Hacerse preguntas forma parte esencial del ser humano, una especie incapaz de trascender la edad de los porqué. Esa ambición de querer saberlo todo, que tan bien expresa el axioma cartesiano “pienso, luego existo”, es el motor que le permitió a la humanidad llegar sino tan lejos, por lo menos hasta acá. ¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿Qué hay más allá de nosotros, de este mundo, de la materia? ¿Cómo es posible trascender esos límites? ¿Por qué la gallinita dijo “¡eureka!”?

La cita a los inolvidables Les Luthiers, en cuya obra la comedia se funde con lo musical, resulta el pretexto perfecto para hablar de tres libros que se hacen preguntas justamente sobre eso: la música. Y además, como si fuera poco, se animan a responderlas. Uno de ellos es una novedad; el otro una reedición; y el tercero ya es (casi) un clásico. Entre los tres le dan forma a una serie con un sentido muy claro.

El primero, que brinda la excusa para hablar de los tres, lleva la pregunta impresa en su tapa. Se trata de ¿Por qué la música? (Serie Gong), en cuyas páginas el filósofo francés Francis Wolff intenta resolver de forma exhaustiva el interrogante, verdadero abismo conceptual. Con esa intención se propone definir el objeto abordado yendo en busca de su origen: analizando en detalle la forma en que sus expresiones afectan al cuerpo y la mente de las personas; estableciendo su relación con el mundo como forma primordial de la cultura y como canal de expresión; e incluso indagando acerca de su utilidad (o inutilidad). La tarea, a todas luces titánica, le demanda al autor casi 600 páginas de una búsqueda tan puntillosa en su desarrollo, como placentera en su lectura.

El segundo libro también cuenta con un título interrogativo, aunque esta vez su autor ha prescindido de los signos de puntuación correspondientes. En Cómo funciona la música (Sexto Piso) es el músico David Byrne el que se hace las preguntas y el que intenta contestarlas. A diferencia del libro de Wolff, que en su rol de filósofo ensaya respuestas de apariencia objetiva, propias de su área de especialización, el de Byrne aborda cada tópico de un modo que no puede evitar la parcialidad de lo subjetivo y en las que su propia experiencia funciona como filtro. La diferencia entre ambos enfoques también está dada por la cuestión semántica que separa al “por qué” del “cómo”, expresiones incluidas en los títulos de cada obra. Mientras el primero orienta su búsqueda hacia las “causas” de la música, el segundo se pregunta por sus modos. La forma en que la tecnología impacta en la música, el modo en que los espacios afectaron su aparición o la manera en que la industria incidió en su desarrollo son algunas de las cuestiones abordadas por el excantante de Talking Heads.

El tercero es En contra de la música (Gourmet Musical), del musicólogo peruano Julio Mendívil que ya va por su segunda edición local. Como se ve, es el único cuyo título no se expresa a través de una interrogación. En su lugar elige un formato declarativo, como si se tratara de un manifiesto. Pero solo es una cuestión de formas: alcanza con recorrer los títulos de algunos de sus capítulos para comprobar que este libro se encuentra tan lleno de preguntas como los anteriores. “¿Tiene sentido hablar de música?”, “¿Son biológicas o culturales las facultades musicales?”, “¿Qué significa saber música?” o “¿Cómo definir las músicas?” son algunos de los asuntos que Mendívil aborda a través de textos tan cortos y de lectura ágil, como precisos y siempre apasionantes.

Más allá de la variedad de sus enfoques, los tres volúmenes registran coincidencias. Por empezar, ninguno se atribuye el mérito de arrojar respuestas definitivas sobre el asunto abordado. También hay otras, más simpáticas. Como el hecho de que tanto Wolff como Byrne recurran a la canción Good Vibrations, de los Beach Boys, para hablar de la música no solo como fenómeno de carácter audible, sino de la forma en que algunos sonidos son percibidos con todo el cuerpo, debido a las vibraciones producidas por las frecuencias más bajas del campo sonoro. En ese mismo camino, los tres autores se ocupan de refutar la definición clásica de la palabra música, que habla de ella como el arte de combinar sonidos. Mendívil, Byrne y Wolff recuerdan que la misma también se compone de la total ausencia de ellos: el silencio. Y utilizan la obra 4’33″, de John Cage, que consiste en cuatro minutos y treinta y tres segundos mudos, para desagraviar el olvido que suele pesar sobre el silencio a la hora de las definiciones.

¿Por qué la música?, En contra de la música y Cómo funciona la música no se limitan a recorrer las manifestaciones musicales más populares, ni se detienen en las obras más prestigiosas de su historia ni en sus géneros más comerciales. Por el contrario, todos tienen la generosidad de llevar al lector hasta los rincones más remotos del mundo, abriendo el espectro cultural con la intención de hallar las respuestas buscadas. Así y todo, la música sigue siendo un maravilloso misterio, imposible de resolver en solo tres libros.