Rafael Santos Borré mete cuatro goles en el triunfo 6-1 de River ante Godoy Cruz por la Copa de la Liga Profesional. En Mendoza, el goleador en la era de Marcelo Gallardo, con 52 goles, supera su récord personal en River: había metido tres frente a Nacional en Uruguay por los cuartos de final de la Copa Libertadores. Esos siete goles tienen un punto en común, son una muestra gratis de una característica: los marca de primera. De los 52 goles del colombiano en River, 41, el 78%, fueron a un toque, minimizando los movimientos al definir: 37 con el pie derecho (cinco de penal), cuatro con el pie izquierdo y siete de cabeza. Y con otra particularidad: 14 de los 52 fueron desde adentro del área chica, un reflejo de la voracidad ofensiva de River. Borré, que recurrió al entrenador colombiano Jaime Pabón, especialista en definición que trabajó con el egipcio Mohamed Salah, integra el grupo selecto de los goleadores económicos, los que necesitan apenas rozar la pelota para transformar una jugada en gol.

“En primer lugar, es saber desmarcarse, un atributo fundamental en un delantero. Después, acompañar la jugada. Y por último, el sexto sentido para el gol. Son esos tres ítems”, dice Diego Latorre, exdelantero, actual comentarista de fútbol. “Saber desmarcarse es a veces alejarse, a veces acercarse, utilizando el engaño. Depende del desarrollo de la jugada, no hay un manual. No advertirle al rival lo que vas a hacer dentro del área: amagar ir al primer palo e ir al segundo, arrimarse a la pelota y ganarle la espalda. Acompañar la jugada es intuir el centro y buscar el lugar libre en el área acompañando los desbordes. Y el sexto sentido es porque piensan antes de la definición, no en el momento en que viene la pelota. Tienen intuición, información almacenada en el cuerpo y cuestiones naturales”. En River, David Trezeguet marcó 17 goles: 16 fueron de primera, a un toque: 11 con el pie derecho (dos de penal), uno con el izquierdo y cuatro de cabeza. A diferencia de Borré, la zona de fuego de Trezeguet era el área grande: de ahí partieron 12 de los 17 goles.

El rey de los goles de primera, sin embargo, es el mexicano Hugo Sánchez. En marzo de 1990, luego de horas de visualización de VHSs, el periodista español Santiago Segurola descubrió la peculiaridad en una crónica mítica en el diario El País: “Hugo Sánchez, 33 goles de un solo toque”. En la temporada 1989/1990, Hugo Sánchez terminaría como goleador de la Liga de España con 38 goles, todos de primera. Y con su equipo, el Real Madrid, campeón. Con 234 goles, el mexicano es el tercer futbolista extranjero con más goles en la Liga española, después de Lionel Messi y de Cristiano Ronaldo. “Hugo ha llegado a los 32 años con uno de los secretos mejor guardados y, sin embargo, más evidentes del fútbol español –escribió Segurola–. Durante 15 años ha marcado sus goles con una absoluta desnudez de artificio. La pelota llega al área, o donde sea, y empalma, empuja o desvía, no importa su posición en la cancha. Su capacidad para maquillar su trabajo como puntillero es asombrosa”.

–Usted tiene que ponerse del lado contrario a la jugada, y hágase el tonto. Le permite estar siempre bien perfilado para el gol, y define.

–No, Ángel, yo le apunto a los costaditos del arquero. Estoy acostumbrado así, porque es el tiempo que pierde hasta tirarse.

Ángel Cappa se había pasado tardes detrás de los arcos del estadio Santiago Bernabéu mientras vivía en España: estudiaba los desplazamientos corporales de Hugo Sánchez. En 1986, cuando llegó a dirigir por primera vez a Huracán, en la B Nacional, José Raúl Iglesias era su replicante. Aunque al principio no estaba convencido, el Toti Iglesias incorporó los conceptos de Cappa. Y más: en el festejo de los goles, el Toti empezó a hacer una vuelta carnero en el aire, la cabriola, como había puesto de moda Hugo Sánchez. “Venía acostumbrado a definir rápido, pero a dos toques, con un control –dice ahora el Toti Iglesias–. No es normal, son los menos los que definen de primera, porque generalmente venís atareado por un defensor, en velocidad. No hay muchos, y es una de las grandes virtudes de los delanteros que no todos tienen. En general, acomodan y le pegan. Y por eso sacan ese segundo de ventaja, y meten muchos goles”.

En el fútbol argentino, el último delantero con un alto porcentaje de goles de primera fue Lautaro Martínez, hoy cerca de coronarse campeón de la Serie A con el Inter. Anotó, a un toque, 20 de sus 27 goles en Racing: 11 con el pie derecho, tres con el izquierdo y seis de cabeza. Con un detalle: uno, ante Boca en La Bombonera, fue desde afuera del área, desde la medialuna. En el fútbol internacional, el noruego Erling Haaland, el centrodelantero del Borussia Dortmund que quieren los grandes de Europa, también maneja en su repertorio la urgencia del gol. “Borré quería controlar y rematar al mismo tiempo, tenía muchas ganas de demostrarle a River que estaba listo para jugar ahí”, contó Jaime Pabón, el entrenador de definiciones de Borré.

“Que 41 de los 52 goles de Borré hayan sido a un toque no tiene una razón excluyente, especialmente si entendemos al fútbol desde una mirada sistémica, compleja y holística. Pero podemos decir que: 1) es más ‘intuitivo’ que ‘pensador’; 2) se basa más en procesamientos cerebrales inconscientes que conscientes; 3) sea por automatismo o por intuición, está en el lugar exacto en el momento exacto; 4) dispone de alta capacidad predictiva; 5) procesa la información más velozmente que sus oponentes; 6) su toma de decisiones no admite dudas entre posibles opciones; y 7) dispone de alta capacidad de anticipación”, enumera Germán Castaños, preparador físico y asesor de entrenadores en creatividad e innovación aplicada al fútbol. «Siendo Borré un jugador que se desempeña frente al gol mejor sin tiempo para pensar que con tiempo para hacerlo –agrega Castaños–, quizá lo mejor sea que Borré disponga de tiempo para pensar, lograr que Borré tenga que generar ‘algún pensamiento extra'».

Alguna vez, cuando era entrenador, le preguntaron a Johan Cruyff cómo había que marcar a un delantero que se desmarcaba muy bien. Cruyff respondió que no había que marcarlo. “Así, no tiene motivos para desmarcarse”.