Pasión y muerte del cura Deusto es la obra más importante del escritor chileno Augusto D´Halmar (1882-1950), seudónimo de Augusto Goemine Thomson y es también una de las primeras novelas homosexuales publicadas en España y escritas en castellano. En Latinoamérica solo la antecede en portugués Bom crioulo de Adolfo Caminha, publicada en Brasil en 1895. Pero la particularidad temática de la novela de D´Halmar es que, como en una versión gay de El pájaro canta hasta morir, narra la historia del deseo de un cura por un adolescente. Otra de las curiosidades es que, si bien tiene el clásico final trágico reservado para los amantes varones en el campo literario, en este caso, la muerte del protagonista no aparece como un castigo divino por haber amado a un hombre como solía ocurrir en las ficciones homoeróticas, sino por no haber cedido a los impulsos amorosos. En cierta forma, La pasión… sugería la necesidad de obedecer los instintos frente al discurso represivo de la religión y dar rienda suelta a esos deseos que la sociedad prohibía.

Daniel Balderston es una figura insoslayable de la intelectualidad y la crítica literaria y pionero en el abordaje académico de las sexualidades diversas en el ámbito latinoamericano. Autor de incontables artículos devenidos en clásicos como el de la «Dialéctica fecal en Borges»,  del libro El deseo, enorme cicatriz luminosa (1999 y 2004), sobre homoerotismo y literatura en América Latina y  junto a Donna Guy  de Sexos y sexualidades en América Latina, entre tantas obras.

– ¿Qué lugar ocupa esta obra en la literatura gay latinoamericana?

-Pasión y muerte del cura Deusto es la primera novela de tema explícitamente homoerótico de la literatura hispanoamericana. Es, además, una novela fascinante y compleja, y parte de su complejidad no está en la superficie del texto sino en las referencias explícitas y alusiones e implícitas, sobre todo a temas lejanos al conocimiento de muchos lectores actuales. Por eso, la necesidad de una edición crítica. Es una novela de una fuerte sensualidad, una obra maestra del homoerotismo. Tal vez por eso mismo se ubica lejos de Chile   y en un ámbito exótico, tanto por la fuerte presencia de la cultura andaluza (y en menor grado de la vasca) como de los detalles íntimos de los ritos católicos en esa época tan lejana de nosotros: el Segundo Concilio del Vaticano (1962-65) modificó no sólo la lengua de la misa sino muchos de los detalles que importan a la acción de la novela. Espero que esta edición crítica ayude al lector actual a apreciar el trabajo cuidadoso del novelista chileno, que reimagina elementos de su propia experiencia en un escenario otro, exótico y lejano.

-La novela fue escasamente editada. ¿Qué ediciones hubo anteriormente? 

-La primera edición de la novela se publicó en Berlín, en Editorial Internacional, en 1924. El porqué de la publicación en Berlín se desconoce (aunque la Editorial Internacional tenía varias sedes en Europa), pero D’Halmar anduvo fuera de Chile por muchas décadas, a veces como cónsul chileno en los lugares más diversos, a veces como corresponsal. La novela la escribió, según el colofón, en Sevilla a partir del 1 de enero de 1920 y en Madrid donde la terminó el 18 de septiembre del mismo año.

-¿Cuál es la particularidad de esta edición?

-Ninguna de las ediciones anteriores lleva notas explicativas ni aparato crítico. En esta edición he intentado glosar los aspectos lingüísticos interesantes en la novela (el uso por parte del autor chileno del leísmo y del laísmo peninsulares, el empleo de vocablos hispano-árabes, otros detalles léxicos), las referencias a la historia y la geografía de Sevilla (muy numerosas), y el uso del latín eclesiástico y de referencias específicas al culto católico anterior al Segundo Concilio del Vaticano (1962-1965) y también referencias a la música popular española y a la tauromaquia.

-En el prólogo a esta edición señalas algo muy particular de las portadas

-La edición de 1924 tiene una curiosa portada, que no revela para nada la temática homoerótica de la novela, sugiriendo en cambio que podría ser una novela de vampiresas o de femmes fatales. Y la segunda edición, retrata al cura Deusto como viejo, cuando en realidad tiene apenas 33 años cuando muere un Viernes Santo. La siguiente, publicada en la Editorial Nascimento en 1938, ya es chilena. En este caso, la estética de la portada cambia del art nouveau al art deco, otra vez insistiendo en que el lector tenga una imagen del cura como un hombre viejo, y mostrando el tren que lo matará, en un bello diseño en diagonal. Esa segunda edición de la novela es la última publicada en vida del autor y ha servido de base para las ediciones posteriores; para esta edición hemos cotejado esas dos primeras con la de Zig-Zag (1985) y con la más reciente, con prólogo de Juan Pablo Sutherland, en Editorial Mago (2014).

-¿Por qué decís que en la novela D’Halmar reimagina elementos de su propia experiencia?

-Los biógrafos coinciden en afirmar que el punto de partida es un desengaño amoroso de D’ Halmar. Incansable viajero, luego de pasar temporadas en Grecia, Turquia, Italia y Francia, en   España conoce y probablemente se enamora del escritor chileno Fernando Santivan. Se dice que con él transcurrieron sus días más dichosos a principios del siglo XX.  Pero, para 1909, Fernando está casado con una hermana de Augusto.

La novela de un sacerdote

El argumento es sencillo: un cura vasco, Deusto, es destinado a una parroquia en Sevilla. Apenas llega conoce a Pedro Miguel, un muchacho recién salido de la adolescencia, rubio pero de piel aceitunada y sangre gitana también apodado “el Aceitunita” y lo que empieza como una simpatía  se convierte en una amistad más que particular.  Cuando el muchacho crece, Deusto le ofrece un trabajo como sacristán en la iglesia. Lo extraordinario es que la sociedad parece aceptar tácitamente la naturaleza de la relación entre el joven y el religioso, incluso los personajes más beatos que lo único que temen es que el voluptuoso efebo los prive de la atención que precisan del sacerdote. Solo Deusto parece negar los sentimientos eróticos e insiste en clasificar a la relación como paternal.  El muchacho no puede esperar y en su desesperación intenta suicidarse y luego, desolado, decide abandonar Sevilla. Pero la despedida en la estación del tren no tendrá la escena clásica del amado impidiendo que su amante se vaya y el consiguiente final feliz entre besos que Hollywood reservó en tantas películas, sino más bien el sino de Ana Karenina. El tren en el que el muchacho abandona Sevilla será el mismo por el cual será atropellado el sacerdote. En definitiva, el protagonista no muere por haber amado a un hombre sino justamente por no haberlo amado y por negar lo que es. En ese sentido es casi una novela del orgullo gay.

-Si tuvieras que narrarla en pocos  párrafos ¿cómo la narrarías?

-La novela es la historia del intenso —pero nunca consumado— deseo que nace entre Deusto y Pedro Miguel. En contraste con otras obras homoeróticas, D’Halmar evita totalmente la invocación de clasificaciones y de categorías. Su Sevilla es sensual y pagana, cristiana y represiva, aunque el vocabulario usado para definir la experiencia sexual y la identidad se omite por completo.

-¿Cuál te parece una de las escenas más eróticas?

-En un momento de la novela, Pedro Miguel cuida de Deusto cuando este se desmaya a consecuencia de una fiebre producida por el calor del verano —o quizás por el calor de su tácito deseo— y besa al cura inconsciente. Después será Deusto quien cuide a Pedro Miguel tras su intento de suicidio. En un punto se dice que Deusto está “como emasculado por su ministerio”, pero claramente sus deseos sexuales no son los de un eunuco. Una de las escenas más explícitas de la novela es la de los sueños del personaje en el capítulo séptimo de la segunda parte. Es claro, a partir de la imaginería allí descrita, que D’Halmar leyó la interpretación de los sueños de Freud, aunque no use un lenguaje psicoanalítico.

-¿En donde está puesta la tensión?

-En la intensidad erótica de muchos pasajes que deriva del feroz conflicto entre la sensación física y la represión mental.  D’Halmar creó una novela que forma parte de una rica tradición anticlerical al mismo tiempo que está imbuida de imaginería cristiana es el sentido exacerbado de los deseos de la carne. Lo logra focalizando la novela casi completamente en Deusto, quien entiende perfectamente lo que está rechazando y siente los espasmos de la tentación una y otra vez. Pedro Miguel manifiesta que está actuando contra ambos sentimientos. Cuando Pedro Miguel responde que Dios debe haber querido ese deseo imposible, Deusto replica: “Sí, pero Él, que es el acicate, Él es a la vez el freno. El freno y el acicate”. La terrible opción de la “continencia” es la más alta forma de lujuria. El beso con que se separan —un beso en que ambos están despiertos, al contrario del que Pedro Miguel le dio al inconsciente Deusto en la parte inicial de la novela— no es mutuo: Pedro Miguel besa la mejilla de Deusto y entonces ambos se retiran a sus habitaciones —contiguas— en la parroquia.

– ¿Por qué crees que  D’Halmar eligió ese tema?

-No sé a qué se debe la audacia de D’Halmar con respecto a la expresión del tema homoerótico, pero se vislumbra también en su libro La sombra del humo en el espejo, que está escrito en clave autobiográfica. En cambio, Pasión y muerte del cura Deusto está distanciado de sus circunstancias personales, por estar ubicado en Sevilla y entre españoles, y por ser una novela, no un texto autobiográfico. Es además una obra sumamente curiosa dentro de la obra de d’Halmar, que se hizo famoso por su novela naturalista (Juana Lucero de 1902) y sus grandiosos libros de viajes.  

-¿Cuál te parece el legado de D’Halmar para el presente, para la literatura gay, considerando a la literatura gay como categoría política que ayuda a la expansión de derechos?

-La novela de D’Halmar es una excepcionalidad puesto que la narración fluye a través del cura, encarnando verbalmente la imposible fuerza del deseo. Aunque su novela se ambienta en un espacio eclesiástico y está llena de imaginería cristiana y latina, expresa la nostalgia de una sexualidad sin restricciones. Al mismo tiempo, la expresión del deseo reprimido produce una gran intensidad de sensación, bastante diferente a cualquier cosa en la América Latina de la época. Así, la fuerza de la novela está ingeniosamente focalizada en el cura, con cuyos dilemas —pero también con cuyos deseos— el lector está invitado a identificarse y a aceptarse con todos sus deseos.