El pibe que fue Ariel Holan en los años ‘60 creció viendo grandes hazañas de esos jugadores vestidos de rojo. El adolescente que fue Ariel Holan en los ‘70 entendía como una cuestión cotidiana aquello de dar vueltas olímpicas locales o internacionales en el estadio de la doble visera. Aunque empezó a madurar en los ‘80 con alegrías futboleras más espaciadas, ser hincha y socio de Independiente en aquellas épocas deparaba satisfacciones intensas. Oriundo de Lomas de Zamora, al mismo tiempo que trepaba los escalones de la popular local para ver al Rojo, también probaba suerte en las Inferiores de Banfield, un sueño que duró poco y que lo depositó en el hockey sobre césped, en el que sí logró destacarse.

El mundo profesional de Holan pasó a tener bochas y palos de hockey. Fue el entrenador de varios equipos argentinos y llegó a su punto más alto cuando condujo a la selección femenina uruguaya hasta el tercer escalón del podio panamericano de 2003. Pero al mismo tiempo hizo el curso de entrenador de fútbol y de preparador físico. Y no dudó ni un segundo en aceptar la propuesta de Jorge Burruchaga para que fuera su ayudante técnico, a mediados del mismo año, en Arsenal de Sarandí. Así Holan dio el salto que le permitió volver al deporte que tanto ama. No sabía, en ese momento, que junto a Burruchaga iba a tener la oportunidad de trabajar en Independiente, aunque no resultó una buena experiencia. Fue a Banfield junto a Burru y luego formó parte del cuerpo técnico de Matías Almeyda, el año en que River jugó en la B Nacional, y con él volvió a Banfield. Pero Holan tenía un sueño posible: ser entrenador. Y un sueño utópico: dirigir a Independiente. “Siempre recuerdo las noches de Copa Libertadores, cuando atacábamos contra el arco que tenía el escudo del club (el de la popular local). Los rivales iban para atrás, los llevábamos por delante, no me lo olvido más. Hace muchos años que nos cuesta lograrlo”, declaró hace poco haciendo público un recuerdo que puede ser común a cualquier hincha de Independiente nacido, como él, en 1960.

Su primer sueño, el posible, logró hacerlo realidad en junio de 2015, cuando se hizo cargo del plantel profesional de Defensa y Justicia. Como si estuviera destinado a no moverse del Conurbano Sur, arrancó su nueva etapa en Florencio Varela, donde (un caso muy extraño dentro del fútbol exitista actual) se destacó más por el estilo ofensivo de su equipo que por los resultados obtenidos. De hecho, los números entregan un porcentaje de efectividad de sólo el 45%, con 17 partidos ganados, igual cantidad de derrotas y 13 empates. Hasta que decidió dejar atrás ese primer escalón y llegó el momento de cumplir el sueño que parecía una utopía unos meses atrás.

La pregunta que surgió enseguida cuando la última noticia de 2016 lo unió a Independiente fue ¿cómo llega a uno de los equipos más populares del país un entrenador con más años en el hockey que en el fútbol y con tan bajo promedio de efectividad en su primera experiencia? La respuesta se podría buscar por la buena imagen que dejó ese equipo de Defensa y Justicia, también podría pasar por la identificación del personaje con el club, pero no se puede dejar de lado el hecho de que Holan forma parte de la “escudería Bragarnik”. Christian Bragarnik es uno de los más controvertidos de los empresarios que hacen negocios en el fútbol argentino. Vinculado al mundo de las drogas tras su paso por México, donde fue presidente del club Querétaro, perteneciente a una sociedad en la que la mayoría de los accionistas se dedicaba al narcotráfico. Bragarnik ya tuvo su vínculo con Independiente cuando Jorge Almirón fue entrenador del equipo (y contrató a varios de los jugadores que representa) y ahora volvió con todo a Avellaneda porque también es el representante de Diego Cocca, quien regresó a Racing.

En su primera aproximación a su soñado destino, Holan dejó en claro de qué se trata su propuesta futbolera. “Quiero un equipo que en ataque sea vertical y muy agresivo y que en defensa trate de jugar con líneas cortas y presionando al rival. La alineación, es decir si jugamos con dos o tres delanteros, con un mediapunta, o como creamos conveniente, dependerá más del rol de los futbolistas que tengamos en el plantel definitivo. El sistema tiene que ser dinámico, ágil, vertical y muy agresivo. Trataremos de explotar las virtudes de cada jugador y mejorarlas”, dijo frente a la prensa. El flamante entrenador del Rojo fue una clara influencia en el estilo agresivo que impuso Almeyda en su paso por River y Banfield. Después, ya a cargo de su propio equipo, armó un sistema de juego en Defensa y Justicia que tuvo como premisa ineludible la salida con pelota al pie desde el fondo, pasaje rápido por el mediocampo y mucha imaginación en el ataque, además de una presión constante y alta cuando el balón está en poder del adversario.

Esa forma de entender el fútbol y transmitírselo a los jugadores fue muy bien recibida en gran parte del ambiente futbolero. Primero generó sorpresa que un equipo recién ascendido a Primera División se le plantara de igual a igual y atacara a cualquiera, pero después se lo empezó a analizar con lupa. «Holan es un muy buen entrenador. Su equipo reduce espacios todo el tiempo. Y me causó buena impresión ver lo inteligente que son los regresos y cómo releva posicionalmente cuando recupera la pelota», dijo César Luis Menotti alguna vez al referirse a Defensa y Justicia. También recibió elogios de sus dirigidos: “Es muy didáctido, le pone pasión al trabajo y está muy preparado”, coinciden varios jugadores del equipo de Florencio Varela. Y Mascherano también opinó del que hace unos meses se transformó en el entrenador del momento: “Toma riesgos y mantiene su identidad. Eso es lo que hace diferente a un equipo”.

Pasional, obsesivo, amante de la docencia, tecnológico, un entrenamiento conducido por Holan puede tener un esforzado trabajo de campo con jugadores corriendo por toda la cancha mientras un dron filma todo desde lo alto para que después el entrenador pueda analizar lo ocurrido con tranquilidad. Tiene un estilo innovador y vehemente, que puede ir sembrando adhesiones y controversias. De hecho, el primer problema con que se encontró al pisar Avellaneda fue que el encargado de las Divisiones Inferiores del Rojo, Claudio Vivas, amenazó con renunciar porque no tienen una buena relación tras haber trabajado juntos en Banfield. Pero Holan sabe bien que está ante su sueño utópico. Y eso no se lo puede arruinar nada, ni Vivas (a quien ya le tendió un lazo de unión para zanjar viejas rispideces) ni un videíto que circuló por las redes sociales donde aparentemente menosprecia a los jugadores del plantel que estará a su cargo desde la semana que viene, ni nada.

La última vez que llegó a Independiente un entrenador con poco nombre diciendo que era hincha del club y bajo la tutela de Bragarnik, el final no fue del todo bueno. Se trata de Almirón, quien nunca se puso meter en el corazón del hincha. Esto el nuevo lo sabe y por eso pide paciencia, algo que escasea como lluvia en el desierto entre los hinchas que van al Libertadores de América. “Hay que tratar de transformar esa impaciencia en aliento, para solidificar un sistema que nos permita pelear en lo más alto”, dijo en su presentación. No será fácil. Si Holan es hincha de Independiente, como asegura al hablar y demuestra su carnet de socio, lo debe saber muy bien. El, su estilo de juego y el equipo que logre armar tienen que ganarse la confianza de un público que quiere volver a vivir aquellos años gloriosos que parecen cada vez más lejanos.