Bajo la curaduría de Silvia Dolinko y Cristina Blanco,  Transformación. La gráfica en desborde exhibe producciones  de valiosos artistas y colectivos, entre los que se cuentan, Edgardo Antonio Vigo, Luis Seoane, Mele Bruniard, León Ferrari, Aída Carballo, Víctor Rebuffo, Liliana Porter, Guillermo Facio Hebequer, Ricardo Carpani, Ivana Vollaro, Lulú Lobo, Fábrica de Estampas, José Luis Landet, La Lola Mora, Capitana, Serigrafistas Queer, Vivas nos queremos, Claudia del Río, Magdalena Jitrik, Identidad Marrón, Esteban Álvarez y Elisa O’Farrell.

El recorrido completo lleva poco más de una hora y recorre e cuatro niveles: Post, en Planta Baja; Transmutar en el piso 1; Irradiar en el piso 2 y Reactivar en piso 4. En este último, Leticia Obeid y Lucas Di Pascuale presentan obra especialmente comisionada para la exhibición. Trabajaron sobre fuentes y documentos históricos asociados a artistas fundamentales de la historia del grabado argentino moderno: Aída Carballo y El Club de la Estampa.

Tiempo Argentino dialogó con Silvia Dolinko acerca de esta gran muestra que incluye xilografías, litografías, serigrafías, afiches, publicaciones, sellos, stickersy proyecciones, entre otras expresiones de la gráfica.

-¿Cuál es el lugar que ocupa el grabado en la Argentina? Entiendo que es un país que ha dado grades grabadores.

-Sí, el grabado es una producción fundamental, histórica y contemporánea con distintos recorridos, distintos autores, con momentos de más visibilidad y experimentación y momentos en los que, sobre todo a principios del siglo XX, todavía era un poco impreciso el lugar del grabado en el sistema de las bellas artes. Si considermos cómo se construyeron relatos y cánones, el grabado fue históricamente un poco desatendido y, afortunadamente, desde hace algún tiempo eso se está revisando y el grabado está cobrando otro lugar de reconocimiento.

-¿El reconocimiento tardío tiene que ver con el hecho de que el grabado va contra la idea de obra única?

-Esa sería una explicación muy posible en terminos del valor del mercado pero también respecto de lo simbólico. En instituciones como el Salón Nacional y en diversos espacios de formación tuvo un lugar menos central. El premio que gana Antonio Berni en la Bienal de Venecia de 1952 fue muy significativo en la valorización del grabado argentino. Hay una tensión entre momentos de mayor reconocimiento y otros en que está más opacado.  

-¿Cuál fue el criterio con que se armó Transformación. La gráfica en desborde?

-Trabajamos en la curaduría Cristina Blanco y yo. Cristina es la directora del Museo Nacional del Grabado y tiene una gran experiencia en curadurías de arte contemporáneo. Yo también he hecho curadurías y he realizado investigaciones como historiadora del arte. La propuesta fue pensar vinculaciones o diálogos entre algunos aspectos de la colección del Museo Nacional del Grabado con la gráfica contemporánea. Elegimos una producción que ampliara, que expandiera esa noción de grabado más bien canónico acotado a una serie de recursos consagrados por la historia, por la tradición, pensándolo en un panorama contemporáneo a partir justamente de la noción de transformación en un sentido amplio: transformación de la disciplina, relación entre grabado y gráfica, modos de producción, apertura a nuevas técnicas por parte de  los artistas, transformación también en terminos institucionales revisando el perfil o el lugar de la institución en el Museo del Grabado, en lo contemporáneo.

-¿Cómo surgió la idea de la muestra?

-A partir de la Secretaría de Patrimonio del Ministerio de Cultura de la Nación, de la invitación de Marisa González y Marìa Isabel Baldasarre en un momento en que se pensó mudar el museo a la ciudad de Rosario. En este sentido, era pensar la transformación de la institución,  pero también del grabado como una producción múltiple que permite una circulación expandida, como vehículo para impulsar nociones de transformación social a las que estuvo vinculado históricamente y, finalmente, la idea de transformación también en un sentido amplio de las gestiones de la gráfica contemporánea en la acción de distintos colectivos y el impulso de transformación en cuestiones de género, de lo grupal, las denuncias en relación con los ecocidios. La transformación en este sentido amplio del que venimos hablando implica desde lo material y procedimental a lo iconográfico y lo conceptual.

-¿Qué características tiene el patrimonio del Museo Nacional del Grabado?

-Es muy extenso en terminos cuantitativos y muy valioso en cuanto a sus piezas. Tiene una colección de más de 10.000 objetos. Está alojado en el 4 piso, pero para esta exposición se expandió a todo el edificio.

-En la muestra se exponen  trabajos de la gran grabadora Aída Carballo. ¿Crees que ocupa hoy el lugar que merece en el panorama del grabado en la Argentina?

-Tu pregunta tiene muchos matices. Uno siempre aspira a que las producciones valiosas tengan un reconocimiento, pero creo que Aída Carrballo tuvo distintos momentos. Su caso es muy interesante. Tiene una obra excepcional y en el Museo hay varias piezas de ella. En este momento se está revisando su figura. Por ejemplo, hay una tesis de maestría de Lucía Laumann que estudia sus obras, que están en el Centro Espigas. Esta investigadora joven estudia el lugar muy destacado que tuvo Aída como docente formadora de artistas y como artista que ganó varios premios. Ciertas lecturas de la historia del arte hicieron más foco en lo patológico, en la cuestión de sus internaciones que en el lugar tan importante que ocupó. En el cuarto piso de la exposición hay una obra de una artista contemporánea, Leticia Obeid, que trabajó sobre su figura a partir del archivo de Aída y del diálogo con Laumann. Es una videoperformance que echa luz sobre otros aspectos. Creo que el caso de Aída  es uno entre muchos otros que podríamos mencionar. En la exposición incluimos obra de Nelia Licenziato, una artista que también fue muy reconocida en los años 60, que obtuvo premios y que, sin embargo, falleció muy olvidada. De esta forma la exposición echa luz sobre artistas que en su momento fueron muy reconocidas y hoy no tienen tanta visivilidad. Incluimos también obras tempranas de Liliana Porter y Mabel Rubli, una artista valiosísima, todavía activa, muy dinámica. Creo que el trabajo de investigación, de revision curatorial permite poner nuevos focos interrogantes sobre estas artistas.

-Qué es lo que más destacarías de la muestra?

-Por un lado la revisión, la puesta en valor y el abordaje distinto de los que se habían planteado hasta ahora que echa luz sobre algunas piezas y el lugar de la colección en sí en el marco de lo que son las colecciones públicas de nuestro país. Por otro, la potencia de la gráfica contemporánea en artistas y colectivos, ya sea en intervenciones públicas o en el trabajo de mayor intimidad en el taller, pero siempre con la potencia y el impacto de sus discursos y conenidos. En lo personal, destacaría el trabajo muy intenso y enriquecedor que desarrollamos con los artistas contemporáneos y los grupos en relación con las obras que iban a participar, muchas de ellas realizadas especialmente para la exposición y otras que ya estaban hechas, pero con las que trabajamos mucho la forma de mostrarlas o de darles una perspectiva particular en relación con la propuesta de la muestra y la idea de transformación. Creo que el diálogo del arte contemporáneo con la colección es muy poderoso. Me gustaría destacar que, desde el arte contemporáneo, la muestra permite revisar y pensar la tradición, la colección y los bienes públicos nacionales. Las obras de la colección en relación con el arte contemporáneo hacen posible pensar hacia adelante, hacia las proyecciones de la gráfica en este momento. Creo que es una muestra movilizadora que permite que mucha gente descubra o redescubra estas producciones con nuevos ojos.

Hasta el 31 de julio, jueves, viernes y sábados de 16 a 20Museo Nacional del Grabado. Riobamba 985 | Gratis | Aforo limitado.Reservas en www.compartir.cultura.gob.ar