Dibujante y pintora exquisita, escenógrafa, diseñadora de vestuario, creadora inclasificable, Renata Schussheim vuelve a sorprender con una nueva exposición creada especialmente para el Centro Cultural Borges, de la que ella misma dice “es la muestra más extraña que hice en mi vida”.

Suspendidas de la cúpula vidriada nadadoras realizadas en impresión 3 D, colocadas en espiral  y pintadas a mano por la artista sorprenden tanto por su realismo como por su carácter etéreo.

En el Pabellón Berni, en un espacio absolutamente pintado de gris hay grandes fotos intervenidas por  Renata. Son hombres disfrazados de osos polares cuya tarea consiste en fotografiarse con quienes quieran tener el recuerdo de un oso blanco fuera de su hábitat, por ejemplo, en una playa. Curiosamente, estas imágenes surrealistas son reales y tienen una historia increíble que Renata cuenta en esta nota.

Entrar a esta muestra es sumergirse en un mundo distinto. Más que una visita es una experiencia profunda destinada a ser recordada para siempre, como sucede cuando algo nos interpela desde un lugar muy profundo que quizá no podemos explicar con palabras porque el misterio de las emociones es renuente a la verbalización.

Tiempo Argentino tuvo el privilegio de recorrer la muestra con la mismísima Renata Schussheim cuando aún faltaban los últimos detalles para su apertura.  

-¿Cómo surgió Fulguraciones?

-A partir de  una invitación de Ezequiel Grimson (director del Centro Cultural Borges) que me mostró la sala y me dijo que, si quería, también podía hacer algo en la cúpula. Este fue el disparador y, realmente, el estímulo porque esta muestra está hecha para este lugar. Yo había hecho una escultura en 3D y cuando vi la cúpula pensé que allí tenía que hacer algo aéreo e inmediatamente pensé en el 3D que descubrí gracias a un señor maravilloso, Mario Astutti. Con el 3D estoy como un chico con juguete nuevo.

-¿Cómo nacieron esas nadadoras aéreas que están en la cúpula?

-Se me ocurrió escanear a una bailarina en diferentes posiciones. Eso lo hicimos en el estudio de Astutti, Esta bailarina es hermosa, se llama Lucía Bragado y es del Ballet Contemporáneo del San Martín. Entonces me imaginé las nadadoras que es una vieja obsesión mía. Hice con ellas una espiral aérea, luminosa, que también tiene esferas. El 3D es maravilloso. Permite hacer reproducciones en las que ves realmente a la persona que se reprodujo. No es parecida, es igual. No es como un escultor que trabaja en una figura y la hace parecida, hace reproducciones idénticas al original. Es algo que me recuerda a Frankenstein.

-¿Y el material que se muestra en la sala que es sumamente original de dónde proviene?

-Cuando entré a la sala Berni que tiene un carácter un poco industrial por los caños que están arriba pensé que era más sombría pero que me encantaría hacer algo allí. Entonces se me ocurrió hacer unas fotos intervenidas. La gente del Borges fue divina. Pintó todas las paredes de la sala y el piso de gris, como yo quería, porque se me ocurrió salirme del marco de las fotos, pintar en algunos casos también en las paredes, cosa que hice. Trabajé mucho en eso. Sólo me faltaba traerme al Borges la bolsa de dormir (risas), pero fue una experiencia muy linda y estoy muy agradecida por la energía y la buena voluntad  que tuvieron conmigo. Los disparadores de esta muestra, como dije, fue la invitación de Ezequiel y el espacio que me disparó todos estos sueños y fantasías.

-¿Cómo se juntan en vos las fotos intervenidas y las nadadoras?

-No lo sé, pero sé que se juntan en un terreno muy recóndito.

-¿Con qué tienen que ver esos hombres disfrazados de osos que se muestran en la Sala Berni?

-Son unas fotos de los años 30/40 en que llevaron unos osos polares a Alemania y tuvieron tanto éxito que hubo unos hombres que para ganar dinero, como los osos estaban de moda, se hicieron disfraces de oso y se sacaron fotos con la gente. Estas imágenes surrealistas, absolutamente delirantes, las descubrí en Internet y me dieron muchas ganas de compartirlas y de intervenirlas. Las imágenes son delirantes, pero son reales. Veo esos hombres disfrazados de osos polares en el medio de la playa y me imagino que tienen un calor tremendo, porque esos trajes no son de un material sintético. Yo creo, dada mi experiencia teatral, que están hechos con piel de cabra o de chivo, un pelo pesadísimo. Estos pobres hombres, muertos de calor se estaban ganando la plata disfrazados de oso polares.

-¿Y cómo descubriste estas fotos en internet?

-Buscando. Además, soy muy fanática de los osos blancos que, según dicen, son los animales más feroces, no son el osito marroncito de peluche. Recuerdo que una vez volvía con Oscar Araiz de un lugar que no recuerdo cuál era. Llegamos al free shop y había un peluche de un oso polar muy lindo, chiquito. En esa época yo no tenía nietas ni nada como para decir que era para una criatura y Oscar me dijo comprátelo. Me lo compré y ahora sí mi nieta juega con él. Es decir que hace mucho tiempo que viene el tema de los osos blancos. Y también del blanco. Yo escribí un pequeño textito recordando un capítulo de Moby Dick.

-Eso justamente te iba a decir, quien leyó Moby Dick quedó fascinado para siempre con el capítulo dedicado al blanco.

-Sí, es un capítulo increíble. ¿Y sabés con quien hablábamos mucho del capítulo sobre el blanco? Con Vinicius de Moraes.

-Increíble. No me lo hubiera imaginado nunca, quizá porque está asociado a Brasil, el calor, la playa.

-Pero hablábamos mucho de eso, del terror y de lo que significa el blanco. Yo no recuerdo tanto de Moby Dick, pero de este capítulo lo recuerdo como si lo hubiera leído ayer. Con Vinicius hemos tenido largas conversaciones sobre eso más de una vez. Hablábamos mucho de libros.

¿Y qué decía él sobre ese capítulo?

-También él estaba conmovido por ese capítulo que recordaba siempre. Es que el blanco es como la ausencia.

En algunos países orientales es el color del luto.

-Sí, es el luto. Recuerdo que hace mucho trabajé con Leonor Manso en Esperando a Godot. Siempre a los personajes los visten de negro con un bombín negro. Yo los hice en blanco. En esa época ya había leído Moby Dick. Además, adoro las series nórdicas. Me pregunto cómo vivirá esa gente con ese hielo, un lugar tan blanco, sin noche. Creo que ahí hay algo tremendo.

Foto: Prensa CC Borges

-¿Cómo te sentís ahora con la muestra que estás terminando de montar?

-Muy contenta. Creo que esta es la muestra más extraña que hice. Las fotografías intervenidas tienen mucho humor y me divertí mucho haciéndolas. Hablaba sola, miraba, disfrutaba mucho mientras pintaba. Yo espero que la gente también lo disfrute. Uno es como un conducto a través del cual la gente recibe cosas con las que edita su propia película, y eso, lo que ve el otro, es lo más divertido. A veces me preguntan qué quisiste decir con esto. Y creo que eso es lo menos importante, lo importante es lo que le genera al otro. Hace unos días entró una chica del Borges a mirar y se rió. Me alegró, porque pensé que había enganchado el humor que hay en todas esas imágenes surrealistas. Pero, al mismo tiempo, si volvemos a hablar del blanco, quizá haya también algo más profundo. Hay muchas capas de pensamiento, capas de la realidad que ya es delirante en sí misma, es surrealista. También pinté las nadadoras y ese fue un trajo físico que me dejó muy cansada. Imaginate lo que es pintar esas figuras, muchas de las cuales tienen tamaño natural.

-¿A vos cómo te las entregan?

-A mí me las entregaron en blanco y yo las pinté con pincel porque no me gusta el aerógrafo, les di, además, los rosados de la piel, eso que las hace humanas. Fue mucho trabajo, pero me sentí muy acompañada en este viaje tanto por el equipo del Borges como por el mío. A esto que estás viendo le falta la música. Yo soy una persona de teatro y para mí una muestra sin música es como un cementerio. Y también falta el video de una ola que hizo Matías Otálora, que es como un loop en cámara lenta que se repite todo el tiempo. Algo muy hipnótico. En una de las paredes, además, están pegados los dibujos de un libro que se llama, justamente, Nada que tiene que ver con nadar y también con nada. Quien me dio el título fue Daniel Divinsky. Son dibujos sin texto de los que hice y publiqué yo misma en una edición de 100 ejemplares en una cajita muy linda.

-¿Y tenés algún otro proyecto editorial?

-Sí. Me llamó Graciela Batticuore de Ampersand para hacer un libro para la colección que tiene que ver con la formación de los escritores donde están María Moreno, Cozarinsky y muchísimos otros. Cuando me reuní con los editores les comenté que estaba por hacer un libro de figurines con los diseños más lindos que hice para teatro. Les encantó la idea, pero yo ya había entregado el libro a Eudeba. Les pregunté si no podían hacer una coproducción con Eudeba y dijeron que sí. De modo que se va a editar en coproducción Eudeba-Ampersand.

-¿Cómo te sentís ahora con la muestra que se inaugura el miércoles?

-Muy contenta, pero ya empiezo a ponerme un poquito triste porque inauguro el miércoles y me doy cuenta de que lo más hermoso de todo proyecto es el viaje y yo ya comienzo a despegarme, el miércoles ya no voy a estar en esta densidad que tuvo todo el período de trabajo.  

“Fulguraciones” podrá verse hasta el 2 de julio en el segundo piso del Centro Cultural Borges, Viamonte 525, CABA. Miércoles a domingo de 14 a 20. Entrada libre y gratuita.

Equipo de Renta Schussheim:

Mario Astutti: realización en 3 D

Hernán Giagante: impresión fotográfica

Damián Laplace: banda sonora

Roberto Traferri: iluminación

Matías Otálora; video

Martin Gorricho- diseño gráfico