Antes del subcampeonato de la selección comandada por Sergio Hernández en China 2019, antes de las medallas en Atenas 2004 y Pekín 2008, existió una camada de jugadores que a pesar de estar algo olvidada en el imaginario popular, no solo por el paso del tiempo, sino por el intento deliberado de un gobierno de facto, logró algo que ni la Generación Dorada pudo: ser campeones del mundo.

El rumbo del básquet masculino cambió para siempre con la llegada de Jorge Canavesi al seleccionado nacional. Este joven entrenador, que venía acumulando títulos en Gimnasia de Villa del Parque, fue el encargado de comandar al equipo argentino en los Juegos Olímpicos de Londres 1948. Argentina terminó decimoquinta, pero dejó su sello, especialmente luego de la derrota contra Estados Unidos tan solo por un doble. Dos años después, llegaría la revancha. Y el resultado sería distinto. 

La preparación del seleccionado para el primer Mundial de la historia del básquet, en 1950, disputado nada más ni nada menos que en el mítico Luna Park, fue tan dura como innovadora. Y el apoyo, tanto de la Confederación Argentina de Básquetbol como del Estado nacional, fue clave. Era una época en la que, según escribió Estanislao Villanueva para la revista El Gráfico, en una nota titulada El básquetbol, entre la vida y la muerte; (1968), el básquet no solo no generaba ingresos masivos, sino que se encontraba “virtualmente sin gimnasios y en un medio social donde el basquetbolista se da dentro de los bocetos barriales por excelencia”.

“Las claves del éxito fueron el entrenamiento, la concentración y la preparación física”, comentó Ricardo Primitivo González, base y capitán de ese equipo campeón en 1950. River les había prestado las instalaciones que usaban los jugadores de fútbol. Allí, en el club de Nuñez, el seleccionado entrenaba doble turno todos los días, con una exigencia física inusual para la época, pero Canavesi, graduado como profesor de educación física, sabía que para compensar la poca altura de su grupo, necesitaba tenerlo bien físicamente. Pero antes de toda esta actividad, según contó González, hubo una instancia previa. La CABB realizó una preselección de hasta 50 jugadores, en la que se les pidió a las provincias que envíen a quienes pensaban que podían vestir la camiseta nacional. 



Canavesi conformó la lista definitiva dos meses después. “Hasta ese momento, la Selección Argentina se nutría solamente de basquetbolistas del Campeonato Argentino de Buenos Aires. Es decir, que si un buen jugador no participaba, no podía estar en la selección. Una cosa ridícula”, comentó el integrante del Salón de la Fama de la FIBA y presidente honorario del Club Palermo. El partido inaugural fue una cómoda victoria contra Francia por la ronda preliminar, que clasificó a la Argentina hacia la instancia final, un grupo con cinco rivales. El partido más complejo fue contra Brasil, pero los de Canavesi fueron más. Luego vencieron cómodamente a Chile, Francia nuevamente y Egipto, llegando al último partido en igualdad de puntos con aquel viejo rival de Londres: Estados Unidos. Esta vez, la historia fue diferente. Veinte mil personas habían entrado al Luna Park para ver el partido. Sin embargo, antes de empezar, González confesó que, probablemente desconfiados ante el nivel de los argentinos, los estadounidenses tuvieron una extraña demanda. “El Mundial se estaba jugando con una pelota de gajos, que era la que usábamos acá. Ellos querían usar la pelota americana, que por supuesto era mucho más linda. Entre pitos y flautas se decidió jugar un tiempo con la pelota americana y otro con la pelota que se había utilizado durante todo el torneo. Para satisfacción nuestra, ganamos los dos”, contó el capitán argentino e integrante del quinteto ideal del torneo.

Con un Oscar Furlong fenomenal, dominando en la posición de pívot y elegido mejor jugador del certamen, y un destacado Hugo Del Vecchio entrando desde el banco, Argentina venció al equipo norteamericano 64 a 50. Las repercusiones del torneo fueron enormes. El pueblo argentino salió a las calles a festejar y se acercó con antorchas al equipo, en lo que después fue conocida como “La noche de las antorchas”.

Quien también se alegró con el título mundial fue el presidente Juan Domingo Perón. “La primera vez que nos vio, Perón nos dijo: ‘Muchachos, a mí las ideas políticas que tengan no me interesan, a mí me interesa que hayan hecho conocida a la Argentina, porque si yo mando 90 embajadores, no repercute tanto como el triunfo mundial que obtuvieron ustedes’”, comentó González, quien niega haber tenido una relación cercana con el mandatario por aquel entonces.

Perón –o el gobierno peronista– había tenido un papel importante en el éxito de esta selección, ya que en una época en la que el básquet todavía era amateur, las licencias de trabajo otorgadas a los jugadores permitieron que estos pudieran dedicarse exclusivamente –o casi– al deporte. Sin olvidar, también, que el apoyo político del Estado argentino había tenido un papel importante en la designación de Argentina como la sede del “Primer Campeonato Mundial de Basket-Ball Libertador General San Martín”, aprovechando que Europa todavía estaba recuperándose de los daños provocados por la Segunda Guerra Mundial.

Sin embargo, ese apoyo del gobierno le valió caro a los jugadores de esta selección, al igual que a montones de deportistas argentinos: el golpe de Estado de 1955 llegó al poder con la intención de borrar todo vestigio del peronismo, incluso en el deporte. González retrata el pensamiento que tenían los militares con una historia de las olimpiadas de Helsinki 1952, luego de la muerte de Evita: “El día que íbamos a desfilar en los Juegos Olímpicos nos dieron una corbata negra para cada uno. Luego, desde la comisión de la Libertadora que nos estaba investigando, me preguntaron por qué habíamos desfilado así: ‘Mire, usamos una corbata negra porque se murió Evita, y no deja de ser la mujer del presidente’”.

Luego de perderse la posibilidad de disputar los Juegos Olímpicos de 1956 debido a la intervención de la CADCOA, el ente central del deporte argentino durante el peronismo, por parte del gobierno militar, al año siguiente, 34 jugadores de básquet fueron inhabilitados por once años. Cortaron las carreras de toda una generación exitosa de jugadores a la que solo le faltaba una medalla olímpica. ¿Los motivos? Las licencias de trabajo que les otorgó Perón para dedicarse exclusivamente al deporte y las órdenes de importación de unos Ford Mercury que el presidente les había entregado como premio por el gobierno peronista. Aunque, como ocurrió también con otros actores de la sociedad, la verdadera razón fue el intento de cortar cualquier vínculo con Juan Domingo Perón.