Matías Palacios, el 10 de la Selección que jugará en octubre el Mundial Sub 17 en Brasil, se sienta en la sala de conferencias de prensa del predio de la AFA. Del otro lado, sus compañeros simulan ser periodistas y preguntan. El taller de comunicación abarca cómo manejarse en las redes sociales: son juveniles de la Generación Z, los que no conocieron el mundo ni las relaciones sin ellas. Pero también hay clases de inglés, lecturas recomendadas para los viajes, charlas sobre abuso sexual y violencia de género, y la obligación de hacer la tarea durante las concentraciones en Ezeiza. La serie de iniciativas comenzaron a mediados de 2017, con la confirmación de Hermes Desio como coordinador de selecciones juveniles de la AFA. Y cobran todavía más sentido cuando apenas el 3% de los que integran la Séptima División (16 años) de un club del fútbol argentino llegará a firmar un contrato como futbolista profesional. “El actual proyecto -dice Desio- no está basado en resultados, sino en valores: el respeto, saludar, agradecer, tener un sentido de pertenencia. Para nosotros son reglas de oro que no se pueden modificar. Nuestro éxito se advierte en cómo son los chicos”.

En el último torneo de inferiores, Lanús, el club de Pedro de la Vega, ganó los títulos en Novena, Octava, Séptima y Sexta. En cuatro de las seis divisiones. Lanús, que tiene cerca de 1680 jugadores entre infantiles y juveniles, pide carpetas y boletines. Y una maestra particular ayuda martes y jueves a los chicos. Como en la Selección, hay médicos, kinesiólogos, nutricionistas y psicólogos. La Superliga, que regula a los clubes de Primera, no los obliga sin embargo a que los juveniles cumplan con escuela y colegio. “Dentro de los clubes se considera que se le da mucha importancia a la educación de los jugadores como personas”, destaca el antropólogo Federico Czesli, que junto al sociólogo Diego Murzi investigó sobre la formación de los futbolistas en Argentina (Estudiantes de La Plata), Francia (Olympique de Marsella) y México (Pumas). “Pero esto tiene una particularidad: el club se construye en oposición a la escuela y el barrio, en el sentido de que uno es un espacio en donde sólo pasan de grado a fin de año y el otro donde se pierden, donde no hay límites de horarios. Aunque en los clubes hay casos diversos, en general se les exige disciplina, y reorganizar toda su vida en relación al fútbol. Y a veces puede importarles o no que vayan a la escuela. Lo central es disciplinar al ‘buen varón’”.

Palacios, que ganó con la Sub 15 el primer Sudamericano de la categoría en Argentina 2017, y De la Vega, que disputó el último Mundial Sub 20 en Polonia, ya debutaron en Primera y firmaron ese primer contrato. Ahora atraviesan otra etapa: la de asentarse y, a la larga, correr la carrera contra el dinero para poder vivir del fútbol. “Cuando vamos a la Selección –contó Palacios en una entrevista con Tiempo-, siempre tengo que llevar la carpeta para estudiar, hacer los deberes. Nos tratan de seguir inculcando valores que por ahí se habían perdido. Cuando viajamos al Sudamericano Sub 17, había 18 de los 23 que andaban bien en el colegio. Como dijo Aimar, somos jugadores tres horas. Después, somos personas y tenemos que ser respetuosos”. Pablo Aimar es el DT de la Sub 17, y Diego Placente, de la Sub 15. Son los campeones con José Pekerman que, poco a poco, reconstruyen las juveniles. Atrás parece haber quedado el tiempo en que Humberto Grondona, que ocupó el cargo de secretario de selecciones juveniles de la AFA, les dijo a los periodistas: “Lo único que falta es tener que ganar y encima jugar limpio… Prefiero ganar el Mundial y no el juego limpio”.