En la puerta del área, de espaldas al arco, con un defensor que lo persigue, Francisco Pizzini imagina una genialidad: tirar un taco y aprovechar la velocidad de Braian Romero para un centro atrás. Su genialidad facilita un modo clásico de atacar, de llegar por los costados, de ampliar la cancha. Es un sello de Defensa y Justicia. Una marca de identidad. Es la construcción de la jugada -aunque después se empaste- del gol de Adonis Frías que encamina el primer título internacional, la goleada frente a Lanús en la final de la Copa Sudamericana, la octava definición de la historia entre equipos argentinos. Un hecho inusual en un contexto extraño. Pero hay algo habitual en esta coronación internacional en Córdoba: Defensa y Justicia juega bien desde hace mucho antes que este momento, su instante de gloria, la escena final de un camino que lleva años. Lo certifica el resultado, un 3 a 0 firmado por el uruguayo Washington Camacho, también presente en el ascenso a Primera en el 2014. De modo antojadizo, el comienzo de la historia que ahora se sintetiza en el “Dale campeón, dale campeón” cantado por los futbolistas en el medio del estadio Kempes podría situarse en el 3 de junio de 2006 cuando Ezequiel Miralles, de tiro libre, en el descuento, evitó el descenso del Halcón a la B Metropolitana. Fue una Promoción infartante frente a Deportivo Morón que todavía se recuerda en las redes sociales. Para Defensa es nada menos que el festejo del día del hincha. En su cuarta participación en la Sudamericana, 15 años después de ese día en el que se salvó de milagro en el último minuto, la fecha acaso entra en debate. 

Su desembarco en Primera llegó en 2014 con la comandancia de Diego Cocca. Desde ese año, distintos técnicos   ocuparon en el banco, aunque Defensa mantuvo la línea de juego. En apenas 80 partidos, Hernán Crespo consiguió su primer campeonato y ya forma parte de la historia como el conductor del equipo campeón de la Sudamericana. Lo que queda por debajo de los nombres y de los festejos es una conducta, un estilo y un juego ofensivo sostenido con distintos intérpretes. 

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(Foto: Télam)

“Somos un grupo humilde que la peleamos desde abajo”, resume Frías, segundos después de la coronación. Su caso representa una costumbre en el equipo de Varela: el defensor central estuvo a préstamo en Los Andes, volvió a Defensa y debutó hace menos de un año en Primera. Ayer convirtió el primer gol de la final. También fue el primero de su carrera.

Defensa ya había mostrado su mecanismo antes de dar el primer golpe. Antes del minuto había probado el arco defendido por Lautaro Morales. Antes de los dos minutos, había acumulado otro remate. Con Enzo Fernández como armador y Romero como corredor, sometía a Lanús, le impedía cruzar la mitad de cancha, lo presiona arriba para recuperar cerca del arco rival. Y no era un oponente menor. Para el Granate, fue la tercera final internacional en ocho años después de la Sudamericana conquistada en 2013 y la Libertadores en 2017, perdidas a manos de Gremio.

El segundo tiempo fue todavía más demoledor. Desechado por Independiente hace unos meses, Romero renació en Varela y sumó su décimo gol en la competencia en la que terminó como el máximo goleador. El título también se festejó en Boedo: San Lorenzo clasificó a la Copa Libertadores de este año gracias al título obtenido por Defensa. 

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(Foto: Marcelo Endelli / AFP)

En épocas de predominio Bo-Ver, cuando el show futbolero se entretenía haciendo especulaciones con una nueva final entre Boca y River en la Libertadores, Defensa y Lanús concretaron una definición argentina. Sin tantas luces y con buen fútbol, el Halcón tiene un nuevo calendario: la Recopa y la Suruga Bank. Irá nada menos que a Japón.