“Hace muchos años que quería escribir una obra sinfónica sin solista enfocándome en resultados tímbricos, formales y de diseño instrumental: Una confiable irreverencia es un trabajo artesanal, que sugiere caminos que se expanden entre misterios y ambigüedades. Como si se tratase de un juego, la irreverencia se vuelve confiable para quien la emite cuando su efecto es certero a la vez que resulta amigable para quien la recibe pese a su incorrección. He intentado ponerle música a esta dialéctica”, expresa el compositor Guillo Espel, cuya obra será estrenada hoy a las 20 por la Orquesta Sinfónica Nacional dirigida por el Mtro. Mariano Chiacchiarini en la sala Sinfónica – Ballena Azul del Centro Cultural Kirchner, Sarmiento 151 – CABA, con entrada libre y gratuita.  

Una confiable irreverencia es la novena obra sinfónica del compositor y la segunda para orquesta sin solista. Todas sus obras han sido interpretadas en distintos conciertos tanto en salas argentinas como del exterior. El estreno de esta obra se realizará en el marco del Concierto La Sinfónica Contemporánea, conjuntamente con obras de Matalón, Garabito y Wilenski. Además, Espel acaba de terminar su ópera de cámara “Elecciones primarias” sobre texto de Silvia Hopenhayn y que llevará dirección en escena del puestista y barítono Marcelo Lombardero. Su estreno está pautado para 2018 en la Ciudad de Buenos Aires. 

El sábado 7 de octubre a las 20 se hará una presentación pública llamada Boceto sobre la ópera Elecciones Primarias, como anticipo, con disertación de Espel – Hopenhayn-Lombardero, y se podrán ver fragmentos de la obra en versión reducida. La cita es en la Casa Victoria Ocampo (Casa de la Cultura del Fondo Nacional de las Artes), Rufino de Elizalde 2831 y contará con la interpretación de Fernanda Morello (piano), Virginia Corea Dupuy (canto) y Silvia Hopenhayn (lectura) entre otros. 

«Más allá de las ganas que siempre tengo de componer me interesó y me honra que me encargaran la composición de una obra para orquesta sinfónica», dice Espel. Creo que es necesario romper con cierta circulación de obras y compositores que siempre terminan siendo los mismos. Esto sucede también en la música contemporánea. Creo que además es interesante desde el punto de vista del espectador, que se puede encontrar con diversas fricciones dentro de un mismo planteo estético», agrega.

 - ¿Por qué la música contemporánea permite sorprender de manera constante al espectador?  

– Esto se debe a que ofrece un abanico muy amplio de posibilidades desde lo rítmico, armónico, sonoro o tímbrico que permite no ceñirse necesariamente a reglas estrictas. se podría decir que cada obra tiene su propia estética. Y el riesgo muchas veces es quedar atrapado en ciertos encasillamientos que condicionan la visión que el espectador tiene de un determinado compositor.

 - ¿Creés que algo de la música popular perdió esa capacidad de sorprender? 

– Hoy la música popular está atravesada por una impronta absolutamente impersonal. Por ejemplo el pop está orientado a ser un producto con reglas estrictas, con un determinado tempo para que el DJ pueda enganchar un tema con otro, una determinada inflexión de las voces y sonidos preelaborados. No es lo que ocurría con el rock, en el que había uno progresivo, otro más experimental u otro más baladístico. Pero cuando esos clichés se transportan a una música que debiera ser más contestataria en el sentido de que obligue al compositor a cuestionarse y desafiar sus propios límites, se pierde el horizonte de riqueza que una obra puede llegar a tener: Spinetta, Charly García, Ariel Ramirez o Gerardo Gandini siempre desafiaron sus propio límites porque eran músicos inquietos, que exploraron los límites de sus propias estructuras. 

– ¿Con qué desafíos te enfrentaste para escribir esta nueva obra? 

– Esta obra escrita para la Orquesta Sinfónica Nacional, que requiere un mínimo de 62 músicos porque tiene divisiones de voces y diversas capas y entretejidos sonoros, no la hubiera podido componer si no me hubiera hecho las preguntas necesarias y precisas acerca de qué quería decir con ella. Y este tipo de preguntas me las formulo tanto cuando escribo para mi cuarteto o para cuando tengo que hacer arreglos para otros artistas que me convocan. En los últimos diez años tuve la suerte de escribir por encargos que provienen de acá o del exterior. Pero a pesar de que ya llevo compuestas diez obras para orquestas de este tipo, siempre tuve la necesidad de escribir una obra sinfónica sin solistas. Sólo la primera que compuse en 1992 tenía esta característica. En esta oportunidad tuve la posibilidad de trabajar con procedimientos que nunca había utilizado, lo que me planteó la incertidumbre al momento de imaginarlos de saber si podrían funcionar o no. 

– No es muy usual el estreno de piezas sinfónicas de músicos contemporáneos argentinos en nuestro país 

– Ocurre que la dificultad de acceder a una orquesta de estas características muchas veces desalienta a los compositores. Por este motivo es que hay más obras para agrupaciones chicas o de cámara. Tuve la suerte de que mis obras sinfónicas siempre se pudieron estrenar. Soy fundamentalmente un compositor, y si tengo una necesidad tímbrica, por ejemplo, la vuelco en una partitura. En 1992 escribí mi primera obra sinfónica sin la posibilidad de que alguien la pudiera estrenar. Y en 1995 se estrenó con la Sinfónica Nacional dirigida por Pedro Ignacio Calderón. Por esto creo que en cierto modo  tengo una posición romántica o quijotesca respecto a mi actividad como músico.