Como futbolista, Juan Román Riquelme siempre hacía la jugada menos esperada. Como dirigente, también: horas después de que la Bombonera hiciera saber su descontento con la actualidad del equipo -y que los trascendidos periodísticos hablaran del final de un ciclo-, el vicepresidente primero del club decidió esta tarde mantener a Sebastián Battaglia como técnico.

El cuestionado entrenador de Boca viajará mañana junto al plantel a Santiago del Estero para el partido que su equipo jugará el sábado ante Central Córdoba por la Copa de la Liga y también dirigirá en el crucial choque del martes ante Corinthians, por la Copa Libertadores. El ciclo de Battaglia había quedado en duda después del 1-1 del miércoles contra Godoy Cruz, el enésimo empate de un equipo que pierde poco pero que juega mal y transmite menos, siempre superior en resultados que en actitud.

Battaglia se reunió esta tarde con Riquelme y el resto del Consejo de Fútbol y mostró su firmeza en que el equipo mejorará en las próximas fechas. La dirigencia, que esperaba que el técnico diera un paso al costado, decidió darle luz verde al convencimiento del entrenador. Atrás, al menos por ahora, quedaron los trascendidos de un interinato de los técnicos de la Reserva, Hugo Ibarra y Mauricio Serna, al frente de la Primera.

Al menos Battaglia tendrá paz en los próximos dos partidos como visitante, lejos de la Bombonera, en Santiago del Estero y Sao Paulo. El miércoles se vivió en la cancha de Boca un clima de tensión que los memoriosos no recuerdan en la última década. En medio de algunos golpes de puño en las tribunas, los hinchas no silbaron al equipo ni al técnico durante el partido porque entienden que en su estadio no se critica a los jugadores, se los alienta. Sin embargo hubo grieta en la Bombonera.

Cuando un grupo de espectadores largaron su canto de guerra, “la camiseta de Boca ganar o morir”, a los 46 minutos del segundo tiempo, otros simpatizantes los taparon con el clásico “dale Booo”. Desde hacía muchos minutos que el equipo de Battaglia era un desconcepto táctico, pura desesperación, con 4 defensores, 2 volantes y 4 delanteros.

El problema no es tanto la Copa de la Liga -el equipo marcha cuarto, en zona de clasificación a cuartos de final, a falta de tres fechas para que termine la fase regular- sino su vieja obsesión, la Libertadores. El martes que viene, Boca jugará ante Corinthians, en San Pablo, un partido que puede determinar su continuidad en la Copa. Ya derrotado en su primera visita, ante Deportivo Cali en Colombia, el equipo dirigido por Battaglia- -al menos hasta anoche- necesita un empate para no quedar en zona roja.

De ahí las urgencias Riquelme, el encargado del fútbol. La decisión de contratar a Battaglia, ídolo como jugador pero sin gran experiencia como técnico, fue suya. Aunque la Bombonera no lo diga, sus calles aledañas sí expresaron el descontento: los hinchas, apenas terminó el partido, dejaron saber que ya no confían en un entrenador que no le encuentra soluciones a un equipo que juega en segunda marcha, predecible, un fútbol sin chispa. Las alegrías de la Copa Argentina en diciembre y el triunfo ante River en el Monumental, hace solo un mes, ya quedaron atrás.

Battaglia -el máximo campeón de Boca como jugador- suspendió su conferencia de prensa anoche, el habitual gesto del entrenador que, acorralado por los malos desempeños, no sabe qué decir y prefiere evitar que le pregunten por su cargo. Pero este jueves se mostró convencido en seguir y convenció a Riquelme y el resto del Consejo de Fútbol.

A la espera de qué pase en los próximos partidos con Battaglia, Riquelme ya mira un posible sucesor. Sería el tercero de su ciclo. Hasta ahora, en resultados, su carrera como dirigente es positiva. Pero el tema es la Copa Libertadores, que no arrancó bien, y el año que viene hay elecciones en Boca. El macrismo, con Carlos Tevez agazapado, espera con los dientes afilados.