Al pádel en Argentina se lo suele asociar con el pasado, con aquel boom de principios de los 90 durante el que unos 4 de millones de argentinos practicaban de manera ameteur un deporte que todavía llevaba su nombre inglés: paddle. En los últimos años volvió a copar la opinión pública porque el expresidente Mauricio Macri, socio fundador en 1987 de la Asociación de Pádel Argentina, era un usuario permanente junto a sus funcionarios de la cancha de la Quinta de Olivos o de su residencia en Los Abrojos. Algo similar ocurrió hace semanas, con el torneo clandestino en Pilar en plena cuarentena, que le costó la renuncia al secretario de Deportes de la Ciudad, el extenista Luis Lobo. Sin embargo, no se suele resaltar que Argentina tuvo durante 16 años y ocho meses al número 1 del ranking, que en este 2020, tras dejar atrás dos años de lesiones y el parate por la pandemia, busca recuperar la cima. Su nombre es Fernando Belasteguín, nació en Pehuajó el 19 de mayo de 1979 y que vive en España hace más de 20 años.

“Soy un hijo de ese boom. Conocí al pádel en el año 89, en mi club San Martín de Pehuajó, cuando hicieron la primera cancha de pádel en el pueblo. A los 15 debuté profesionalmente. Y a los 20 me vine a España. No me considero un embajador: soy un pehuajense más. Y tampoco creo que el pádel haya crecido gracias a mí, porque soy uno más”, dice Belasteguín desde Barcelona, donde el circuito ya volvió a la actividad después del confinamiento que impuso la crisis del coronavirus: se jugó un torneo la semana pasada a puertas cerradas y hay dos más programados para agosto. “Yo tomo mate leyendo los diarios argentinos. Es como si viviera en Argentina pero estoy en Barcelona. La verdad –dice el pehuajense sobre el torneo clandestino de Pilar–, para el pádel me parece que es positivo: todos los medios abrieron hablando de pádel. Y cada vez que se hable de este deporte que es muy lindo, fácil y entretenido, le va a dar más ganas de jugar a la gente. Después, cada uno es responsable de sus actos”.

La de Belasteguín podría ser la historia promedio de tantos argentinos que durante los 90 se fueron a probar suerte a España. La diferencia acaso sea que su herramienta de vida fue la paleta. “A nivel económico he hecho de todo: rifas, vendí paletas, lo que hizo falta. Pero lo más duro fue el desarraigo. Extraño como el primer día. Vi envejecer a mis viejos y a mis abuelos a través de un teléfono. Ahora, con la pandemia, algunos me entendieron lo que se vive”, explica el actual número 7 del mundo. ¿Si el pádel alcanza como medio de vida? “Es como todo, depende de las necesidades. En mi caso, con tres hijos, si fuera número 20 del ranking no los podría mantener. Un pibe de 22 años, solo, que es número 30 puede vivir”.

–¿Cómo se hace para sostenerse como número 1 durante casi 17 años?

–Siempre entreno pensando que lo mejor de mi carrera está por llegar. Lo que conseguí no lo disfruto nada. Cuando no juegue más, miraré para atrás y lo disfrutaré. He tenido la suerte de poder experimentar las tres sensaciones que puede tener un deportista. La primera es la de perder, que es el denominador común de un deportista. La otra es la de ganar y ser número 1, que es una sensación para unos pocos y es adictiva. Pero hay una tercera, que es la más placentera, que es entrenar cada día como si fuera el último; esa sensación la recomiendo siempre. Y es más linda que todas.

–¿Por qué es una sensación adictiva ser el número 1?

–Sólo lo van a entender los que han sido número 1 de algo. Lo puedo explicar, pero es una sensación que se experimenta. Hasta te hace cambiar la forma de jugar. Los que dicen que prefieren dar un espectáculo antes que ganar es porque nunca han sido número 1. Hacer un juego lindo es algo para los que todos los profesionales están preparados. Ganar, es solo para uno.

En diciembre de 2019, la dupla argentina Belasteguín-Agustín Tapia jugó ante 10 mil personas la final del Master en Barcelona. En 2015, Bela publicó Esta es mi historia, su autobiografía prologada por el futbolista Andrés Iniesta. Wilson, la marca líder en raquetas, le ofreció un contrato para sus últimos años de carrera y que luego quede ligado como un promotor del deporte en el mundo, con marca propia: WBela. “Con las redes sociales cada vez tenés más llegada a la gente, pero si te venís a pasar un día conmigo a Barcelona vas a ver que tal vez en el club me piden alguna foto pero por la calle no nos va a parar nadie. A los deportistas se nos pone en un nivel exagerado, se nos endiosa. Pero a los médicos que salvan vidas nadie les pide una foto ni un autógrafo”, dice. Haberse mantenido en la cima de un deporte que en España practican 6 millones de personas también le abrió algunas puertas y le acercó sillas para sentarse en mesas con personajes como Johan Cruyff, Carles Puyol, Maxi Rodríguez o David Nalbandian. “Yo juego al pádel pero soy un loco del deporte. Y el pádel me permitió conocer a gente top. Compartí cosas con gente muy potente que yo admiraba”, reconoce y aún se sorprende Belasteguín, que parece llevarse bien con la discreción: “En definitiva, lo que veo es que la gente piensa que los deportistas somos superhéroes, pero en el fondo somos igual. Lo que pasa es que nos destacamos en algo a lo que la mayoría le gusta”.