En 1970, Toni Morrison publicaba Ojos azules, la historia de una niña negra, Pecola, que soñaba con tener los ojos del mismo color azul que tenían sus muñecas rubias. Los ojos claros serían para ella un pasaporte al mundo en que le hubiera gustado vivir: un mundo en que fuera querida, respetada y en el que gozara de los mismos derecho de los que disfrutaban los niños blancos. Un mundo en el que las niñas como ella no fueran abusadas y embarazadas por su propio padre.

La idea de la novela estaba basada en un hecho real. Morrison tenía 40 años  en el momento de su publicación y el destrato y la indiferencia con que fue recibido el texto no permitía vislumbrar que más tarde esa autora ignorada ganaría el Premio Pulitzer y luego, en 1993, el Nobel de Literatura, convirtiéndose en la primera mujer afroamericana en recibir ese galardón.

La indiferencia, en este caso, no era una respuesta pasiva a su novela, sino una actitud activa. Morrison había desnudado hasta el hueso la discriminación que sufrían los afrodescendientes en Estados Unidos. “Con muy pocas excepciones –explicó  en 1993  la autora en el epílogo que escribió para esa obra- , la publicación inicial de Ojos azules fue como la vida de Pecola: desechada, trivializada, mal interpretada. Y ha costado veinticinco años ganar para ella la respetuosa publicación que esta edición constituye”

Pero quizá ni siquiera fuera esta denuncia literaria  lo más grave de la situación. Tanto o más preocupante era  la forma en que los segregados por la sociedad como Pecola , lejos de luchar contra la injusticia, se pensaban a sí mismos con los mismos valores impuestos  por los opresores. Pecola no reacciona ante la injusticia proclamando sus derechos, sino soñando con tener los ojos del color de sus opresores para ser aceptada como una de ellos. Este era, como bien lo vio Morrison, uno de problemas más difíciles de afrontar y revertir: la aceptación de la discriminación a través de la introyección inconsciente de los valores del enemigo. La novela fue prohibida en varias escuelas por abordar el tema del incesto y el abuso infantil, dos temas frecuentes que hoy siguen teniendo una enorme vigencia, pero del que la mayoría de las familias prefería no hablar.

En ese mismo epílogo planteaba la situación con estas palabras: “Concentré mi atención en cómo algo tan grotesco como la demonización de toda una raza podía echar raíces dentro del miembro más delicado de la sociedad: una niña; el miembro más vulnerable: una criatura de sexo femenino”.

Su segunda novela fue Sula (1973) a la que le siguió La canción de Salomón (1977), con  la que alcanzó el reconocimiento de los especialistas en literatura y con ella ganó el Premio de la Crítica en Estados Unidos. En 1981 publicó La isla de los caballeros.  Beloved  es el comienzo de la saga que continuaría con Jazz y se cerraría con Paraíso (1998),  esta última fue la primera novela que escribió luego de ganar el Premio Nobel en 1993. Con Beloved se repitió el mismo fenómeno que con su primera novela: la indiferencia total de la crítica. Tan evidente fue el silencio cómplice que un grupo de escritores se vio obligado a señalarlo públicamente a través de una carta que concluía con varias firmas significativas del mundo de la literatura. Finalmente, en 198,8 la novela sería merecedora del Pulitzer. Más tarde publicaría Amor (2003), Una bendición (2008), Volver (2012) y La noche de los niños (2015).

El corpus total de su obra está integrado por más de una decena de novelas, dos libros infantiles y varios ensayos.

Toda su producción  está atravesada por la reivindicación de los derechos civiles de los negros y la defensa de las mujeres. En una entrevista concedida a El País de España, Morrison hace  una apretada síntesis del elemento común que está presente en todas sus novelas: “Quiero descubrir una verdad sobre la vida cotidiana de Estados Unidos, la vida de los afroamericanos viviendo en un contexto histórico crítico que se ha ocultado. Existe la idea de que los años cincuenta eran como un cuento de hadas donde todos tenían trabajo, la sociedad iba bien, había programas de televisión con familias felices y una buena vida social y política. Ha proliferado la idea de unos años maravillosos, pero no era así. La verdad es que había luchas visibles y subterráneas. En Volver busco llevar luz sobre temas como la segregación, las secuelas de guerras como la de Corea, racismo, prejuicios, persecuciones por temas como el comunismo, desigualdades… Temas que la sociedad ha querido ocultar y olvidar”.

Con motivo de cumplirse 90 años de su nacimiento, la editorial  Lumen publicó una recopilación de ensayos y discursos que agrupó bajo el nombre La fuente de la autoestima. En ellos aparecen sus temas recurrentes: el racismo considerado como un flagelo, el empoderamiento femenino, la necesidad de inclusión de la cultura afroamericana y la defensa del lenguaje. Respecto de este último tema, cabe recordar que en el discurso pronunciado ante la Academia Sueca cuando recibió el Premio Nobel, dijo: “El lenguaje de la opresión es mucho más que la violencia: es la violencia misma; es mucho más que los límites del conocimiento, limita el conocimiento mismo.”

En el texto mencionado señala también la necesidad de «reforzar la lucha contra el fomento de la ignorancia, el silencio forzoso y las mentiras»,  denuncia los peligros de la globalización: la espectacularización de la vida privada y la «americanización» del mundo occidental. Además, reflexiona en torno al prejuicio racial que «a pesar de ser algo histórico, (..) no es ni absoluto, ni inevitable, ni inmutable. Tiene un principio, un desarrollo, una historia que puede estudiarse. Y puede tener un final»,

Si la literatura de Morrison sensibiliza es porque habla de aquello conoce, que vivió en carne propia cuando era una niña llamada Chloe Anthony Wofford, que luego cambiaría su nombre sin traicionar jamás su esencia. Esa niña nacida en Ohio en 1931, pasó su infancia en Lorain, un pueblito cercano a Cleveland, que vivía de la industria siderúrgica y donde su padre trabajaba como soldador. Su madre y su abuela fueron las encargadas de transmitirle la cultura de los negros del Sur, un hecho que fue decisivo en su formación, ya que a través de su obra esa cultura silenciada por el blanco volvería a tener voz.  

Al mismo tiempo, luchó también contra el exotismo, una sutil forma de discriminación que los blancos hacían de la cultura negra, ya que calificar de exótica una expresión cultural significa erigirse de manera automática como la cultura dominante y considerar marginal o “rara” toda otra expresión que no obedezca a sus leyes.

Por esta razón se rehusó siempre a que su literatura fuera ubicada a veces dentro del realismo mágico por la irrupción de ciertos elementos que en la cultura afro no son mágicos en absoluto y denunció esta operación que juzgaba a una cultura dominada con los criterios de la cultura dominante.

Considerada la figura de Toni Morrison desde hoy, cuando las mujeres comienzan a ver los frutos palpables de su lucha, no puede sino ser considerada una precursora de esas luchas por partida doble: no solo militó a favor del derecho de las mujeres en general, sino también a favor de las mujeres negras en particular que, dentro de un sistema opresivo para todos los afroamericanos, llevaban la peor parte.

Toni Morrison, fallecida el 5 de agosto de 2019, hubiera cumplido hoy, 18 de febrero de 2021, 90 años. Y  es seguro que, como la luchadora incansable que fue, hubiera seguido apoyando la lucha de las mujeres de todas las latitudes del mundo.