La acusación del filósofo  y economista Guy Sorman (77) hecha en el marco de una entrevista en el Sunday Times, realizada a partir de lo que revela en su reciente libro Mi diccionario de mierda, donde revela el abuso de menores en Tunez por parte de Michel Foucault ensombrece la memoria de uno de los mayores pensadores del siglo XX . La pregunta que surge de inmediato ante la revelación es por qué Sorman no denunció en su momento este hecho aberrante. El interrogante se lo plantea el propio Sorman y se lo reprocha, lo que no lo excusa de haber sido cómplice de la situación que revela.

Asegura, además, no haber sido el único que estaba al tanto de la situación, pero que nadie se atrevió a denunciarla porque Foucault era un “intocable” debido a su prestigio internacional, por lo que tanto en Francia como en Túnez prefirieron mirar para otro lado.  “Había periodistas presentes –dice Sorman- en ese viaje, hubo muchos testigos, pero nadie lo contó en ese momento. Foucault fue el rey filósofo. Es como un dios en Francia”.

El viaje al que alude fue a Túnez en una  Semana Santa en las postrimerías de la década del 60 y los hechos que refiere tuvieron lugar en Sidi Bou Said, un pequeño pueblo cercano a la capital, famoso por sus hermosas puertas talladas y sus casas pintadas de blanco donde Foucault vivió por un tiempo.

Las acusaciones de Sorman no se ahorran detalles escabrosos: “Los niños pequeños corrían detrás de Foucault diciendo ‘¿y yo?  llévame, llévame’. Tenían ocho, nueve, diez años, les tiraba dinero y les decía: ‘Nos vemos a las 10 de la noche en el lugar habitual’”. El lugar al que aludía era el cementerio local. “Allí hacía el amor en las lápidas con los muchachos. Ni siquiera se ha planteado la cuestión del consentimiento”.

Pero la acusación va más allá de las prácticas abusivas que le atribuye. “Foucault –dijo- no se habría atrevido a hacer esto en Francia. Hay una dimensión colonial en esto. El imperialismo blanco. Francia todavía no es una democracia, tuvimos una revolución, proclamamos una república, pero todavía hay una aristocracia, la intelectualidad, y ha tenido un status especial.”  Esta actitud de colonialismo sexual alcanza también al escritor  André Gide y al pintor Paul Gauguin.

A pesar de la revelación, Sorman asegura que no quiere hacer un linchamiento post mortem porque sigue admirando mucho el trabajo de Foucault, “Tengo una gran admiración por su trabajo, no estoy invitando a nadie a quemar sus libros, sino simplemente a entender la verdad sobre él y cómo él y algunos de estos filósofos usaron sus argumentos para justificar sus pasiones y deseos. Y agregó: “Pensó que sus argumentos le daban permiso para hacer lo que quería. “Creo que es importante saber si el autor era o no un inmoral. Lo que hacía Foucault con los niños pequeños en Túnez, que yo vi y me reproché siempre no haber denunciado, no me conduce a rechazar su obra, sino a mirarla en forma diferente”

Cabe recordar que en 1977 Foucault envió una petición al Parlamento  Francés solicitando la derogación de varios artículos sobre la edad de consentimiento y la despenalización de todas relaciones entre adultos y menores de 15 años (edad de consentimiento en la ley de Francia).

Esto fue un año antes del Mayo francés, pero ya se percibía el deseo de arrasar con ciertas restricciones. Muchos intelectuales estuvieron de acuerdo con que la ley permitiera las relaciones sexuales entre menores y adultos. Foucualt no fue el único. También adhirieron a esa postura Simone de Beauvoir, Jean Paul Sartre, Jacques Derrida, Roland Barthes, Alain Robbe-Grillet y Louis Aragon, El argumento fundamental era que los derechos que se le reconocían a los menores en otros ámbitos debían ser extensivos también a la vida sexual.

A pesar de la tardía confesión de Sorman y su arrepentimiento, no queda exculpado.  La bomba que hizo detonar también lo alcanza a él  y a todos los que estaban al tanto de lo sucedido y guardaron silencio. Los tiempos han cambiado y hoy nadie se atrevería a reivindicar públicamente la pedofilia. Por el contrario, está es considerada como una de las prácticas más abominables. En nuestros días Woody Allen es el ejemplo de que el genio ya no sirve para disculpar cualquier conducta.