiado en grado sumo. Su madre, con quien mantenía unas relaciones muy proustianas, ha muerto. Y su curso en el Collège de France, titulado La preparación de la novela, ha resultado un fracaso del que difícilmente puede sustraerse: durante todo el año ha estado hablándoles a sus alumnos de haikus japoneses, de fotografía, de significantes…(…) Dentro de un cuarto de hora estará muerto”.

Así comienza La séptima función del lenguaje (Seix Barral) , una novela policial escrita en clave paródica por Laurent Binet. El autor nació en París en 1972. Su primera novela HHhH ha sido galardonada con múltiples premios, se publicó en más de 35 países y será llevada al cine. Ya se vislumbra que La séptima función del lenguaje, publicada en francés en 2015 y ahora traducida al castellano, correrá una suerte similar.

La tarde del 25 de febrero de 1980, tanto en la realidad como en la ficción, Roland Barthes fue atropellado por un vehículo, hecho que le produjo la muerte el 26 de marzo del mismo año. Tenía 65 años y su desaparición prematura fue considerada uno de esos accidentes inexplicables que suele deparar la vida. Sin embargo, la imaginación de Binet elaboró en torno a esa muerte una ficción que desborda de nombres tan reales como conocidos.

Según los servicios franceses de la novela, no de la realidad, la muerte de Barthes no fue accidental, sino consecuencia de un crimen. Por esta razón, el inspector Bayard, con el objeto de llegar a la verdad, investiga a una serie de intelectuales entre los que se cuentan Michel Foucault, Jacques Lacan, Gilles Deleuze y Umberto Eco. También aparecen en escena políticos como Miterrand.

En la novela no faltan ni las anécdotas más conocidas de los seguidores de la french theory ni cierta escena audaz de sexo que tiene a Foucault como protagonista.

¿Quienes y por qué podría estar interesado en la muerte del autor de Fragmentos de un discurso amoroso? La respuesta a esta pregunta es que las corporaciones universitarias y el poder le temen a las teorías de Barthes capaces de llegar a lugares imprevisibles y peligrosos. Se sabe que el pensamiento es un arma cargada que, a la larga, puede tener una capacidad de fuego superior a las armas propiamente dichas. El autor corrobora la conclusión que se desprende del libro: “En el fondo –dijo en una entrevista en El País- el asesinato es sólo un pretexto. El libro parte de esta idea: quien controla el lenguaje tiene el poder. Y el del lenguaje es un poder absoluto, superior al de quien maneja un tanque o un bombardero. En el fondo, quien posee la autoridad es quien da la orden de lanzar la bomba”.

El título nace de las seis funciones que Roman Jakobson le atribuía al lenguaje (emotiva, conativa, referencial, metalingüística, fática y poética). La séptima está relacionada con ese poder ya intuido y explicitado por Austin en Cómo hacer cosas con palabras. Tal como lo señaló la teoría de actos de habla, decir algo es hacer algo. Y lo que hace Binet es ponerle humor a temas y teorías que tuvieron repercusión mundial y que en la Argentina fueron –y quizá aún continúan siendo- casi una religión pagana. «