Rosa Rodríguez Cantero es poeta y vieja, le gusta ese mote porque denota ternura.  No es una abuela típica, está muy lejos del estereotipo instalado y dañino que relega a los mayores únicamente al cuidado de los nietos.

No tuvo una vida fácil. Nacida en Chaco, con la inundación de los 80 perdió todo. Viajó entonces a Buenos Aires, comenzó a trabajar de empleada doméstica y de a poco fue trayendo a sus hijos.

Antes de la pandemia llamaba la atención a donde fuera, con sus mechas verdes y su poesía erótica que cristaliza una realidad silenciada: los viejos también desean, también se enamoran y tienen el derecho de ejercer su sexualidad a pleno porque, como ella misma afirma en el título de su próximo libro, Lo senil no quita lo caliente. Su obra se estudia en universidades, geriátricos, revoluciona festivales, incluso más allá de las fronteras locales: participó recientemente del World Festival of Poetry. Con humor, ironía y una cuota necesaria de desenfado, en esta primavera será parte de las ediciones virtuales de la Feria Internacional del Libro del Estado México, con sede en Toluca. Rosa llama a las cosas por su nombre.   

 -¿Qué te motivó a empezar con la escritura después de tus 60? ¿Tuviste maestros, la posibilidad de acceder a lecturas que marcaran tu proceso creativo?

 -Luego de cumplir los 60 años, sin hijos a cargo, jubilada y separada hacía más de tres décadas, decidí cumplir con una asignatura que me había quedado pendiente. Ser escritora. Hice talleres en Berazategui, durante tres años con la profesora Diana Albornoz; en Avellaneda con Patricia Clavijo por un año; en Lomas de Zamora, con el Roberto Ferro y la escritora Roxana Palacios, breves talleres con Laura Yasán, Laura Esponda y Javier Aduriz. En cuanto a lectura, hice un taller intensivo con la profesora Cristina García Oliver, que me abrió la puerta para la comprensión de textos y me dio varias herramientas para la escritura.

-Publicaste Pólvora en chimangos (de forma colectiva), luego El amor en tiempos del PAMI y ya tenés listo Lo senil no quita lo caliente. ¿Cómo describirías tu poesía?

Pólvora en Chimangos tuvo una edición artesanal y se hizo la reedición en Puntos Suspensivos Editora. Con la misma editorial autogestiva, El Amor en Tiempos del Pami  y estamos terminando de armar Lo senil no quita lo caliente que  estará disponible en formato virtual desde mediados de este mes. Por otra parte, en 2019, además, el sello «Galiarte» de La Plata, editó, dentro de una serie llamada Mujeres x mujere,s un libro de poemas feministas, titulado Rosa en Verde. Mi poesía toca el tema de la sexualidad como tabú en el primer libro, y el sexo entre personas mayores, en el segundo y el que va salir próximamente. En estos últimos, trato de cambiar la postura de muchas personas que desconocen el derecho a tener sexo, a enamorarnos, a jugar, y a vivir plenamente la vida que nos queda, como nosotres elegimos.

En tu obra hay una combinación de una estructura fija y una temática y un registro poco frecuente ¿cómo llegaste a esa síntesis?

– Por lo general uso mucho la métrica y la rima consonante en versos octosílabos o endecasílabos. Me siento cómoda en esa estructura, y creo que al lector, o al que escucha, se le hace fácil seguir el hilo, por cuanto la rima es previsible, Y casi siempre apelo al humor, para llegar a alguna reflexión. Uso un lenguaje coloquial y recurro a un vocabulario vulgar, porque también quiero transmitir la idea de que las «malas palabras» no existen. Ninguna palabra es mala por sí. Hay expresiones, como: -¡Hijo de puta! Que se puede usar como elogio o como insulto.

-Tu poesía reúne tal vez a dos esferas que socialmente están escindidas: la vejez y el disfrute sexual, el goce corporal ¿por qué creés que se las separa?, ¿cómo fue tu camino para autorpecibirte como «vieja gozante»?

-Tengo 73 años, me encanta que me llamen «vieja», porque esa palabra me suena a ternura. Desde que tengo uso de razón, el sexo y el disfrute eran pecados. Generaban culpas. Ninguna mujer hubiera confesado haber tenido un orgasmo, o haber disfrutado del sexo, por aquellos tiempos. Que esos conceptos persistan en algunas personas, me enoja. También trato de cambiar el paradigma de que les abueles debemos cumplir con esa función. Abueles. No seres deseantes, no cuerpos calientes, no sexualmente activos. Defiendo el derecho a gozar del sexo, a tener aventuras amorosas o a enamorarnos perdidamente de alguien, y consumar ese amor, o sufrir por él, según cómo se den las cosas. También quiero instalar la idea de que, dentro del Colectivo LGBTI, hay muchas personas mayores que, muchas veces, son repudiadas o discriminadas por su condición. Creo que merecen nuestro respeto, y tienen derecho a elegir cómo vivir en esta etapa de la vida.

-¿Cómo reaccionan tus coetáneos y los jóvenes -de la edad de tus nietxs- a tus lecturas? Si pensaras en un mensaje para legarles, ¿Cuál sería?

– En general reaccionan muy bien, primero se sorprenden por la temática que abordo, pero terminan sonriendo, a veces incluso, emocionades. Sólo una vez, una señora en Córdoba, en reunión de jubilades, me dijo que le había molestado la vulgaridad de mi poesía. Me lo dijo respetuosamente, y no pasó a mayores. Me pasa a veces, que las señoras se ríen y festejan lo que les da gracia, y que los señores se ruborizan o se sienten un poco incómodos. Esa incomodidad me indica que voy por el camino correcto.

En cuanto a les jóvenes, me deslumbran. Hacen comentarios respetuosos, algunes dicen que me admiran, que soy un referente. Me cuentan anécdotas de sus propios abuelos, hablan con naturalidad de sexo, de los peligros por los que hay que cuidarse. Saben y transmiten. A veces me comentan que quieren escribir. Entonces, el consejo es: Ponele pasión, escribí con los dedos, con la sangre, con tus emociones, y que eso lo sienta el que te lee o te escucha. Personalmente, me gusta escribir y también me gusta cómo lo hago. Y trato de transmitir eso.

-Participarás del Feria Internacional del Libro en México, tu obra se lee en universidades y ¿cómo tomás estas resonancias hacia tu trabajo en tiempos de pandemia y aislamiento?

-Que me hayan invitado, es un mimo, es como el abrazo que se viene postergando. Cuando hubimos pasado dos meses de aislamiento, mi salud empezó a aflorar, pero justo tuvimos que empezar trabajar on line con mis editores, eso me levantó mucho el ánimo, participé en varias actividades por Zoom, y, desde el sábado tengo un coach con el que estamos armando un nuevo libro para el próximo año. Eso hace que no me sienta tan mal.

-Tenés una activa participación dentro del movimiento feminista, ¿Qué les dirías a quienes, todavía hoy, minimizan los efectos del patriarcado?

-Trataría de explicarles que el patriarcado es una suma feroz de hábitos, tradiciones y poder. Lo que verdaderamente asusta es que varias de las patas que lo sostienen son patas femeninas.

-En una entrevista afirmaste que después de la menopausia, cerraste la fábrica y abriste el parque de diversiones ¿crees que tu poesía, tu actitud ante la vida, frena la penalización de los cuerpos viejos, abre la puerta para ir a jugar?

-Sí, absolutamente. Mi actitud es una manera de militar las ideas. Mi poesía es un arma de resistencia, una pequeña revolución.